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Precarización laboral, redes sociales y machismo: la ansiedad juvenil
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Agravada por el covid-19

Precarización laboral, redes sociales y machismo: la ansiedad juvenil

Más del 20% de los españoles de entre 15 y 29 años sufren estrés y un 11% sufre ansiedad. Charlamos con un psiquiatra y un psicólogo para analizar esta situación

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Mario, un santanderino de 26 años, combina desde hace un par de años un trabajo en el ‘call center’ de una compañía telefónica –que le permite pagar sus facturas– con su pasión que le llevó a estudiar periodismo: realizar un programa deportivo en una radio local. Desde que tuvo que coger el trabajo de telefonista –ya que no consiguió encontrar un hueco en el mundo de la comunicación que le permitiese vivir de ello– se siente apesadumbrado, fracasado y con ganas de “mandarlo todo a la mierda”, como le comenta a sus amigos.

El joven se siente profundamente frustrado por no ver una luz al final del túnel que le permitiera trabajar de lo que él quiere. Esta ansiedad se ve agravada al comparar constantemente su situación actual con la de sus padres a la edad, ambos con trabajo estable y un proyecto de vida en común. Y cuando parecía que la cosa no podía ir peor, una nueva piedra ha aparecido en el camino del veinteañero: la crisis del coronavirus. Aunque haya conservado ambos empleos, ahora ve completamente frustradas sus aspiraciones profesionales por el covid-19.

“Los jóvenes no saben cuál va a ser su futuro. Han perdido la garantía de tener uno y se están adaptando a vivir el día a día”. Con estas palabras el psiquiatra Eusebio Megías explica uno de los motivos principales por los que la ansiedad y el estrés se han instalado en la generación de los nativos digitales en los últimos años. Además, la incertidumbre por la crisis del coronavirus añade un elemento más a la ecuación que exacerba esta angustia.

El modelo empresarial de cada momento histórico trae consigo una serie de patologías. Si en la revolución industrial las enfermedades asociadas al exceso de trabajo físico y la exposición a materiales tóxicos eran el principal problema para la salud de los trabajadores, en el momento actual las patologías sociales y laborales tienen que ver con la salud mental. No es de extrañar que los tratamientos con hipnosedantes hayan aumentado y que los centros de salud atiendan cada vez más crisis de ansiedad, según muestra la 'Encuesta Nacional de Salud'.

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Las investigaciones que estudian la incidencia en jóvenes de las patologías relacionadas con la ansiedad y depresión –un campo en el que todavía queda mucho por ahondar– indican un aumento de estas. El 'II Estudio de Salud y Estilo de Vida' de Aegon señala que la generación ‘millennials’ (entre 18 y 29 años) es la más estresada. Igualmente, el monográfico 'Salud y estilos de vida de jóvenes y adolescentes', que publica la Fundación de Ayuda a la Drogadicción (FAD) y del que Megías es coautor, estima que más del 20% de los jóvenes españoles (de 15 a 29 años) sufren estrés, el 21,6% presenta un cuadro de sintomatología depresiva y un 11% sufre ansiedad, crisis de pánico y diferentes tipos de fobias sociales.

Los datos de este porcentaje de juventud con ansiedad que muestra la FAD no indican que exista una patología propia de los jóvenes, pero si unos motivos específicos que pueden afectar a la salud mental de todos ellos: la precarización laboral, las redes sociales, el miedo a vivir peor que sus padres y la violencia machista.

La precarización laboral

“En los últimos años ha cambiado absolutamente el horizonte de expectativas vitales de los jóvenes. Están viviendo una situación en la que se manifiestan, por activa y por pasiva, mucho más inseguros”, explica el psiquiatra a El Confidencial. “En la última década ha aumentado enormemente la situación de inseguridad”, por lo que las patologías relacionados con la ansiedad y el estrés pueden haberse incrementado.

Como indican todos los datos: el empleo cayó y ni siquiera la reforma laboral sirvió para crear más puestos, pero sí para aumentar la precariedad. “Para los jóvenes el presente es lo único que cuenta. Tienen un futuro incierto hasta que se acostumbren o encuentren una situación en la que se puedan defender ya que, de momento, se sienten indefensos por la precariedad laboral y todo lo que rodea a esta”, explica. “Saben que han cambiado elementos fundamentales y sobretodo el mercado laboral", insiste. "Lógicamente tratan de reaccionar a esta situación, pero en este proceso de adaptación a las nuevas circunstancias están pasando por un momento de tensión”, relata el coautor del estudio que la FAD realiza junto al Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud.

Los jóvenes de hoy en día piensan que van a vivir peor que sus padres, uno de los motivos que aumenta su estrés

Directamente relacionada con la precariedad laboral, esta generación también se siente presionada porque está instalada en la concepción de que va a vivir peor que sus padres y “cuando alguien está, con o sin razón, pensando de esta manera, no hay que sorprenderse de que esté ansioso”, señala. “El panorama de seguridad que tenían los padres de esta generación responde a un proyecto fordista de progresión y ascensor social de que ‘mis hijos vivirán mejor que yo’”, desarrolla. “No solo cambia la expectativa personal que provoca inseguridad, también lo hace el patrón filogenético”, señala el psiquiatra, “lo que tiene que ver con el progreso de la especie”.

Derivado de estas situaciones, el psiquiatra explica que “se están viviendo dificultades para los procesos de transición. Es decir, para el crecimiento personal y pasar de adolescentes a jóvenes y de jóvenes a adultos”.

Foto: Más de 100.000 sociedades en España: tan distintas, tan iguales. (Reuters)

Este aumento del estrés en los jóvenes no solo se ve en los estudios, también en las consultas, como explica Óscar Pérez Cabrero, psicólogo del centro Álava Reyes, que está especializado en perfiles de esta edad. “La percepción es que hay un mayor número de personas de estas edades que acuden con casos en los que se observa un cuadro con un componente de estrés o ansiedad”, señala, al tiempo que aclara que ese aumento se puede deber a una juventud con más problemas de salud mental o a la desestigmatización que se está produciendo hacia la psicología.

Todos estos estresores relacionados con el mundo laboral vienen de largo y llevan años instalados en la generación de los nativos digitales. Pero la crisis del covid-19 está exacerbando la angustia juvenil, ya que el mundo se presenta incierto y se intuye más precario todavía. “Para todas las generaciones y especialmente para los más jóvenes la palabra por antonomasia es incertidumbre. Ahora mismo hay poco que anticipar porque ni siquiera los economistas se ponen de acuerdo sobre cómo se desarrollará esta crisis”, señala el psicólogo.

En este sentido, cabe destacar que un 52,8% de los jóvenes han visto frustradas sus aspiraciones profesionales por el covid-19, según un reciente estudio de la UNIR. Asimismo, el informe refleja que 4 de cada 10 jóvenes no se siente lo suficientemente preparado para mejorar sus condiciones laborales o encontrar un nuevo trabajo por la crisis del coronavirus.

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Teletrabajo: ¿más contras que pros?

Aunque –por lo general– los jóvenes no se han visto expuestos a una situación de estrés o angustia derivada de las cargas familiares al realizar teletrabajo, también les ha afectado negativamente.

Según indica Pérez “el teletrabajo está agudizando el estrés”. Por un lado, apunta a que mucha gente se ha visto expuesta a una sobrecarga de ocupación, ya que los horarios se desdibujan dando la sensación de que se tiene una disponibilidad total del empleado.

Por otro lado, el psicólogo señala que no diferenciar claramente los espacios de trabajo de los de descanso u ocio en casa, provoca que las estancias se puedan asociar a ese estrés laboral.

Foto: Empresas y autónomos recurren al teletrabajo durante el estado de alarma

En la misma línea de este vuelco que ha dado la forma de trabajar, con las vacaciones de muchos ha pasado lo mismo. “Uno de los métodos para recompensarse a uno mismo después de un año trabajando son las vacaciones, pero este año se presentan como otra incógnita. Esta falta de vacaciones o incertidumbre sobre si poderse ir es otro factor a tener en cuenta”, apunta Pérez.

Las redes sociales: ¿aliadas o enemigas?

Las nuevas tecnologías y redes sociales aumentan el nivel de estrés, según el 'VII Estudio CinfaSalud', avalado por la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS). Los jóvenes, al estar más conectados, son carne de cañón.

Aunque puedan tener más ventajas que inconvenientes, para el psiquiatra “las nuevas tecnologías suponen una serie de agresiones continuas”. “El miedo a estar desconectado, refiriéndonos a la necesidad continua de estar metidos en las redes sociales, se produce fundamentalmente porque los jóvenes tienen incorporada la concepción de que las cosas pasan en internet y si te desconectas te quedas aislado. Esto también genera ansiedad”, desarrolla el psiquiatra.

El miedo a estar desconectados del móvil es un estresor. Los jóvenes piensan que las cosas pasan en internet y si no estás en redes te quedas aislado

Megías destaca como curiosidad que los jóvenes no tienen miedo –dejando a un lado los casos de cirberacoso– a la invasión de la privacidad, que aumenta al mostrarse en internet. “La redes han cambiado las reglas del juego, pierdes tu privacidad, pero eso les da igual”, añade a este respecto.

Por su parte, el psicólogo añade que estas plataformas sociales “han evolucionado hasta el punto de generar la necesidad de estar constantemente conectados”. “La red social por excelencia, Instagram, tiene con las 'stories' un contenido que solo dura 24 horas, creando una disponibilidad limitada y haciendo que estén más enganchados al móvil”, ejemplifica.

Foto: Contestar llamadas y correos electrónicos es una causa habitual de estrés vacacional. (EFE)

Del mismo modo, Pérez señala sobre el 'smartphone' –en general– que “la gente no es consciente de lo que supone tener un dispositivo digital en el bolsillo disponible las 24 horas. Esa facilidad de acceso es una fuente de estresores importante”. “Por ejemplo, puede ser más complicado desconectar del trabajo porque podemos recibir correos o llamadas que acabamos contestando a cualquier hora”, apunta. En este sentido, el psicólogo añade que “durante el confinamiento esta situación se ha multiplicado a la enésima potencia”.

La violencia machista como estresor

La brecha de género que existe en muchos entornos de la vida, como el laboral, también ocurre en la salud mental de los jóvenes, según el estudio de la FAD. “La tasa de presencia de fenómenos de ansiedad, malestar personal, ánimo depresivo o trastornos psicosomáticos, tiene una mayor incidencia en las mujeres”, analiza el psiquiatra.

“El clima de violencia de género que hay en la sociedad se manifiesta en que las mujeres viven con temores y se sientan más frágiles que los chicos”, señala el experto refiriéndose no solo a agresiones directas que hayan podido sufrir a título individual, también a la existencia de violaciones, acoso callejero o agresiones varias que, por desgracia, están en boca de todos.

placeholder Foto: Ana F. Barredo / EFE
Foto: Ana F. Barredo / EFE

El psicólogo concluye que "la ansiedad, si bien es natural y hay que aprender a entenderla, manejarla y prevenirla, puede llegar a niveles que resulte incapacitante, lo que debe alarmar sobre la necesidad de intervenir". Los informes de la Organización Mundial de la Salud demuestran que las intervenciones de salud pública y los programas sociales permiten promover la salud mental y prevenir este tipo de patologías. Ya que se conoce el origen de los síntomas –aunque todavía quede mucho por investigar– trabajar en la línea de la prevención podría ser clave para paliar estas patologías en los jóvenes.

Mario, un santanderino de 26 años, combina desde hace un par de años un trabajo en el ‘call center’ de una compañía telefónica –que le permite pagar sus facturas– con su pasión que le llevó a estudiar periodismo: realizar un programa deportivo en una radio local. Desde que tuvo que coger el trabajo de telefonista –ya que no consiguió encontrar un hueco en el mundo de la comunicación que le permitiese vivir de ello– se siente apesadumbrado, fracasado y con ganas de “mandarlo todo a la mierda”, como le comenta a sus amigos.

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