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Así era el reconocimiento facial hace siglos, cuando no había algoritmos
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LA FRENOLOGÍA DEL PRESENTE

Así era el reconocimiento facial hace siglos, cuando no había algoritmos

La tecnología aplicada a la vigilancia es una ciencia muy nueva que asenta sus bases en estudios del pasado sobre la relación entre el aspecto y la tendencia criminal de las personas

Foto: Cesare Lombroso, en una antigua fotografía. (Wikipedia)
Cesare Lombroso, en una antigua fotografía. (Wikipedia)

Seguramente más de una vez te ha pasado que has mirado el rostro de alguien y no te ha dado muy buena espina. Es bien sabido que el mal puede llevarse en la expresión (una cara de furia o ira), pero más allá de esto, ¿podemos ser sospechosos de haber cometido un crimen tan solo por la forma de nuestra cabeza? ¿Hay algo en nuestro aspecto que determina nuestro valor moral? De ser cierto, las personas que se salen de los cánones de belleza estarían constantemente cuestionados por la naturaleza de sus acciones.

En China, quizás el país que tiene más papeletas a la hora de pensar en una civilización distópica, los algoritmos de aprendizaje automático han prometido a los gobiernos y a las empresas privadas la posibilidad de recopilar todo tipo de información a través de la apariencia de las personas. De este modo, muchas compañías de inteligencia artificial ya aseguran poder detectar ciertos rasgos de personalidad de los ciudadanos basándose solamente en sus expresiones faciales. Y ya han surgido informes escolares en los que el sistema de cámaras de videovigilancia detecta a aquellos niños que no prestan atención en el aula en función de sus gestos y microexpresiones faciales, según informa Catherine Stinson, doctora en Filosofía y Ética de la Inteligencia Artificial (IA) en el Centro para la Ciencia y el Pensamiento de la Universidad de Bonn, en Alemania, en un artículo sobre el tema publicado en 'Aeon'.

La objección moral más fuerte para usar el reconocimiento facial es que estigmatiza a aquellos grupos que ya están sobrevigilados

Casi nada. Lo que es evidente es que la obsesión del ser humano (y más concretamente de los gobiernos y las agencias de seguridad e información) por anticiparse al crimen y detectar la maldad o las intenciones del sospechoso, antes incluso de que actúe, ha estado presente desde el comienzo de la Edad Contemporánea. Puede que el término "frenología" no nos suene de nada a estas alturas, pero a comienzos del siglo XIX contaba con una gran caterva de adeptos. Esta pseudociencia fue desarrollada por el investigador alemán Franz Joseph Gall y consistía en determinar los rasgos del carácter y la personalidad del individuo, junto con sus inclinaciones criminales, basándose solamente en la forma del cráneo, la cabeza y las facciones de la cara.

placeholder Fotografía antigua de Sir Francis Galton. (Wikipedia)
Fotografía antigua de Sir Francis Galton. (Wikipedia)

El italiano Cesare Lombroso fue otro de los criminólogos más avezados que exploró las ideas frenológicas. Además de ser fundador de la Escuela de Criminología Positivista, tenía la firme convicción de que los delincuentes son bestias infrahumanas que no evolucionaron, los cuales eran reconocibles por tener la rente inclinada y las narices con forma de halcón. "En realidad, para los criminales natos adultos no hay muchos remedios: es necesario o bien secuestrarlos para siempre, en los casos de los incorregibles, o suprimirlos, cuando su incorregibilidad los torna demasiado peligrosos", escribía en su manual criminológico publicado en 1893.

Pero el primero de todos ellos en atreverse a establecer una clasificación de cualidades morales y estéticas según el rostro fue el antropólogo británico Francis Galton. Fue él quien acuñó el término de 'eugenesia', cuya propuesta consistía en mejorar la raza humana a través de la selección artificial. Inspirado por las ideas de Darwin, definió la eugenesia como "todas las influencias que tienden a dar a las razas más adecuadas una mejor oportunidad para prevalecer rápidamente sobre las menos adecuadas". Básicamente, la eugenesia fue el pábulo ideológico de las limpiezas étnicas posteriores. Años más tarde, estas ideas tan crueles se verían materializadas en genocidios como el Holocausto. Hasta dedicaron congresos a la materia a los que, por cierto, asistieron personajes históricos tan importantes como Sir Winston Churchill, concretamente en 1912.

Una pseudociencia muy viva

Galton patentó el llamado 'retrato compuesto' que consistía en superponer las caras de varias personas en cierta categoría para encontrar las características que coincidían y que podían denotar ciertas cualidades en la salud, la belleza y la criminalidad. Este bien podría ser el procedimiento históricamente equivalente al que ahora desarrollan los sistemas de algoritmos. La frenología pues, en pleno siglo XXI, sigue más viva que nunca, aunque la crítica científica y filosófica ya se haya apresurado a rechazarla como la pseudociencia que es.

Algunos analistas aseveran que el reconocimiento facial debería tener una regulación tan estricta como la del plutonio

Como es lógico, las primeras críticas nacieron del supuesto de poder identificar el carácter e inteligencia de una persona solamente en función del tamaño del cerebro o la forma de su cabeza. Una idea demasiado peregrina para aplicarla a la realidad. "Tanto la frenología vieja como la nueva han sido criticadas por sus descuidados métodos", asevera Stinson en su artículo, publicado también en 'Alternet'. "En la investigación sobre la detección de la criminalidad por la IA, los datos se tomaron de dos fuentes muy diferentes: los rostros de convictos y de páginas de búsqueda de empleo para ciudadanos corrientes. El algoritmo finalmente falló en identificar a aquellos que eran criminales de los que eran gente normal".

"La objeción moral más fuerte para usar el reconocimiento facial es que estigmatiza a aquellos grupos que ya están sobrevigilados", reflexiona Stinson. "Dicen que la herramienta no debe usarse para aplicar la ley, sino la estadística. Así, señalan que de implementarse la tasa de falsos positivos sería muy alta. Estos serían ciudadanos cuyos rostros se parecen a personas que han sido condenadas en el pasado. Si tenemos en cuenta los prejuicios raciales que existen en el sistema de justicia penal, dichos algoritmos terminarían atribuyendo mayores índices de criminalidad a individuos de comunidades marginadas".

Foto: Foto: Reuters.

"Los eugenistas del pasado, como Galton y Lombroso, no pudieron hallar rasgos faciales que predispusieran a una persona a cometer un crimen", concluye la investigadora. "Esto se debe a que no se pueden encontrar tales relaciones. Algunos analistas aseveran que el reconocimiento facial debería tener una regulación tan estricta como la del plutonio, porque comporta muchos usos no perjudiciales. Cuando el proyecto frenológico que intentas resucitar se inventó para apuntalar estructuras coloniales y de clase, cuando lo único que podrías medir es el racismo inherente a esta serie de estructuras, es difícil de justificar su aplicación una vez más, aunque solo sea por curiosidad".

Seguramente más de una vez te ha pasado que has mirado el rostro de alguien y no te ha dado muy buena espina. Es bien sabido que el mal puede llevarse en la expresión (una cara de furia o ira), pero más allá de esto, ¿podemos ser sospechosos de haber cometido un crimen tan solo por la forma de nuestra cabeza? ¿Hay algo en nuestro aspecto que determina nuestro valor moral? De ser cierto, las personas que se salen de los cánones de belleza estarían constantemente cuestionados por la naturaleza de sus acciones.

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