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Por qué si llega el fin del mundo lo primero que haremos será coger una bicicleta
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PROBLEMAS QUE SE RESUELVEN PEDALEANDO

Por qué si llega el fin del mundo lo primero que haremos será coger una bicicleta

El auge del uso de las bicicletas en nuestro país es una tendencia que va a continuar y que aporta las claves para vivir en un mundo más sano, más tranquilo y más justo

Foto: Barceloneta durante el segundo día en que se permitía la actividad deportiva tras el confinamiento (EFE)
Barceloneta durante el segundo día en que se permitía la actividad deportiva tras el confinamiento (EFE)

Desde Los Angeles a Moscú, pasando por Madrid o Milán. En los últimos meses hemos visto cómo las capitales más importantes del globo se vaciaban por completo. Servicios mínimos en el transporte público y plazas desprovistas de turistas o de simples viandantes. Comercios de calle cerrados y parques despoblados. El escenario ha sido típico de las mejores películas apocalípticas. Y, sin embargo, al cabo de unos meses, en mitad de una acera completamente vacía, un tímido ciclista pedaleaba contra el miedo y la desolación generadas por la pandemia. Con la desescalada, la población volvió a conquistar los espacios públicos de las grandes ciudades. Y fue en esos momentos en los que todavía no estaban abiertos los parques y la gran masa de gente no se encontraba tan dispersa cuando asistimos a grandes avenidas desprovistas de tráfico, llenas a rebosar de ciclistas y de personas.

Entonces pudimos ver con nuestros propios ojos lo que parecía ser el inicio de un nuevo mundo, en el cual para mantenernos a salvo de la amenaza del virus y del cambio climático nadie sacó su automóvil del garaje. Los habitantes de los barrios comenzaron a merodear y a volver a conocer el entorno en el que vivían, en el que ni siquiera habían reparado al basar su vida en una ida y venida del trabajo constante a bordo del coche privado o del transporte público, y de algún modo todo el mundo fue consciente en mayor o menor medida de su entorno, de los lugares y la gente que los poblaban, a pesar de que siempre habían estado ahí, muy próximos a su hogar. Y lo hizo en bicicleta.

La proliferación de bicicletas en las calles nos presenta una imagen de un orden social más tranquilo que está a nuestro alcance

En España, el mercado de este tipo de vehículos está viviendo una auténtica explosión. Las instituciones públicas están animando a los ciudadanos a que compren y usen la bici. Tanto es así que el pasado lunes 22 de junio, hace apenas unos días, entraron en vigor las ayudas de la Comunidad Valenciana para la adquisición de bicicletas y patinetes eléctricos en pos de fomentar la movilidad sostenible. Los valencianos ya pueden beneficiarse de hasta 250 euros destinados a la obtención de uno de estos vehículos a pedales o a motor. La Comunidad de Madrid también ha apostado por este tipo de subvenciones para animar a sus ciudadanos a que se suban al sillín, comprometiéndose a aprobar este tipo de medidas en un plazo de dos meses, según informa la OCU.

Esta serie de ayudas económicas destinadas a fomentar el uso de la bicicleta han surgido gracias a las demandas expresadas por el sector ciclista a lo largo de toda la crisis del coronavirus y a las tremendas oportunidades que ofrece el vehículo, no solo con el fin de apostar por una movilidad sostenible, sino también para hacer frente a amenazas tales como una pandemia, debido a que necesariamente obligan a sus usuarios a respetar la distancia social, así como favorece los principios de una vida sana y activa. ¿Podríamos decir que la bicicleta ha llegado para quedarse?

Foto: Barceloneses dando un paseo por la playa en bicicleta. (EFE)

Se trata de una tendencia que además está creciendo exponencialmente en el resto de países, como Estados Unidos. Un informe del NDP Group refleja que la facturación de bicicletas sobrepasó los 1.000 millones de dólares en un solo mes, un aumento del 270% respecto al mes de abril del año pasado. El horizonte del mercado de bicicletas ahora viene marcado por la introducción de su modalidad eléctrica. Una investigación de la consultora global Deloitte apunta a que se venderán más de 130 millones de este tipo en todo el mundo en los próximos tres años, cuando en toda la década pasada solo representaban el 1% de las ventas anuales

¿Un icono del nuevo mundo que nos espera?

Bruce Bennett, profesor y director de Estudios Cinematográficos de la Universidad de Lancaster, ha publicado un libro en el que investiga el papel cultural de la bicicleta a través del cine y de las narraciones distópicas. La página del prestigioso Instituto Tecnológico de Massachussetts (MIT) se ha hecho eco de sus reflexiones a través de un artículo suyo en el que traza una comparación con la situación actual originada por la pandemia, lo que ya todos conocemos por “nueva normalidad”, estrenada hace apenas unos días en España con la salida del estado de alarma. En él, Bennett reflexiona sobre cómo la bici es un elemento perenne en todas las narraciones apocalípticas ya que, ante el desastre climático o la catástrofe pandémica, las grandes facilidades que presenta este vehículo a la hora de desplazarse individualmente en medio de un entorno hostil y el significado que aporta en cada cultura hacen de este vehículo uno de los iconos del nuevo mundo que nos espera de aquí en adelante.

Esta máquina tan simple podría tener un efecto revolucionario y de gran alcance en el mundo en el próximo siglo

“Las bicicletas son objetos cotidianos para la mayoría de nosotros: herramientas prácticas para viajar al trabajo o de compras, así como dispositivos que utilizamos para hacer ejercicio o divertirnos”, asevera Bennett. “Sin embargo, también son vehículos semióticamente muy flexibles que contienen una gran variedad de significados que les dan expresión. El tipo de bicicleta que usamos y la ropa que llevamos puesta cuando la conducimos comprende un conjunto rico de signos sobre clase, género, nacionalidad y política, así como los referentes a la personalidad individual”. En este sentido, aduce que el ciclista medio de Estados Unidos es hombre, blanco y de clase media-alta, tomando los resultados de otro estudio sobre la cultura del ciclismo en el país norteamericano realizado por la Universidad de Nebraska.

Del mismo modo, apuesta por el espíritu ciclista como uno de los elementos clave para desarrollar un sistema socioeconómico más justo e igualitario, una sociedad más cohesionada, energéticamente más sostenible. En términos generales, un mundo más civilizado y respetuoso con los otros y con la naturaleza. “La crisis del Covid-19 ha revelado de forma cruda la insuficiencia del capitalismo del ‘laissez-faire’ y del nacionalismo cuando se enfrentan a una crisis a gran escala, pero también la posibilidad de no volver a lo mismo de siempre después de la pandemia”, sostiene el profesor. “En un momento en el que parece que hemos llegado a ese futuro distópico imaginado por las películas de ciencia ficción, la proliferación de bicicletas en las calles vacías y tranquilas en las que vivimos nos presenta una imagen diferente, más utópica, más lenta. Al fin y al cabo, un orden social más tranquilo que está a nuestro alcance”.

Foto: La bici, un vehículo sostenible y saludable.Foto: EFE/David Aguilar

Parafraseando a Andrew Ritchie, clásico autor de ‘King of the Road’, un libro canónico sobre la historia del ciclismo publicado en 1973, Bennett señala el enorme poder revolucionario que la bici contiene. “Esta máquina mundana y demasiado familiar, que para entonces ya tenía más de 150 años, conservaba su poder de transformación del mundo. Es muy simple, pero podría tener un efecto revolucionario y de gran alcance en el mundo en el próximo siglo”.

Quién nos diría que parte de los grandes retos a los que se enfrenta la humanidad de ahora en adelante se pueden resolver tan solo pedaleando. La cuarentena ha servido en muchos casos para darnos cuenta del valor que tienen las cosas simples, aquellas que no cuestan tanto dinero necesariamente y aportan salud y bienestar, tales como las relaciones sociales o el hecho de dar un paseo con nuestros seres queridos. Y a fin de cuentas, el minimalismo que presenta la forma de la bicicleta frente a otro tipo de vehículos no deja de ofrecernos la opción de apostar por un mundo más sencillo, en el cual el aire fresco que respiramos pueda tener más valor que el hecho de llegar a todos los sitios lo más rápido posible con un motor de combustión.

Desde Los Angeles a Moscú, pasando por Madrid o Milán. En los últimos meses hemos visto cómo las capitales más importantes del globo se vaciaban por completo. Servicios mínimos en el transporte público y plazas desprovistas de turistas o de simples viandantes. Comercios de calle cerrados y parques despoblados. El escenario ha sido típico de las mejores películas apocalípticas. Y, sin embargo, al cabo de unos meses, en mitad de una acera completamente vacía, un tímido ciclista pedaleaba contra el miedo y la desolación generadas por la pandemia. Con la desescalada, la población volvió a conquistar los espacios públicos de las grandes ciudades. Y fue en esos momentos en los que todavía no estaban abiertos los parques y la gran masa de gente no se encontraba tan dispersa cuando asistimos a grandes avenidas desprovistas de tráfico, llenas a rebosar de ciclistas y de personas.

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