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El lema islandés que sirve para recargarte de optimismo en los momentos más difíciles
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“þetta reddast!”

El lema islandés que sirve para recargarte de optimismo en los momentos más difíciles

Aunque se trata de uno de los grandes destinos turísticos de los últimos años, el país insular es uno de los países más duros en los que vivir por sus condiciones ambientales

Foto: Bandera nacional de Islandia y una pequeña inglesia en Vik, Islandia (Reuters)
Bandera nacional de Islandia y una pequeña inglesia en Vik, Islandia (Reuters)

A estas alturas de la cuarentena, has atravesado todos los estados emocionales habidos y por haber. Es probable que al principio vieras como mejor opción hacer ostentación de un férreo estoicismo, asimilando que ibas a pasar encerrado varios días de ahí en adelante, o tal vez te lo tomaras con cierto optimismo y lo vieras como una oportunidad para pensar y estar con los tuyos. Sin embargo, a medida que se va acercando el verano y hay más días de sol te resulta más difícil soportar el confinamiento. Eso, sumado a la percepción general de que la pandemia del coronavirus continúa provocado cientos de muertos a diario y el número de contagiados sigue creciendo.

Esta serie de razones, al margen de las circunstancias personales de cada uno, pueden producir que estos días de cuarentena previos a la futura 'desescalada' se hagan más difíciles. Por ello, hoy te proponemos un lema vital que encaja perfectamente en tiempos difíciles. Su origen es Islandia, uno de los países más septentrionales de la Unión Europea, el cual, a pesar de contar con una vasta naturaleza cargada de elementos maravillosos (volcanes, cascadas de agua, glaciares, auroras boreales…) que le convierten en uno de los destinos turísticos favoritos de los últimos años, también se debe enfrentar a muchas dificultades a la hora de encarar la vida en su territorio.

Si bien Islandia es hoy un lugar ultramoderno, hace solo 90 años que el 50% de la población vivía en casas hechas con techos de tierra y hierba

þetta reddast!”. Este simple lema que si lo pasamos por el traductor de Google da de resultado “Esto va a pasar”, que viene a significar, en su sentido figurado, algo así como “tranquilo, al final todo saldrá bien”. La frase, pronunciada por muchos aldeanos de la isla, resume a la perfección la actitud que tienen sus habitantes hacia la vida, cargada de calma y sentido de humor ante las situaciones difíciles.

“Se trata de uno de esos refranes permanentes de una filosofía de vida que flota en el aire de Islandia”, asegura Aida Sigmundsdóttir, autora de varios libros sobre la cultura autóctona del país, en un reportaje sobre el tema de la ‘BBC’. “Por lo general, tiene un sentido optimista. También se usar para ofrecer consuelo a alguien, especialmente en los momentos en los que la preocupación es tan grande que no sabes qué decir. De esta forma, rebajan las tensiones en los momentos complicados”.

Unas condiciones extremas

A estas alturas del texto, probablemente hayas supuesto que este mismo artículo es otro más que sobrevalora las formas de vida de los países del norte de Europa, famosos por su avanzado sistema del bienestar y calidad de vida. Sin embargo, Islandia es un país en el que no siempre las cosas han funcionado tan bien. Desde los primeros asentamientos humanos en la isla, allá por el siglo IX, su historia está repleta de tiempos oscuros en los que este lema todavía no se aplicaba a la vida cotidiana: largos inviernos, pobreza extrema, esclavismo por contrato…

Hace tan solo 45 años, un volcán envolvió con millones de toneladas de cenizas a 400 edificios, obligando a 5.000 residentes a evacuar la zona

Sigmundsdóttir relata en su libro algunos sucesos trágicos que acaecieron en el país nórdico desde que más o menos comenzó la Edad Contemporánea, como por ejemplo la erupción del volcán Laki de 1783, el cual mató al 20% de la población, que por aquel entonces tan solo era de 50.000 personas. Pero no solo hubo que lamentar pérdidas humanas, sino también del ganado, en torno al 80%. Esto agravó más la situación ya que el terreno del país es poco abonable al ser de tierra volcánica, lo que mermó la nutrición principal de sus habitantes. También hubo tormentas que arrasaron y hundieron los barcos de pesca. Las cosas se pusieron tan mal que, alrededor del siglo XVIII, el 30% de los bebés que nacían no llegaban a cumplir un año, según afirma la escritora.

“No ha pasado tanto tiempo desde que éramos una sociedad de granjeros y pescadores, y las estaciones y las duras condiciones de vida tenían un control total sobre nuestras vidas”, asegura por su parte Auður Ösp, fundador de una compañía turística en la zona, al medio británico. “Si bien Islandia es hoy un lugar ultramoderno donde no falta el wi-fi, se aceptan tarjetas de crédito en todas partes y la mayoría del país está alimentado por la energía geotérmica, hace solo unos 90 años que el 50% de la población vivía en casas tradicionales con paredes y techos de tierra y hierba, por lo que estás dificultades no son un recuerdo tan lejano”.

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Sin ir más lejos, el volcán Eldfell explotó en la pequeña isla de Heimaey hace tan solo 45 años, envolviendo 400 edificios de millones de toneladas de cenizas y obligando a la evacuación forzada de las 5.000 personas que allí residían. Y hace tan solo 23 año, una avalancha masiva diezmó la ciudad de Flateyri en los fiordos occidentales, enterrando a más de una docena de casas y matando a 20 de sus 300 habitantes.

Al fin y al cabo, el país se encuentra entre la grieta de dos placas tectónicas, la de América del Norte y Eurasia, las cuales se están separando muy lentamente, ampliando su territorio unos 3 centímetros por año, y causando un promedio de 500 pequeños terremotos a la semana.Esto también provoca que el tiempo atmosférico sea de locos. Las tormentas de viento pueden alcanzar la categoría de huracanes y en los días más oscuros del invierno el sol solo sale unas horas. “Los habitantes están en continua lucha contra los elementos”, asegura Ösp. “Por ejemplo, puede nevar perfectamente en agosto y tienes que salir y poner a todos tus animales a salvo. O cuando hay una erupción volcánica que impide la conectividad aérea al país, dejando a sus habitantes aislados”.

Estoicismo optimista pese a todo

Por tanto, sus habitantes se han acostumbrado a vivir en las condiciones ambientales más desfavorables, teniendo la certeza de que en cualquier momento sus espacios de seguridad y de supervivencia pueden ser borrados de un plumazo. De ahí que en los últimos años este famoso dicho haya cobrado mucha fuerza. Al final, el “betta reddast” implica un cierto estoicismo y carácter optimista, concibiendo los problemas como inevitables y, en definitiva, que muchas veces lo único que puedes hacer es dar la mejor versión de ti mismo ante ellos, nada más.

Foto: 'Marco Aurelio distribuyendo pan al pueblo', de Joseph Marie Vien.

Sin duda, una enseñanza que podemos aplicar en la actualidad si nos sentimos muy heridos o preocupados por las circunstancias. Si tuviésemos que usar un refrán español equivalente al del islandés, bien podría ser el de connotaciones religiosas, “Dios aprieta, pero no ahoga”. Ante todo, debemos pensar que cuando menos lo esperemos, despertaremos de esta pesadilla que ya dura varias semanas. Renaceremos de nuevo.

A estas alturas de la cuarentena, has atravesado todos los estados emocionales habidos y por haber. Es probable que al principio vieras como mejor opción hacer ostentación de un férreo estoicismo, asimilando que ibas a pasar encerrado varios días de ahí en adelante, o tal vez te lo tomaras con cierto optimismo y lo vieras como una oportunidad para pensar y estar con los tuyos. Sin embargo, a medida que se va acercando el verano y hay más días de sol te resulta más difícil soportar el confinamiento. Eso, sumado a la percepción general de que la pandemia del coronavirus continúa provocado cientos de muertos a diario y el número de contagiados sigue creciendo.

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