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Hubo tiempos peores: esta es la historia de la terrible peste negra
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Hubo tiempos peores: esta es la historia de la terrible peste negra

Aunque es difícil saber el número de fallecidos, los expertos apuntan que un tercio de la población pudo sucumbir a la enfermedad, que también llegó de Asia

Foto: Víctimas de la Peste Negra con los característicos bubones en una ilustración de la Biblia de Toggenburgo.
Víctimas de la Peste Negra con los característicos bubones en una ilustración de la Biblia de Toggenburgo.

Pese a que ha habido varias pandemias en la historia de la humanidad, el ser humano nunca parece preparado para afrontar una nueva. Las cifras del coronavirus hace tan solo unos meses no se podrían haber imaginado, y el escenario parece el peor de los posibles: más de 3.000 fallecidos en Estados Unidos, más de 11.000 muertos en Italia, el triple que en China, mientras avanza con fuerza hacia el resto de países europeos, y en nuestro país hay 94.000 contagiados y 8.000 muertos, en el momento en que esto se escribe.

Sin embargo, aunque se diga aquello de que mal de muchos consuelo de tontos, es cierto que ha habido tiempos mucho peores. En otras ocasiones hablábamos de la mal llamada gripe española, que causó la muerte de aproximadamente 50 millones de personas en 1918 (otras cifras apuntan 100 millones) al finalizar la Primera Guerra Mundial. Además, a diferencia de otras epidemias que afectaban a niños y ancianos, en este caso la mayoría de las víctimas tenían entre 18 y 49 años. Pero si nos remontamos más en el tiempo, encontraremos pandemias aún más mortíferas y terribles.

Paralelismos con la muerte negra

Pese a los muchos problemas que el COVID está causando a nivel global (y causará), los avances médicos y las vacunas han aumentado con mucho la posibilidad de detener las enfermedades y sus propagaciones, por lo que, aunque los efectos de la enfermedad serán dolorosos, lidiar con ellos parece estar dentro de nuestras competencias. Algo que, por supuesto, no fue así en tiempos anteriores, cuando la medicina no era más que una mezcolanza de teorías absurdas, contradictorias y, en su mayoría, ni siquiera probadas.

La pandemia de peste más devastadora de la humanidad fue la peste negra, surgió en el siglo XIV (siendo el peor momento entre 1346-1353). Aunque es difícil saber el número de fallecidos en la época, puesto que no se contaba con los sistemas actuales para registrar las muertes, los expertos apuntan que un tercio de la población pudo sucumbir a la enfermedad, que se produjo en Eurasia, y consideran optimista esa cifra. En Alemania, por ejemplo, se estima que uno de cada diez habitantes perdió la vida.

Como ha sucedido con el COVID, la peste surgió en Asia y se propagó a Europa mediante las rutas comerciales, aunque se culpó a los judíos

Estableciendo paralelismos con la actual epidemia de COVID-19, la enfermedad también surgió en Asia y se propagó a Europa mediante las rutas comerciales. Además, el primer contagio en nuestro continente fue en Mesina, una ciudad italiana donde solían parar los marinos. Y, como ha sucedido con las teorías de la conspiración en torno al coronavirus, durante la epidemia de peste negra se culpó a los judíos, que la habrían propagado mediante "el envenenamiento de pozos". Otros hablaban de orígenes más geológicos, como producto de erupciones volcánicas, o incluso culpaban a los astros.

Síntomas y remedios

Como también sucede con el coronavirus, la enfermedad pasaba de los animales a los humanos, en este caso provenía de los roedores, que se encontraban en todas partes (algunos hablan de ratas y otros del gerbilino, proveniente de Asia). Aunque Boccaccio habla de un tipo de peste asintomático, que provocaba la muerte a las 14 horas aproximadas, en realidad los síntomas eran múltiples; fiebre superior a 40ºC, sed, tos y sangrado por distintos orificios, y lo que dio nombre a la enfermedad: manchas negras y azuladas en la piel y bubones en cuello, axilas, brazos o piernas debido a la inflamación de ganglios (luego esos bubones se rompían y supuraban un líquido con un terrible olor).

En muchas ocasiones los doctores de la peste eran médicos de segunda categoría o jóvenes que querían abrirse camino

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¿Y cómo se luchó contra esta enfermedad? Bueno, como suele suceder, la ayuda médica fue vital. En tiempos de la peste negra no se contaba, como es lógico, con las medidas sanitarias actuales, y los médicos de la peste negra no eran, en muchos casos, ni siquiera médicos cualificados, sino doctores de segunda categoría que no habían podido establecerse en la profesión o jóvenes que trataban de hacerse camino. Solían llevar para protegerse esas famosas máscaras que parecían picos de ave, con dos agujeros que bastaban para respirar y que se rellenaban con perfume. También vestían botas hechas de cuero de cabra, llevaban lentes, sombrero y guantes y tocaban al paciente con un bastón.

Por supuesto, las medidas que ofrecían para curar la enfermedad eran pobres y muy rudimentarias: por ejemplo, era habitual poner sapos o sanguijuelas sobre los bubos para "rebalancear los humores", y Nostradamus decía que se debia tomar el aire, eliminar a los cuerpos infectados o beber agua fresca.

Como no hay mal que por bien no venga, para los que sobrevivieron a la terrible enfermedad, las condiciones de vida mejoraron, así como las condiciones de trabajo y se produjeron cambios sociales para terminar con la servidumbre. Además, la dieta de ricos y pobres se volvió muy parecida, porque dos cosas enseñó la enfermedad que siempre estarán vigentes: que la solidaridad es vital en los tiempos más oscuros y que la enfermedad y la muerte no entienden de clases sociales.

Pese a que ha habido varias pandemias en la historia de la humanidad, el ser humano nunca parece preparado para afrontar una nueva. Las cifras del coronavirus hace tan solo unos meses no se podrían haber imaginado, y el escenario parece el peor de los posibles: más de 3.000 fallecidos en Estados Unidos, más de 11.000 muertos en Italia, el triple que en China, mientras avanza con fuerza hacia el resto de países europeos, y en nuestro país hay 94.000 contagiados y 8.000 muertos, en el momento en que esto se escribe.

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