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Desafío coronavirus: cómo desactivar el pánico y sortear las tensiones del encierro
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Impacto emocional

Desafío coronavirus: cómo desactivar el pánico y sortear las tensiones del encierro

Es natural sentirnos preocupados o ansiosos porque enfrentamos una situación imprevista generada por el Covid19

Foto: Cuarta jornada en estado de alarma por el coronavirus
Cuarta jornada en estado de alarma por el coronavirus

A ninguno de nosotros se nos escapa que la situación de emergencia sanitaria generada por el coronavirus pone a prueba nuestra capacidad de adaptación. En cuestión de días hemos transitado por fluctuantes y variopintas emociones como el desconcierto, la incredulidad, la tristeza y la angustia comprensibles frente a una situación novedosa y excepcional que conlleva manejar altas dosis de incertidumbre e implica la adopción de medidas de autoprotección drásticas que cambian nuestras rutinas de vida.

Es natural sentirnos preocupados o ansiosos porque enfrentamos una situación imprevista generada por el covid-19 y que afecta a dos aspectos claves relacionados con nuestra autoconservación. Por un lado, la salud personal y de nuestros seres amados y por otro, las cuestiones económicas que comprometen nuestro modo de vida. A todo ello se suma un contexto económico atemorizante y la limitación real de recursos sanitarios que augura atravesar momentos difíciles como sociedad. Nos sentimos “amenazados” y esto implica un gran impacto emocional.

Es verdad que la mayor parte de nosotros no estamos sometidos a factores estresantes absolutos que amenazan nuestra supervivencia, como sería por ejemplo encontrarnos un tigre en medio de la calzada mirándonos con cara de pocos amigos. Pero no es menos cierto, que estamos sometidos a un gigantesco caudal de factores estresantes relativos, como las situaciones novedosas ante las que la mayor parte de nosotros generamos una respuesta estresante.

Nuestro organismo no dispone de tiempo suficiente para repararse. Como consecuencia, el cuerpo comienza a emitir “señales luminosas de alarma”

Y, justo esto, es lo que nos sucede ante la velocidad supersónica que imprime la adaptación a los cambios ante el covid-19 que hace que las respuestas estresantes sean muy frecuentes. Nuevas maneras de relacionarnos entre nosotros, de organizarnos el trabajo, el ocio, el deporte, la convivencia, etc. Nuestro organismo no dispone de tiempo suficiente para repararse. Como consecuencia, el cuerpo comienza a emitir “señales luminosas de alarma”.

Acorde a las investigaciones de la Dr. Sara Lupian, una de las mayores expertas en estrés de la Universidad de Montreal, algunas de estas señales se expresan en el ámbito físico:

  1. Nuestras digestiones cambian y se vuelven más pesadas, más lentas, etc.
  2. Bebemos, comemos, fumamos más. Esto, en concreto, se debe a que nuestro cerebro ha realizado un gran esfuerzo y nos solicita que le compensemos.
  3. Enfermamos

Otras, aparecen en la esfera psíquica y emocional donde emergen síntomas de estrés como nerviosismo, agitación, hiperventilación, taquicardias, sudoración, obsesionarnos por cualquier sensación física que experimentamos y que nos lleva a pensar que “seguro es el virus”, etc. Todo junto puede hacer fácilmente que acabemos en urgencias presos de un ataque de ansiedad.

Cómo fortalezco mi resiliencia

Entendemos que puede ser una buena ocasión para generar espacios emocionales de elaboración interna y adoptar herramientas psicológicas que nos ayuden a apuntalar nuestra confianza de que podemos salir adelante y atravesar esta experiencia vital fortalecidos.

En definitiva, apelar a nuestra capacidad de resiliencia y tratar de reaccionar positivamente ante circunstancias adversas. El filósofo y escritor Pablo D´ors expresó esta idea con bellas palabras:

“La tristeza y la desgracia están ahí para nuestro crecimiento, y sabemos que hemos aceptado un sufrimiento cuando hemos logrado extraer un bien de él”.

Debemos apelar a nuestra capacidad de resiliencia y tratar de reaccionar positivamente ante circunstancias adversas

Debemos saber que frente al escenario en el que vivimos podemos pensar lo que queramos. Si nos colocamos ante escenarios catastrofistas, por ejemplo, puedo fácilmente imaginar: “si me contagio me muero” o “mi familia va a morir” o “esto que siento seguro es el virus”. Entonces es muy fácil que mi nivel de angustia se dispare hasta la estratosfera y la fuerza de mis pensamientos pueda llegar a aterrorizarme tanto a mí misma que me provoque un ataque de pánico.

Pero si pienso con confianza que eso “no tiene por qué ser así“ o “eso que pienso sólo es un pensamiento y no me está sucediendo” o “qué puedo hacer yo para que eso no ocurra”, permaneceré tranquila y recuperaré la sensación de control. Y, algo muy importante. Me encontraré en una adecuada disposición emocional a la hora de llevar a cabo las medidas necesarias de autocuidado para evitar el contagio del covid-19 y me sentiré menos vulnerable.

La clave es, como en el ejemplo, aprender a acompañarnos bien en estos momentos difíciles y comprender, acoger, amorosamente nuestro malestar para conducirnos hacia espacios de más serenidad interior. No intentamos lo imposible, calmar la tormenta, sino encontrar un espacio de sosiego dentro de ella.

Por lo tanto, el covid-19 nos enfrenta al emocionante desafío de la desactivación del pánico y debemos cortar los cables que lo hacen explotar.

Aceptación

A medida que trascurren los días, vamos aceptando y comprendiendo mejor como sociedad la importancia del desafío al que estamos sometidos. La mejoría en la coherencia entre el contenido de los mensajes gubernamentales sobre los riesgos del covid-19 y las medidas adoptadas tras el decreto del estado de alarma, ayudan a clarificar la situación y a sentirnos menos locos.

Foto: Colas en un supermercado de Madrid, hoy martes. (Juan Vargas/EFE)

Quizás no nos está siendo fácil tolerar la frustración que conllevan ciertas restricciones pero comprendemos su importancia y todos nos esforzamos en seguir las recomendaciones de las autoridades sanitarias para no expandir los contagios.

Vivimos en un mundo occidental privilegiado que nos ofrece una confortable sensación de confort y seguridad ajenos a otros dramas que sólo vemos por televisión. Pero esta situación no nos exime del hecho de que en la vida siempre estamos sometidos a imprevistos querámoslo o no. Y, nuestros mayores, lo saben muy bien. Muchos de ellos, nos aleccionan estos días a los más jóvenes con su ejemplar serenidad pese a ser uno de los colectivos en riesgo porque ellos, nos recuerdan, “ya han pasado por mucho”, están familiarizados, los conocen y saben que esto es la vida y que “de todo se sale”.

Día a día convivimos con nuestra vulnerabilidad y limitaciones, pero intentamos sortearlas y no pensar demasiado en ellas para no angustiarnos. El profesor de Psicobiología de la UNED Santiago Segovia nos explica que esta ausencia de comprensión de cómo es la realidad es una fuente de gran frustración y, por lo tanto, de sufrimiento. Al no comprender que todo es transitorio, nos apegamos y generamos sufrimiento por intentar retener lo que no puede ser retenido, porque está todo como escrito en el agua.

Día a día convivimos con nuestra vulnerabilidad y limitaciones, pero intentamos sortearlas y no pensar demasiado en ellas para no angustiarnos

Mario Vargas Llosa nos explica que lo que permanece oculto detrás de los terrores de la nueva peste del COVID-19 es el miedo a la muerte que nos acompañará siempre como una sombra. La vulnerabilidad intrínseca a la frágil condición humana, la conciencia de que todo tendrá un punto y final anida en nuestro interior y espolea en nosotros el deseo de aventuras que nos empuja a descubrir las mejores posibilidades del vivir.

Pero para muchos la vulnerabilidad es un incómodo compañero de viaje y buscan apartar la conciencia de la misma y el riesgo de muerte. Empeño imposible porque nuestra humanidad frágil y limitada nos acompaña y hemos de convivir con ella. Y, precisamente porque “la conocemos” y no “la ignoramos”, podemos adoptar medidas saludables de autocuidado que evitan riesgos innecesarios y protegen nuestra vida.

Frente al confinamiento

Nos queda pues ahora la tarea de explorar cuál va a ser nuestra mejor manera de convivir con el aislamiento impuesto y necesario. Ante este desafío, ¿qué podemos hacer para facilitarnos la tarea de vivir?

Foto: Un niño viste una mascarilla - Archivo. (EFE)

Esta pregunta, planteada así, subraya la importancia de actuar dentro de la esfera de lo que podemos hacer y controlar. Para cada uno de nosotros será una experiencia muy distinta, una aventura impredecible y excitante que nos pone a prueba. El inicio de un profundo viaje interior.

Conduzcámonos sabiamente y llenemos las alforjas del camino con sabias reflexiones que, como nutricias viandas, nos ofrece el filósofo Pablo D’ors para crecer:

“Si por un momento considerásemos que todas las dificultades que nos toca atravesar en esta etapa de nuestra vida son oportunidades que el destino – ese amigo- nos ofrece para crecer, ¿no se vería todo de otra forma?”.

Nos queda pues ahora la tarea de explorar cuál va a ser nuestra mejor manera de convivir con el aislamiento impuesto y necesario

El Colegio Oficial de la Psicología de Madrid, al cual tengo el orgullo de pertenecer, ha difundido una serie de orientaciones con información útil para ayudarnos en la gestión psicológica de la cuarentena por el coronavirus y manejar la frustración y las tensiones emocionales que el vivir encerrados pueden producirnos.

Reseño algunas de las indicaciones más relevantes:

  1. Comprender la realidad y aplicar las recomendaciones gubernamentales, nos permitirán superar lo antes posible esta situación.
  2. Compromiso con nuestra responsabilidad individual y social. Se trata de “hacer lo correcto” dado que depende en gran parte de nosotros mismos. Reto compartido al que nos sentimos hermanados en su cumplimiento con solidaridad y generosidad.
  3. Planifica la nueva situación. Nuestra vida cambia y hemos de planificar nuevas rutinas. Organiza bien lo que puedes hacer, cuándo y cómo. Determina qué tiempo hay para el trabajo y cuál para el descanso. Negocia con tu familia de manera flexible cómo organizaros las tareas de casa dando voz a cada uno de sus miembros.
  4. Infórmate adecuadamente. Evita la sobreinformación. Busca siempre canales de información oficial. Cuida el consumo de las redes sociales plagadas de noticias falsas e informaciones inútiles que alimentan el temor y la intranquilidad.
  5. Mantén los contactos con tus familiares, amigos, compañeros de trabajo y especialmente con los mayores sean o no familiares nuestros.
  6. Aprovecha el momento. Dado que se trata de una situación temporal aprovecha para descubrir otro ritmo de vivir y profundizar tus vínculos significativos, intimar en la comunicación, etc. Busca organizar espacios de disfrute, juegos interactivos u online, leer, escribir, pintar…. Y, ¡pon en marcha toda tu creatividad!!
  7. Observa el estado de salud de quienes te rodean. Sin obsesionarte. Mantente atento/a acerca de si puede haber algo que te preocupa e infórmate del protocolo que siguen las autoridades.
  8. Autocuidado. Procura recibir luz natural 20 minutos al día, lleva una dieta equilibrada y dormir un número adecuado de horas y sobre todo, ¡no pierdas tu sentido del humor! ¡Lo vas a necesitar mucho!
  9. Cuida especialmente tu estado de ánimo, lo que dices y cómo lo dices especialmente si tienes niños pequeños y personas mayores a tu cargo en. Hazlo por ti mismo o misma para que puedas desarrollar todos los recursos psíquicos arriba expuestos que te mantienen funcional y resolutivo.

Y, dado que en el viaje está la experiencia, no me queda más que desearles de corazón:

¡Buen camino!

A ninguno de nosotros se nos escapa que la situación de emergencia sanitaria generada por el coronavirus pone a prueba nuestra capacidad de adaptación. En cuestión de días hemos transitado por fluctuantes y variopintas emociones como el desconcierto, la incredulidad, la tristeza y la angustia comprensibles frente a una situación novedosa y excepcional que conlleva manejar altas dosis de incertidumbre e implica la adopción de medidas de autoprotección drásticas que cambian nuestras rutinas de vida.

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