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Por qué es tan difícil dejar de tocarse la cara (y cómo afecta directamente a tu salud)
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Por qué es tan difícil dejar de tocarse la cara (y cómo afecta directamente a tu salud)

Las manos van al pan... y a nuestro rostro, y son culpables de que se propaguen muchos virus, pero, ¿hay alguna posibilidad de abandonar este hábito?

Foto: Foto: iStock.
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"Quédate en el rincón hasta que dejes de pensar en un oso blanco". Así comienza la leyenda con la que Tolstói, supuestamente, no pudo dejar que los pensamientos intrusivos sobre osos polares poblaran su cabeza. Si nosotros te pedimos algo parecido, igual tengas que imitar al escritor ruso y quedarte agazapado durante horas en un rincón. ¿Puedes dejar de tocarte la cara durante, pongamos, dos minutos?

Es bastante probable que no lo hayas conseguido. No te fustigues, es normal. Una de las preocupaciones mayores, en el momento que estamos atravesando, es justamente esta: nuestra incapacidad para dejar de tocarnos la cara. Por supuesto, mantener las manos limpias puede prevenir el contagio de enfermedades (y para ello necesitamos estornudar o toser en nuestro codo), pero no es un método infalible. Según la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria, el 80% de las infecciones se contagian a través de ellas, cuando nos tocamos boca y ojos.

¿Hay esperanza?

No es infalible porque, por mucho que nos lavemos las manos, seguimos tocando pomos de puertas, barras del metro u otras superficies, lo que da una oportunidad a los virus y gérmenes de adherirse a nuestros dedos y después pasar directamente a las membranas mucosas de nuestra cara (ojos, nariz y boca). Y no te preocupes, que no eres tú solo, un estudio de 2015 en el que se grabó a un grupo de estudiantes de medicina durante una conferencia concluyó que, de media, nos tocamos la cara unas 23 veces a la hora, indica 'GQ'. Y, como le sucedió a Tolstói con los osos, cuanto más te digan que no debes hacerlo, más lo harás.

Nos cuesta tanto dejar de tocarnos la cara (lo hacemos 23 veces por hora, aproximadamente) porque es un rasgo evolutivo inconsciente

Según Paul Hokemeyer, autor de 'Fragile Power', la mayoría de la gente se toca la cara de manera inconsciente. Esto va desde frotarte los ojos a rascarte o tocar tus labios. "La principal característica de estas acciones es que se producen en un plano inconsciente, pues esto es un rasgo evolutivo de la parte más primitiva de nuestra biología: el sistema límbico", explica el también psicoterapeuta.

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Puede ser preocupante, especialmente en el caso de los niños, aunque hay posibles maneras de intentar paliarlo.

  • Mantén las manos ocupadas con otras cosas. Puede servirte a ti y también a tus hijos, si les das algo con lo que jugar, estarán distraídos y no repetirán el vicio. Desde pequeños juguetes a objetos antiestrés, cualquier cosa puede servir.
  • Conviértelo en algo consciente. Eso significa que debes contabilizar (incluso puedes escribirlo) las veces que lo haces, también puedes advertir a tus hijos cada vez que lo hagan.
  • Utiliza recompensas y castigos. Suena absurdo, pero puedes intentarlo. Permítete algún regalo si cumples tu objetivo, y así dejarás atrás viejas manías.

Y si, por ahora te parece difícil, recuerda que para lavarte las manos convenientemente debes humedecer tus manos, después enjabonarlas durante 20 segundos (recuerda el dorso de las manos, debajo de las uñas y entre los dedos, los grandes olvidados), enjuaga y seca con una toalla limpia. Y, por supuesto, si tienes que estornudar o toser, recuerda poner el codo. El método más recomendado es cubrirse la boca y la nariz con un pañuelo, que después deberás desechar inmediatamente tras su uso, pero si no te sientes con fuerzas de usar 'kleenex' continuamente, entonces la mejor alternativa es el codo.

"Quédate en el rincón hasta que dejes de pensar en un oso blanco". Así comienza la leyenda con la que Tolstói, supuestamente, no pudo dejar que los pensamientos intrusivos sobre osos polares poblaran su cabeza. Si nosotros te pedimos algo parecido, igual tengas que imitar al escritor ruso y quedarte agazapado durante horas en un rincón. ¿Puedes dejar de tocarte la cara durante, pongamos, dos minutos?

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