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La última Navidad del pequeño comercio: “Hemos sobrevivido 157 años, pero se acabó”
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EL FINAL DE UNA ERA

La última Navidad del pequeño comercio: “Hemos sobrevivido 157 años, pero se acabó”

Desde 2014 ha cerrado sus puertas un 4% de los pequeños comercios españoles. Así son los últimos días de dos de los comercios más míticos de la capital

Foto: Los últimos días de una tienda histórica. (Reuters)
Los últimos días de una tienda histórica. (Reuters)

Los últimos días en la librería Nicolás Moya transcurren con la resignada tranquilidad del descuento de un partido que se ha perdido por goleada. El establecimiento de la calle Carretas, a cinco minutos de la Puerta del Sol, abrió en 1862, como reza orgulloso un cartel a la entrada. Isabel II aún reinaba. Cerrará sus puertas con Felipe VI como jefe de Estado. El borbonismo es lo único que pervive. La librería ha superado revoluciones, cambios de gobierno, dictaduras y guerras. Todo, hasta hoy: “Es tan simple como que no se venden libros porque nadie quiere libros”, responde Gema Moya, su actual dueña. “Los estudiantes ya ni vienen por curiosidad”.

La librera lleva casi 30 años tras el mostrador de una tienda que abrió su tatarabuelo y que figura en todos los libros de historia de la medicina, como comprueba el periodista al abrir un libro al azar y toparse con una fotografía decimonónica del establecimiento donde se encuentra. Gema lleva casi un año repitiendo la cantinela desde que anunció su cierre en enero, lo que llamó la atención de medios de comunicación y curiosos que, sin embargo, no han acelerado una larga liquidación que en estos últimos días es de un 50% en todos los productos.

Entre noviembre de 2015 y de 2019 han cerrado 33.732 pequeños comercios, un 4,15% del total

“Ya la cosa no da para más, así que 157 años después, y con todo el dolor de nuestro corazón, cerramos”, explica Gema, que recuerda que ni durante los años del sitio de Madrid en la Guerra Civil la situación fue tan mala. Fuera, hordas de gente movidas por el espíritu navideño de pasear mucho pero gastar poco pasan ante la puerta, se detienen ante el cartel que señala la antigüedad del establecimiento, miran el escaparate y siguen su camino. “Pues claro que da pena, al fin y al cabo es un negocio familiar, y cuesta mucho pensar que esto va a desaparecer. Pero no somos los únicos. Este año han desaparecido muchas librerías y el año que viene desaparecerán más”.

No se trata únicamente de librerías. Según el último informe publicado por UATAE (Unión de Asociaciones de Trabajadores Autónomos), entre noviembre de 2015 y de 2019 han cerrado 33.732 pequeños comercios, un 4,15% del total. 23 al día. “Se ha planteado un marco de competencia muy difícil para los pequeños comerciantes, aunque se deban introducir pequeñas mejoras para aumentar su competitividad”, explica María José Landaburu, secretaria general de la organización. “Las grandes superficies, los horarios laborales o las plataformas 'online' crean un marco complicado para los consumidores, porque a las grandes superficies se les añade el comercio electrónico y las grandes marcas”.

placeholder Foto: Reuters.
Foto: Reuters/Sergio Pérez.

Son las marcas que se observan desde la puerta de Nicolás Moya las que han ido convirtiendo la librería en un último bastión de resistencia en el imperio de la moda, como la Galia de Asterix. “Mira, esta era antes la calle de las ortopedias”, recuerda la librera. “Galeano llegó a tener tres locales. Morales, La Española, La Villa… Ya no queda ninguna”. La última, explica, se encontraba en el local de al lado de la librería y cerró tres años atrás. En su lugar, ahora hay un franquiciado de ropa. Otro más.

¿Quiénes cierran?

Bucear en los datos proporcionados por la UATAE permite identificar dinámicas llamativas entre regiones. Las que más afectadas se han visto son Cantabria, Asturias, Castilla-León o La Rioja, que comparten una característica: se encuentran en el norte y el centro de la península. La explicación, básicamente, que “hay comunidades que tienen una mayor resistencia al mantenimiento de la actividad comercial porque están ligadas a la actividad turística y vacacional, como ocurre en la costa, o con centros de innovación y negocios, como sucede con Madrid”. De ahí que, por ejemplo, Canarias, Baleares o la Comunidad Valenciana se hayan resentido mucho menos. Cataluña es la comunidad donde más empleos se han perdido en términos absolutos, ya que “puede estar influyendo la situación política”.

Lo que tienen en común la mayor parte de establecimientos cerrados es que son de sectores donde ha surgido la competencia de las tiendas 'online'. Es decir, prácticamente todos. “Tiendas de libros, de ropa, ahora alimentación… son los más sometidos”, recuerdan desde UATAE. Ante dicha situación, algunas librerías se han asociado, por ejemplo, para ser capaces de despachar un libro con la misma velocidad que las plataformas como Amazon. Es decir, organizarse para combatir con las mismas armas que los gigantes.

Un problema adicional surge cuando las tiendas tradicionales se convierten en escaparates para el comercio 'online'. Como le explicó a Gema un compañero, dueño de una tienda de material quirúrgico en el centro, es cada vez más común que la gente se presente en el establecimiento, eche un vistazo a los productos con sus propias manos… y apunte la referencia para pedirlos más tarde por internet. “Para estar aquí todo el día como un tonto haciendo de escaparate para Amazon, cierro”.

Sacrificios imposibles

Otro de los establecimientos carismáticos que han cerrado este año ha sido Radio City, la tienda de discos que abrió sus puertas en 2005 y una de las pocas que resistían tras el tsunami de la crisis. La historia de su dueño, Jesús Álvarez, muestra que no es solo una cuestión de rentabilidad. “El principal motivo de nuestro cierre fue la incompatibilidad de la vida familiar con lo que implica una tienda como la mía, donde la posibilidad de contratar a alguien es una quimera”, explica.

“He amado mi trabajo hasta el último día, pero el precio que pagaba por él era muy alto”, explica Jesús Álvarez, que este año ha cerrado Radio City

Eso significa que, aunque las cuentas le saliesen más o menos durante los 15 años que estuvo abierta la tienda, eso implicaba otros sacrificios. “Mantener tu tienda con salud y llevarte un sueldo decente a casa se convierte en todo un logro”, añade. “Por fortuna lo conseguí, pero después de ese tiempo sabía perfectamente que, en el mejor de los casos, esa era mi perspectiva. He amado mi trabajo hasta el último día, pero el precio que pagaba por él era muy alto”. Tener una tienda es, básicamente, autoemplearse. Y eso implica un gran desgaste.

“He sido a la vez contable, 'community manager', señor de la limpieza, jefe de compras (gran responsabilidad), señor de mantenimiento, e incluso he intentado atender a la gente con la buena actitud que merecían”, recuerda. Casi una década y media saliendo de casa a las 9 de la mañana y volviendo a las 9 de la noche de lunes a sábados, sin apenas poder ver a su familia, apenas dos semanas de vacaciones (“pagadas por ti”) y la constante sensación de las cosas tan solo podían a peor.

placeholder Uno de los últimos conciertos en Radio City.
Uno de los últimos conciertos en Radio City.

“Por desgracia, el número de personas dispuestas a apostar por el pequeño-mediano comercio empieza a ser insuficiente para mantenerlas todas a flote”, lamenta. Una de las críticas planteadas por UATAE es que no se han tomado las medidas necesarias desde las administraciones públicas para evitar el colapso de un sector que, como recuerdan, “no es solo que ocupe al 25% de los autónomos de este país, es que el peso que tienen en el conjunto de la actividad es muy mayoritario, y el comercio es clave en la cohesión y dinamización de las viviendas”.

Durante las últimas semanas de apertura de Radio City, la tienda se iba llenando cada vez más a medida que el porcentaje de descuentos aumentaba. “Lo más desalentador es que creo que toda esta situación la hemos propiciado muchos de nosotros”, reflexiona Álvarez. “Por supuesto no aquella gente que no puede hacer el esfuerzo. No puedes pedir 'heroicidades' a gente que va justa. El problema creo que está en aquellos que pueden y no están dispuestos a renunciar a nada”.

Nicolás Moya se libró al principio por la especialización, pero ha terminado cayendo

Una vez más, vuelve a aparecer el nombre de Amazon, el espejo en el que todas las tiendas se ven obligadas a mirarse. “Aunque haya que realizar un planteamiento desde lo público para competir con estos gigantes, en la medida que todos queremos vivir en barrios con vida, los consumidores también debemos hacer esa reflexión”, proponen desde UATAE. “Imaginemos un barrio con tiendas cerradas, sin actividad vecinal y sin consumo de proximidad. Aquellos barrios que pierden sus comercios se deterioran mucho más rápido”.

¿Una nueva esperanza?

A lo largo de una hora de entrevista, apenas entran un par de personas a Nicolás Moya. Las que lo hacen, como la madre de una futura veterinaria en busca de un par de manuales para sus hijos, son la clase de comprador que no hace tanto tiempo llenaba la tienda en época navideña. El cierre de la librería contradice uno de los mantras repetidos por los gurús: que, especializándose, uno está inmunizado ante todas las adversidades.

Foto: Leticia, dueña de El Caballito del Marqués, una de las tiendas insumisas. (Héctor G. Barnés)

“Nosotros al principio nos libramos porque no éramos como otras librerías que su principal producto era el Premio Planeta”, recuerda la dueña. Sin embargo, la competencia surgía por todas partes, incluso de la propia internet, ya que muchos estudiantes comenzaban a considerar que Google Imágenes ofrecía la misma información que un libro médico. “El otro día una estudiante me decía que había llegado a pagar 1.000 euros por la matrícula de una universidad pública”, recuerda Gema. “Diles entonces que tienen que gastar otros 500 en libros. Es en lo primero que recortan”. La posibilidad de abrirse a otra clase de libros mientras sobrevives dentro del triángulo de las Bermudas que conforman Fnac, Corte Inglés y Casa del Libro es irreal.

Las últimas copias despachadas en Nicolás Moya de títulos que uno no pensaría que podrían existir van a manos de curiosos apenados por el cierre de un comercio centenario pero que probablemente jamás se habrían dejado un euro en él sin rebaja. “Me suelen decir 'claro, es que forma parte del paisaje del barrio, y de repente no verlo, pensábamos que esto no iba a desaparecer'…”, recuerda Gema. “Pero es lo que tiene la vida: todo tiene un principio, todo tiene un fin”.

"Es muy cierto aquello de que la única revolución que le queda al ciudadano está en el consumo"

“Todas las bondades que suelen atribuir al pequeño-mediano comercio son ciertas”, concluye Álvarez. “Sobre todo, las relacionadas con la redistribución de la riqueza y la generación de impuestos que mantienen nuestro estado de bienestar. Creo que es muy cierto aquello de que la única revolución que le queda al ciudadano está en el consumo. En nuestra mano está”.

Los últimos días en la librería Nicolás Moya transcurren con la resignada tranquilidad del descuento de un partido que se ha perdido por goleada. El establecimiento de la calle Carretas, a cinco minutos de la Puerta del Sol, abrió en 1862, como reza orgulloso un cartel a la entrada. Isabel II aún reinaba. Cerrará sus puertas con Felipe VI como jefe de Estado. El borbonismo es lo único que pervive. La librería ha superado revoluciones, cambios de gobierno, dictaduras y guerras. Todo, hasta hoy: “Es tan simple como que no se venden libros porque nadie quiere libros”, responde Gema Moya, su actual dueña. “Los estudiantes ya ni vienen por curiosidad”.

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