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Qué pasa si decides quitarle el teléfono a tu hijo
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Qué pasa si decides quitarle el teléfono a tu hijo

Un estudio del King's College de Londres ha llegado a la conclusión de que la relación de los más pequeños con sus móviles puede calificarse como adicción

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Las drogas, el alcohol, el juego, incluso la comida basura son algunas de las palabras que acuden a nuestra mente cuando pensamos en adicciones. Ese consumo de determinados productos que no podemos abandonar por razones de dependencia psicológica o fisiológica. En los años 80 y a principios de los 90, por ejemplo, la heroína se llevó por delante a miles de jóvenes en España. La epidemia de los opiáceos, especialmente en Estados Unidos, continúa, quizá porque los seres humanos, irremediablemente, llevamos en nuestro carácter el 'gen' de la afición desmesurada a algo.

Cada vez más personas incluirán probablemente los teléfonos inteligentes en su lista mental. Solo hace falta echar un vistazo a nuestro alrededor cuando viajamos en autobús, compramos o vamos andando por la calle: todo aquel con el que nos cruzamos lleva la vista baja, su dedo se desliza por la pantalla para seguir mirando 'stories' de Instagram, conversaciones de WhatsApp u opiniones en Twitter. Y de nuevo, como pasó en los 80 y 90, son los jóvenes el grupo en el que más se ha puesto el foco, con preocupación.

Una muestra con 42.000 jóvenes

Un estudio del King's College de Londres, llevada a cabo por psiquiatras, asegura que casi una cuarta parte de los jóvenes dependen tanto de sus móviles que esto se ha convertido en una investigación. El informe explica que si se les negase el acceso a su teléfono, podrían adquirir comportamientos "violentos" o "aterrados", igual que los de un adicto cuando se le priva de aquello de lo que depende psicológicamente. Advierte también que esta adicción tiene graves consecuencias para la salud mental, informa 'BBC'.

A muchos jóvenes, si se les niega el acceso a su teléfono, pueden adquirir comportamientos violentos igual que los de un adicto

El estudio fue publicado en 'BMC Psychiatry' y en él estuvieron involucrados un total de 42.000 jóvenes. Descubrió que el 23% de ellos tenía un comportamiento con su teléfono que coincidía con el de una adicción, y englobaron características tales como la ansiedad por no poder usarlo, sobrepasar con mucho el tiempo indicado para usarlo o utilizarlo en momentos que podían poner en riesgo otras actividades.

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Tal comportamiento adictivo podría estar relacionado con otros problemas como el estrés, la depresión, la falta de sueño y la reducción del rendimiento en el colegio. "Es un hecho que los teléfonos inteligentes han llegado para quedarse", explica Nicola Kalk, uno de los autores del informe, del Instituto de Psiquiatría, Psicología y Neurociencia del King's College, "es necesario por tanto comprender los problemas que puede causar su uso excesivo. No sabemos si es el teléfono en sí lo que puede ser adictivo o las aplicaciones que se usan", añade.

El comportamiento adictivo podría estar relacionado con otros problemas como el estrés, la depresión o la falta del rendimiento en el colegio

"Es necesario concienciar públicamente sobre su uso a los niños y los jóvenes, y también los padres deben saber cuánto tiempo pasan sus hijos con el teléfono", añadió. "Las adicciones pueden tener serias consecuencias en la salud mental y el funcionamiento diario, por lo que es necesario que realicemos más investigaciones al respecto", algo que también ha refutado Amy Orben, investigadora de la Unidad de Cognición y Ciencias del Cerebro en la Universidad de Cambridge: "Todavía queda mucho por saber, ya se ha demostrado en el pasado que no deben hacerse conexiones causales entre el uso de los teléfonos y, por ejemplo, la depresión. Sus efectos no son una calle de sentido único, pero sí es cierto que el estado de ánimo puede afectar a la cantidad de tiempo que lo uses", explicó.

Las drogas, el alcohol, el juego, incluso la comida basura son algunas de las palabras que acuden a nuestra mente cuando pensamos en adicciones. Ese consumo de determinados productos que no podemos abandonar por razones de dependencia psicológica o fisiológica. En los años 80 y a principios de los 90, por ejemplo, la heroína se llevó por delante a miles de jóvenes en España. La epidemia de los opiáceos, especialmente en Estados Unidos, continúa, quizá porque los seres humanos, irremediablemente, llevamos en nuestro carácter el 'gen' de la afición desmesurada a algo.

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