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El irlandés que descubrió un truco para que le tocase seguro la lotería y funcionó
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UNA LÓGICA IMPLACABLE (PERO ARRIESGADA)

El irlandés que descubrió un truco para que le tocase seguro la lotería y funcionó

A comienzos de los años 90, un empresario llamado Stefan Klincewicz diseñó un complejo sistema basado en una sencilla premisa para conseguir el mayor bote de la lotería irlandesa

Foto: Klincewicz muestra el cheque que recibió en el programa 'We Won the Lotto' de RTÉ One.
Klincewicz muestra el cheque que recibió en el programa 'We Won the Lotto' de RTÉ One.

Todos soñamos con que nos toque la lotería, al menos durante las milésimas de segundo que tardamos en sacar el billete de 20 euros cada Navidad para pagar el décimo de la empresa. Un gesto banal, de derrota anticipada. Pero imagine que se lo toma en serio y quiere, sí o sí, llevarse el gordo. ¿Cómo lo haría? No hay mucho que pensar. Es tan tonto como comprar todos los boletos con todas las combinaciones posibles. Una lógica infantilona que a todos se nos ha pasado por la cabeza alguna vez y que, por supuesto, es irrealizable en el mundo real. Desde luego, hay que ser un poco de Bilbao para ganar la lotería así, a lo bestia, comprándolo todo.

El empresario irlandés de origen polaco Stefan Klincewicz tuvo una ocurrencia semejante en 1990, cuando tenía unos 40 años, pero no fue en el 'txoko', sino en el pub Scruffy Murphy de Dublín. Era donde había creado una peña de 10 miembros que, todas las semanas, ponían unas 30 libras para comprar lotería basándose en la premisa de que unos números salían más que otros. Sin embargo, ese día, a Klincewicz se le ocurrió algo más riguroso. En el bombo de la lotería irlandesa había 36 números, y bastaba con adivinar 6 para llevarse el bote. Si no, se acumulaba para el siguiente. En resumen, había una posibilidad entre 1.947.792 de alzarse con el mayor premio.

Eran los años 90, por lo que todas y cada una de las papeletas debían rellenarse a mano. Contrataron a gente que se pasó meses haciéndolo

Los engranajes de la cabeza del empresario comenzaron a moverse. Si la probabilidad era esa, y cada boleto costaba media libra, con exactamente 973.896 libras podían comprar todos y cada uno de los boletos y asegurarse el premio gordo cuando el bote hubiese engordado lo suficiente. Así que se sentaron a esperar hasta la semana del 30 de mayo de 1990, cuando el bote ascendió a 2,2 millones de libras. Si todo salía bien, podían llevarse más de un millón de libras de beneficio. Tan solo se necesitaban un par de cosas, y no eran fáciles de encontrar. Para empezar, dinero, mucho dinero. Pero también una gran logística que permitiese obtener todos esos billetes sin levantar sospechas y garantizando que se hacían con todos los números.

La primera dificultad fue subsanada por Klincewicz montando una red de 28 acaudalados inversores, entre los que había abogados, ejecutivos y constructores. La segunda, utilizando ese dinero recaudado para costear los costes que suponía movilizar una red de colaboradores por toda Irlanda para conseguir comprar casi dos millones de boletos. Había una dificultad adicional: estaban a comienzos de los años 90, por lo que todas y cada una de las papeletas tenían que rellenarse a mano. La solución había sido ir comprando boletos en blanco e ir rellenándolos durante los meses previos.

placeholder La sede de la Lotería irlandesa en Dublín. (iStock)
La sede de la Lotería irlandesa en Dublín. (iStock)

El primer paso de Klincewicz, como él mismo explicó después de que su épica historia surgiese a la luz, fue recaudar todo el dinero necesario. Una vez lo tuvo, lo ingresó en una cuenta en el banco que sirvió para sufragar la apertura de varias oficinas a lo largo y ancho de todo el país, desde las que se coordinaría la cumplimentación y compra de boletos. Desde allí se contrataba a los trabajadores para que rellenasen a mano los boletos y los llevasen a las oficinas, eso sí, utilizando el “boca oreja”. Obviamente, no podían publicar una oferta de empleo que rezase “se busca grabador de datos para reventar la lotería nacional”.

Durante la semana previa al sorteo, alquiló una serie de habitaciones de hotel por todo el país, y poco a poco, el mismo equipo que había rellenado los boletos comenzó a acudir a los establecimientos para comprar los boletos ya rellenados. Con lo que no contaban cuando se pusieron en marcha es con que la lotería no era tan tonta como parecía, y cuando comenzaron a notar que ocurría algo raro –como, por ejemplo, que las sucursales donde apenas se vendían 1.000 boletos de repente habían despachado 15.000 en una única mañana– intentaron contraatacar.

Consiguieron adquirir alrededor del 80% de boletos posibles, gastándose 900.000 libras en dos días

Entre las medidas tomadas se encontraba limitar el número de boletos que cada máquina podía expender e inutilizar aquellas que sabían que estaba siendo utilizadas por la banda –muy bien– organizada. No lograron echar por tierra el plan de Klincewicz y los suyos, que consiguieron adquirir alrededor del 80% de números posibles, gastándose 900.000 libras en un par de días. Estos eran almacenados en un lugar seguro y, como el propio Klincewicz explicó hace más de 20 años a 'The Independent', solo les quedaba “relajarse y disfrutar”. Entonces, llegó el gran día.

Las matemáticas del azar

El 30 de mayo de 1992, cuando cayeron las seis bolas del bombo, Klincewicz y los suyos se lanzaron a comprobar si su boleto había sido uno de los premiados. Y así había sido: el bote era suyo. Pero, y aquí viene el gran problema, no solo suyo. Otros dos participantes más habían rellenado la combinación ganadora, por lo que el bote acumulado de 2,2 millones debía dividirse entre tres, lo que en principio les proporcionaba unos ingresos semejantes al dinero invertido. Su salvación fueron los segundos y terceros premios, que les permitieron llevarse finalmente alrededor de 310.000 libras de beneficio.

placeholder Cuantas más bolas, más difícil será que aciertes. (iStock)
Cuantas más bolas, más difícil será que aciertes. (iStock)

El proceso de recuperación del dinero fue, como cabía esperar, arduo, pero no ilegal. La lotería se vio obligada a reaccionar rápidamente y reformar el sistema para que el número de combinaciones disponibles aumentase: decidió añadir tres bolas extra en 1992 y otras tres más en 1994, 2006 y 2015. Hoy en día, son 48, lo que hace que el número de boletos haya aumentado desde los casi dos millones de la época de Klincewicz hasta los 10,7 millones. Esta vez sí, una cifra difícilmente alcanzable tanto por razones económicas (el precio de la apuesta mínima ha aumentado hasta los cuatro euros) como logísticas. Habría que gastar más de 40 millones de euros para garantizar una victoria, además, que podría ser repartida. La clave, además, se encuentra en que hoy en la mayoría de juegos el dinero repartido depende del número de ganadores, lo que lo hace muy arriesgado, mientras que en la irlandesa los que acertaban cuatro números tenían garantizado que recibirían al menos 100 libras.

Algo semejante ocurre en nuestro país. La probabilidad de acertar la Primitiva es de una entre 139.838.160; de hacerlo en el Euromillones, de una ente 116.531.800; la Lotería, desciende hasta los 18 millones; y la Bonoloto y Primitiva, a los 13.983.816. Mucho más sencillo sería dar con el número exacto de la ONCE (una entre 100.000) si no fuese por un problema asociado a su funcionamiento: es prácticamente imposible recorrer en un solo día los kioskos de toda España para conseguir todos y cada uno de los boletos. Sin embargo, seguimos confiando en que alguien de Bilbao, muy de Bilbao, decida remangarse un buen día e intentarlo.

¿Qué fue de Klincewicz?

Cuando alguien adivina cómo reventar un juego de azar, se puede decir que le toca dos veces la lotería. Y, si no, que se lo digan a los Pelayo. Una, cuando recibe el dinero obtenido en el juego. Otra, cuando su nombre sale a la luz y se convierte en un gurú de los juegos de azar que crea a su alrededor una pequeña industria de libros, cursos y charlas. Es lo que le ocurrió al inversor, que poco después de sus hazañas publicó 'Win the Lotto', cuyo título lo dice todo.

Foto: Marge y Jerry, en una imagen cedida a 'The Huffington Post' por Dawn Tomlinson.

Hoy, es uno de esos nombre que aparecen cada vez que alguien publica un reportaje sobre grandes estrellas de la lotería. Sus restos cibernéticos ya llenan la red: por ejemplo, se le puede encontrar en una cuenta de Twitter inactiva desde 2013 que promociona una página llamada “Mega Lotto” que está “en construcción”. La imagen de perfil muestra a un ya maduro Klincewicz sonriendo a cámara. Pero más reveladora aún resulta la imagen de fondo de la cuenta, una playa paradisíaca frente a la cual se pasea un yate. El cliché absoluto de la lotería, como aquel Curro del Caribe. Pero una vida aún inalcanzable por mucho que hayas “hackeado” las apuestas si tienes que repartir tus ganancias con otras 28 personas más.

Todos soñamos con que nos toque la lotería, al menos durante las milésimas de segundo que tardamos en sacar el billete de 20 euros cada Navidad para pagar el décimo de la empresa. Un gesto banal, de derrota anticipada. Pero imagine que se lo toma en serio y quiere, sí o sí, llevarse el gordo. ¿Cómo lo haría? No hay mucho que pensar. Es tan tonto como comprar todos los boletos con todas las combinaciones posibles. Una lógica infantilona que a todos se nos ha pasado por la cabeza alguna vez y que, por supuesto, es irrealizable en el mundo real. Desde luego, hay que ser un poco de Bilbao para ganar la lotería así, a lo bestia, comprándolo todo.

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