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Por qué las francesas no necesitan adelgazar
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Por qué las francesas no necesitan adelgazar

¿Hemos llegado demasiado lejos con el imaginario popular? ¿Son realmente nuestros vecinos como los imaginamos? Una periodista cuenta cómo es ser obesa en el país del amor

Foto: Foto: iStock.
Foto: iStock.

Quizá es culpa del imaginario popular o de cómo nos las han vendido en los medios, pero, por lo general, la mujer francesa (pensemos en Catherine Deneuve, Marion Cotillard, Juliette Binoche, Sophie Marceau y la lista sigue) se nos presenta como el epítome de la clase y la frescura. París es la ciudad del amor y no podemos evitar pensar en una mujer con una camiseta de rayas y una boina, la baguette bajo el brazo, cruzando la ciudad en su bicicleta, cuando pensamos en ella.

La mujer francesa, además de ser el colmo de lo 'chic' (comienza a sonar alguna balada de Edith Piaf mientras lo pensamos) es, irremediablemente en nuestra imaginación, delgada. Parece que, nos guste o no, la clase va relacionada con ello. No en vano si ponemos en internet "¿por qué las francesas...?", una pregunta que puede abarcar un mundo, la primera frase que nos sugiere Google es "no engordan" (seguida de "son tan elegantes").

La francesa 'chic'

Así es, no hay más que echar un simple vistazo para encontrar miles de webs que tratan el tema como si de un artículo científico se tratase. Aconsejan qué hacer para convertirte en una parisina cualquiera (la melena al viento) e incluso recomiendan comprar el libro 'Las francesas no engordan' de Mireille Guiliano, que, según explica: "Las francesas no engordan, pero disfrutan comiendo pan y pasteles, bebiendo vino y tomando tres platos. Desciframos los sencillos secretos de esta «paradoja francesa» –cómo logran disfrutar de la comida sin perder la línea y conservando la energía".

Solo hay que echar un vistazo en internet para ver que existen miles de páginas que explican por qué las francesas no engordan y son tan elegantes

¿Es verdad todo esto o se trata de un lavado más de cerebro globalizado, como el que piensa que nosotros nos pasamos el día durmiendo la siesta y comiendo paella? La periodista Sarah Shemkus ha tratado de descifrar el secreto en un artículo de 'Medium' en el que se confiesa: "Yo estoy gorda (me gusta más esa palabra que obesa). Tengo doble papada y cualquier doctor te diría que no estoy en mi peso. Hace unos años decidí hacer un viaje de cuatro semanas por Francia y me pregunté cómo encajaría. Mi objetivo era lograr una apariencia que pudiera describirse aproximadamente como 'francesa'", confiesa.

Foto: Batalla en el jardín. (YouTube)

Shemkus asegura que se volvió completamente loca tratando de vestir como una verdadera francesa. De nuevo, internet recomendaba camisetas, vaqueros, pañuelos anudados al cuello y todas esas cosas que nuestra mente predispone que las parisinas chic llevarán desde que se levantan por la mañana. "Las francesas no se maquillan nunca", leía, "estas son las mejores maneras de anudarse un pañuelo como una parisina", la lista seguía. "De vez en cuando", cuenta, "me preguntaba por qué los viajeros queremos evitar parecer turistas, cuando eso es exactamente en lo que hemos gastado tanto dinero y tiempo en convertirnos. Con la ropa que compré parecía un cono. Adquirí, en total, una falda y un abrigo, cuatro pares de pantalones, un vestido, dos pares de botas y cinco tops, casi todos negros. Doblé las piezas nuevas en mi bolsa de viaje, junto con algunos artículos más antiguos, me subí a un avión y me fui a Francia".

Mientras nos familiarizábamos con el pueblo descubrimos que las francesas, en ocasiones, engordan después de todo

Se alojaron en Saint-Malo, una pequeña ciudad costera que se adentra en el Canal de la Mancha. Los edificios eran altos y estrechos y estaban hechos de piedra, todos los días su marido y ella paseaban por las murallas y después iban a una pastelería. "Al principio examiné a cada mujer con la que me encontré, analizando su atuendo. Como prometía internet, llevaban bufandas y colores neutros, pero también las había con deportivas en lugar de tacones o incluso el pelo color violáceo. La mujer de la pastelería, que tenía un estilo 'estadounidense', se supone, estaba emocionada con que dos verdaderos americanos fueran a desayunar todas las mañanas. Y, mientras nos familiarizábamos con el pueblo, descubrimos que las francesas, en ocasiones, engordan después de todo".

Lo que verdaderamente importa

La conclusión que sacó fue que, engordaran o no, la verdadera gracia de las francesas era que sentían una total indiferencia hacia todo. "Nunca me observaban, no sentían consternación por mi ropa. Quizá eso fue lo que me mimetizó con el ambiente, era tan invisible como cualquiera y, por tanto, no importaba realmente la ropa que llevase". De la misma manera, la mujer de la pastelería estaba totalmente hipnotizada por tener unos americanos de verdad en su tienda. Poco a poco, Shemkus tuvo que ir desestructurando todos sus prejuicios y haciéndose otra idea diferente. "Había aprendido a fingir que mi apariencia no llevaba ningún esfuerzo, o quizá no estaba fingiendo en absoluto", apunta.

"Un día", apunta, "recibí un correo electrónico en el que me informaba sobre un vestido que había pedido tres días antes de marcharme, había llegado al fin a mi casa. Era increíble, negro, salpicado de flores atrevidas, un poco ajustado. Podría haber sido la respuesta al dilema de qué vestirse para una elegante cena en París, pero yo estaba sentada sobre una caja de cartón en una casa destartalada a muchos kilómetros de distancia. En ese momento lo comprendí, ninguna de mis preocupaciones antes del viaje eran reales. Ya nada de eso me importaba", concluye.

Quizá es culpa del imaginario popular o de cómo nos las han vendido en los medios, pero, por lo general, la mujer francesa (pensemos en Catherine Deneuve, Marion Cotillard, Juliette Binoche, Sophie Marceau y la lista sigue) se nos presenta como el epítome de la clase y la frescura. París es la ciudad del amor y no podemos evitar pensar en una mujer con una camiseta de rayas y una boina, la baguette bajo el brazo, cruzando la ciudad en su bicicleta, cuando pensamos en ella.

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