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El plan que ha funcionado en Noruega para evitar que los delincuentes reincidan
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"LA CÁRCEL MÁS HUMANA DEL MUNDO"

El plan que ha funcionado en Noruega para evitar que los delincuentes reincidan

El país nórdico ha conseguido reducir la reincidencia en un 25% en los últimos años gracias a las buenas políticas penitenciarias que desempeñan con los reclusos

Foto: Foto: Reuters.
Foto: Reuters.

Fredrik es un hombre de mediana edad condenado a 15 años de prisión por asesinato. En un estudio anexo a su celda, está dando los últimos retoques a la portada ilustrada del libro de cocina de la prisión noruega de Halden. No solo se dedica a pintar, también está estudiando matemáticas y física. El resto del tiempo lo pasa reflexionando sobre su pasado para aceptar y poder vivir con los remordimientos de todo el dolor causado. Para él, como para otros muchos presos del país escandinavo, la cárcel no es un castigo por haber hecho cosas muy malas, sino más bien un retiro silencioso en el que poder hallar el perdón propio y, los más optimistas, la paz espiritual.

“Si no tienes buenas oportunidades y estás encerrado en una jaula, es imposible que te conviertas en un buen ciudadano. Aquí hay buenas oportunidades, puedes sacar diplomas y cuando salgas, un trabajo estable”. Estas declaraciones del recluso han suscitado muchísimo interés dentro del mundo penitenciario internacional a raíz de un reportaje de Emma Jane Kirby, periodista de la 'BBC', quien se ha hecho eco de las voces de los presos en Noruega, el país que presume de tener el mejor sistema carcelario del mundo.

Ante todo, los reclusos son seres humanos. Han obrado mal, deben recibir castigo, pero siguen siendo seres humanos

Clases de yoga para asesinos, violadores y traficantes de drogas. “Los tranquiliza”, comenta Are Hoidal, gerente de la prisión. “No queremos ira y violencia en este lugar. Queremos que los internos estén tranquilos y sean pacíficos”. Dicha tranquilidad no es nada barata. Una plaza en Halden cuesta cerca de 110.000 euros al año sufragado en impuestos (teniendo en cuenta que el sistema fiscal noruego es uno de los mejores del mundo). “Guardias y prisioneros permanecen todo el tiempo juntos en las actividades. Comen, juegan al voleibol, se dedican al ocio… y eso nos permite interactuar con ellos para motivarles. Nos aseguramos de que un interno cumpla su condena, pero también le ayudamos a ser una mejor persona. Somos como modelos a seguir, sus entrenadores y mentores”.

A principios de la década de 1990, el Servicio Correccional noruego se sometió a una serie de reformas para centrarse mucho menos en lo que Hoidal denomina “venganza” a “rehabilitación”. Poco a poco se fueron ofreciendo a los presos programas diarios de educación y capacitación. “Desde entonces, la reincidencia en Noruega ha disminuido un 20% en dos años, y cerca de un 25% después de cinco. ¡Esto funciona!”, expresa.

Foto: Han marcado la diferencia. (Foto: iStock)

“En Noruega, el castigo simplemente es privar de la libertad a una persona”, prosigue Hoidal. “El resto de derechos permanecen. Los presos pueden votar, tener acceso a la escuela o a la atención médica. En definitiva, tienen los mismos derechos que cualquier ciudadano noruego. Porque, ante todo, los reclusos son seres humanos. Han obrado mal, deben recibir castigo, pero siguen siendo seres humanos”.

“Dos reclusos están jugado con las llantas de un automóvil, limpiándolas de lodo y volviéndolas a fijar en los coches”, describe Kirby. “La mayoría deja su celda a las siete y media de la mañana y entran a trabajar a las ocho. No vuelven hasta las ocho y media de la noche. La idea es darles un sentido de normalidad y ayudarles a que se enfoquen en estar preparados para su nueva vida cuando salgan. Muchos serán liberados y accederán al mercado laboral como mecánicos, carpinteros o chefs totalmente cualificados”.

Cada oficial tiene tres presos a su mando, por lo que está muy equilibrado, ya que la cárcel no presume de ser demasiado grande

La relación con el exterior también es otro de los puntos clave en el camino a su reconducción social. Una vez cada tres meses, los presos con hijos pueden solicitar un plan llamado “Daddy in prison” (“Papá en prisión”) que les permite pasar un par de noches con sus parejas e hijos en un acogedor chalet dentro de la cárcel; solo si pasan las pruebas necesarias o tienen buen comportamiento, claro.

Otra de las curiosidades de Halden es que es un centro penitenciario en el que hay mujeres guardias. Una de ellas, Linn Andreasen, ha hablado con Kirby y asegura que nunca se ha sentido sexualmente amenazada. “Las mujeres están presentes en la sociedad, también en las cárceles. Por tanto, ellos tienen que lidiar con eso. Necesitan respetar no solo el uniforme, sino también a la persona, a la mujer que hay debajo. Nosotras les respetamos a ellos, así que ellos también a nosotras. Es algo mutuo”. Otro preso condenado por tráfico de drogas llamado John, afirma que le parece muy bien. “Las oficiales son muy efectivas para bajar la moral a los hombres. Ayudan a que todo esté mucho más normalizadas".

Foto: Foto: Corbis.

Hoidal admite que existe tráfico de drogas dentro de Halden, pero no de heroína, cocaína o cannabis, sino opiáceos y analgésicos en su mayoría recetados por los médicos. Cada oficial tiene tres presos a su mando, por lo que está muy equilibrado, ya que la cárcel no presume de ser demasiado grande. “Escocia encierra a 150 personas por cada 100.000 habitantes, mientras que Inglaterra y Gales a 140”, compara la periodista. “En Noruega, tan solo 63 por cada 100.000”.

En los próximos días comenzará un coro formado por los reclusos y se espera que el concierto de Navidad coincida con la publicación del libro de cocina. También tienen un estudio de grabación propio, llamado irónicamente Criminal Records. Pero existe una preocupación en el horizonte, y es la de que el gobierno recorte los presupuestos destinados al sistema penitenciario. “Las ganancias de la producción de petróleo en el Mar del Norte están disminuyendo y el gobierno ha advertido que se están produciendo recortes”, explica Kirby. “Si quieres calidad y resultados de alto nivel, necesitamos dinero”, admite por su parte Hoidal. “Me temo que de no ser así habrá más violencia y la tasa de reincidencia aumentará, ya que no podremos mantener todos los programas que tenemos ahora. No es bueno en absoluto. Nada bueno”.

Fredrik es un hombre de mediana edad condenado a 15 años de prisión por asesinato. En un estudio anexo a su celda, está dando los últimos retoques a la portada ilustrada del libro de cocina de la prisión noruega de Halden. No solo se dedica a pintar, también está estudiando matemáticas y física. El resto del tiempo lo pasa reflexionando sobre su pasado para aceptar y poder vivir con los remordimientos de todo el dolor causado. Para él, como para otros muchos presos del país escandinavo, la cárcel no es un castigo por haber hecho cosas muy malas, sino más bien un retiro silencioso en el que poder hallar el perdón propio y, los más optimistas, la paz espiritual.

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