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La venganza de los profesores mal pagados: estas son sus reclamaciones
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La venganza de los profesores mal pagados: estas son sus reclamaciones

Al margen de las credenciales académicas, la mayoría viven al día, desposeídos de una retribución adecuada y una vida digna. "Pero han obtenido algo de forma muy rápida: la unión entre todos"

Foto: Foto: iStock.
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“Tengo dos trabajos de profesora adjunta que no suman el salario de tiempo completo. Estoy muy lejos de eso. Tengo suerte de tener mi propio apartamento. No tengo ni idea de cómo las personas salen adelante si tienen un alquiler que pagar”. Testimonios como el de Ximena Barrientos no son los únicos. Ella lleva impartiendo clases 15 años en el Miame Dade College, una de las instituciones más prestigiosas de la educación superior de Estados Unidos. Es doctorada, pero no tiene un aula designada ni un despacho. Tampoco un horario fijo, ni un título, ni ayudas para el servicio médico, ni tampoco algo que pudiera describirse como un salario digno. Sin embargo, es profesora adjunta a tiempo completo.

Esta es la realidad que ha destapado el periodista estadounidense Hamilton Nolan en la revista 'Splinter' y que ha supuesto un enorme revuelo en toda la Costa Este: los ayudantes son obligados a dormir en los coches, hay adjuntos que duermen en las aulas y otros tantos que ya han sufrido episodios de crisis mentales debido al estrés de no poder ganarse la vida después de todo el esfuerzo y tiempo dedicado a obtener el doctorado. “Al borde de un desastre personal, profesional financiero”, asevera el periodista. Al margen de las credenciales académicas, la mayoría de ellos viven al día, desposeídos de una retribución adecuada y una vida digna. “Pero han obtenido algo de forma muy rápida y a gran escala algo que puede hacerles más fuertes: la unión entre todos”, explica Nolan.

Los adjuntos son despedidos después de cada semestre y luego vuelven a contratarles según las necesidades del siguiente periodo

¿Qué es un “profesor adjunto” en Estados Unidos? La concepción mayoritaria es bastante simple y desoladora: “algo que hacen los jubilados para mantenerse ocupados, una actividad propia de profesionales ya colocados para educar a las personas que se han decantado por su campo, una etapa corta de apenas un año o dos que atraviesa un joven doctorado mientras busca empleo a tiempo completo, pero ciertamente nada que suponga una verdadera carrera en sí misma”.

Algo parecido sucede en España, en este caso, con los profesores asociados. Una categoría creada, en teoría, para aquellos profesionales del sector privado de reconocido prestigio (más o menos igual que el Miami Dade College), que puntualmente pueden impartir un seminario, una conferencia o un curso. Pero que ni mucho menos pueden acarrear con los gastos que supone una vida digna, ya que su salario puede llegar en algunos casos a tan solo los 300 euros al mes.

Foto: Un estudiante pasea por la Universidad Complutense durante una huelga. (Reuters/Susana Vera)

Con el fin de evitar esta injusticia, se creó la Plataforma de Profesorado no Permanente en el seno de la Universidad Complutense de Madrid. Dicha asociación asegura que el 40% del personal docente de las universidades públicas españolas tiene contratos precarios. También sucede en ciudades como Barcelona. “Con el pretexto de la crisis, se ha reducido el número de profesores investigadores con carácter estable a tiempo completo”, explica David Carpio, presidente del comité de empresa de la Universidad de Barcelona.

De regreso en Estados Unidos, la tendencia a largo plazo de la educación superior ha reflejado un descenso de puestos de tiempo completo y un gran aumento de los adjuntos. “No es difícil comprender las razones”, señala Nolan. “Los presupuestos de la universidad se apoyan en la contratación de profesores adjuntos para ofrecer las mismas clases de uno a tiempo completo por el mismo salario, con además cero compensaciones. La escuela también establece a un riguroso control los horarios. Los adjuntos son literalmente despedidos después de cada semestre y luego vuelven a contratarles según las necesidades del siguiente periodo de seis meses”.

La realidad en el país de Donald Trump no es demasiado diferente respecto al nuestro. Sobre todo, en relación a las políticas adoptadas para frenar la recesión económica. “Desde la crisis financiera”, prosigue el periodista norteamericano, “los gobiernos estatales han recortado fondos en la educación pública y esto ha producido dos efectos: los estudiantes han tenido que asumir niveles cada vez más grandes de deuda y la profesión del docente universitario está al borde de la extinción, ya que las posiciones que tienen un gasto de presupuesto mayor son sustituidas constantemente en favor de las adjuntas, mucho más baratas. Muchos esperan celosamente durante años para que un profesor de tiempo completo se retire, solo para ver que el puesto de tiempo completo queda eliminado cuando finalmente ocurre esa jubilación”.

placeholder Donald Trump. (EFE)
Donald Trump. (EFE)

Esto también se revierte en la calidad de la enseñanza. Al tener que compaginar las clases con un segundo oficio, estar mal pagados y prácticamente sin recursos profesionales o continuidad en la programación, no consiguen dedicar toda la ayuda necesaria a los alumnos así como tampoco acabar sus trabajos doctorales. Los alumnos tampoco están mejor. No solo por la deuda que acarrean para realizar sus estudios, sino porque se encuentran con un sistema pobre que tampoco ofrece perspectivas de futuro, en general reflejadas y encarnadas en la figura del profesor.

Pero no todo son malas noticias. “Durante la última década, los adjuntos han comenzado a sindicarse, al darse cuenta de que sus penurias no son las únicas”, afirma Nolan. “En los últimos años, un sindicato ha reunido a cerca de 10.000 profesores de Florida, en una de las campañas laborales a gran escala más notables del país”. Los colectivos se reunieron y formaron el Faculty Forward (algo así como “El claustro hacia delante”) dentro del sindicato Service Employees Internacional Union (SEIU's) con el objetivo de negociar con el rectorado.

En 2018 comenzaron estas reuniones, aunque no tuvieron mucho impacto. “Este año, el clima de negociación se ha vuelto un poco más favorable, pero las dos partes aún no han llegado a los asuntos económicos”, explica el periodista norteamericano. “Y para todos, el problema del dinero es el principal. La lucha por ganar un salario mínimo y digno es lo que obliga a miles de profesores a transitar por vidas de constante lucha y desesperación”.

“Tengo dos trabajos de profesora adjunta que no suman el salario de tiempo completo. Estoy muy lejos de eso. Tengo suerte de tener mi propio apartamento. No tengo ni idea de cómo las personas salen adelante si tienen un alquiler que pagar”. Testimonios como el de Ximena Barrientos no son los únicos. Ella lleva impartiendo clases 15 años en el Miame Dade College, una de las instituciones más prestigiosas de la educación superior de Estados Unidos. Es doctorada, pero no tiene un aula designada ni un despacho. Tampoco un horario fijo, ni un título, ni ayudas para el servicio médico, ni tampoco algo que pudiera describirse como un salario digno. Sin embargo, es profesora adjunta a tiempo completo.

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