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El misterioso caso de Sam Sayers o cómo es posible desaparecer por completo
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El misterioso caso de Sam Sayers o cómo es posible desaparecer por completo

No se sabe nada de ella desde el 1 de agosto, y forma parte de ese pequeño porcentaje de personas que han esfumado sin rastro. Pero tal vez eso no sea lo más perturbador

Foto: Un 'selfie' de Sayers en la montaña donde desapareció.
Un 'selfie' de Sayers en la montaña donde desapareció.

El 1 de agosto de 2018, una joven de 27 años llamada Sam Sayers se despidió de su novio, Kevin Dares (33), a quien había conocido tres antes, en Belltown (Seattle). Su destino, la cima Vesper, no estaba muy lejos. Era la típica escapada por la montaña de unas horas, un paseo antes del anochecer. “Ten cuidado”, le escribió Kevin en un mensaje de texto. “Escríbeme si algo va mal”. Las palabras de Sam fueron las esperadas: “Gracias, nene, te quiero”. Era un paseo para el que la joven, pertrechada con tres o cuatro sándwiches y ropa ligera, estaba bien preparada y acostumbrada. Algo debió de ocurrir, porque nunca nadie ha vuelto a saber de Sayers.

Lo que diferencia su caso de las miles de desapariciones que se producen cada año en EEUU es que forma parte de una dudosa élite: aquella del 3% de los casos que nunca se llegan a resolver. Ha pasado menos de un año, pero que no haya absolutamente ninguna pista sobre su paradero sugiere que muy probablemente nunca se sabrá con seguridad qué ocurrió con ella. Lo cual no quita, claro, para que no hayan emergido multitud de teorías, a cada cual más extraña (o perturbadoramente disparatada). Tanto es así, que la obvia –simplemente se tropezó y se precipitó a una inaccesible brecha de la montaña, y ahora su cadáver descansa bajo el hielo– parece la menos creíble.

Ni señales del teléfono móvil, ni objetos personales, ni huellas. Su caso pertenece al exclusivo 3% que probablemente nunca será resuelto

La historia de Sayers, que puso en marcha una de las grandes operaciones de la búsqueda de toda la historia del Estado de Washington, ha sido relatada en un minucioso reportaje por la periodista de 'Seattle Met' Allison Williams. La autora recuerda lo difícil que es desaparecer hoy en día, y cómo casos como el de Sayers son excepciones puntuales a la regla de un mundo en el que estamos continuamente vigilados y rastreados a través de nuestros dispositivos móviles y la señal GPS que les acompaña como migas de pan en un sendero. Paradójicamente, el ansia por dejar atrás nuestro móvil y ser invisibles puede provocar que nos hagamos demasiado invisibles.

Ni señales del teléfono móvil, ni objetos personales, ni huellas. La última pista de Sayers emerge a mitad de la tarde, cerca de la cumbre, una de las escasas zonas de Vesper donde hay señal. Desde ese momento, casi cualquier cosa parece haber sido posible, y las teorías se han extendido por la región como una enfermedad contagiosa. Un buen día, Kevin, el hombre que había perdido a su pareja de forma trágica, se encontró con un vecino que, sin conocer su identidad, le dijo que estaba convencido de que Sam había sido asesinada por su novio. “Dicen que le gustaban mucho las series de asesinatos, y siempre hay una mazmorra donde lo hacen todo”, le contó. “Yo buscaría en los conductos de ventilación de su casa”. El “viudo” se limitó a comunicarle que el supuesto asesino era él.

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Mapa Sam Sayers

Si otra cosa pone de manifiesto el dramático caso de Sayers no es solo lo difícil que es desaparecer, sino lo complicado que resulta el preoceso para los que se quedan en una sociedad en la que la obsesión por las vidas ajenas, exacerbada gracias a la cantidad de información accesible sobre los demás, ha llegado al paroxismo. Se puede ver en grupos de Facebook como “La verdad sobre el caso Sam Sayers”, donde los usuarios intercambian toda clase de teorías (de la conspiración) sobre lo ocurrido. Una buena muestra de la obsesión que despierta el caso es el documento compartido de 180 páginas escrito por Bethany Johnston que recoge una cronología detallada de todo lo que ha ocurrido. Algunos han ido más allá y aseguran haber hackeado el email del hombre que perdió a su mujer, y haber encontrado signos de que podría tratarse de un asesinato o un suicidio.

Nuestros móviles nos sobrevivirán

¿Qué sabemos con seguridad de lo que ocurrió? En realidad, no demasiado. Se dispone de los testimonios visuales de algunos de los visitantes a la cima Vesper aquel día de calor veraniego, como los que afirmaban haberla visto en sujetador bajo la chaqueta y pantalones (algo habitual, como muestra el 'selfie' que abre este artículo), el que la recuerda comiendo un sándwich de lechuga mientras charlaba con otros montañeros, o la fotografía que accidentalmente se convirtió en la última en la que aparecería, y en la que aparece como una figura diminuta a punto de alcanzar la cima. Otro testigo afirma haberla visto descendiendo la montaña a las tres de la tarde “por el lado equivocado”.

En España se denuncian entre 20.000 y 30.000 desapariciones al año. Muchas de ellas son fugas, pero muchos casos sin resolver son suicidios

Una de estas testigos quiso darles esperanzas a Kevin diciéndole que la había observado viendo un capítulo de 'The Bachelorette', cuya última temporada aún no había terminado. ¿Cómo iba a suicidarse si aún no había visto el final? Esa es una de las posibilidades que suelen rodear la mayoría de desapariciones: el hipotético suicidio. En España, según la última edición del 'Informe Personas desaparecidas 2019', cada año se denuncian entre 20.000 y 30.000 desapariciones. Muchas de ellas (es difícil concretar un número) se trata de fugas, pero otras responden a personas que simplemente decidieron desaparecer para siempre.

La página web Find Sam Sayers responde a las preguntas obvias sobre el caso. No se descarta que fuese un suicidio. Todos los datos de su teléfono están siendo investigados. La huella que apareció no pertenecía al pie de la joven. La hoguera que algunos avistaron a última hora de la tarde muy probablemente tampoco tenía ninguna relación con Sayers. Y lo más llamativo de todo: la familia admitía haberse puesto con médiums para colaborar en la búsqueda. La página también proporcionaba una pequeña guía para todos aquellos que pretendiesen salir a la búsqueda de la desaparecida, en la que se les recordaba no olvidar mapas, gafas de sol, linternas, cuchillos o llevar comida de sobra.

placeholder Sam Sayers
Sam Sayers

El reportaje detalla dolorosamente el proceso por el que pasó la familia desde que, aquella tarde del 1 de agosto, Dares decidiese salir a buscarla, tras pasar horas esperando una llamada que nunca llegó. Casi provoca otra tragedia, al resbalarse en noche cerrada y romper la linterna que había comprado en una gasolinera. La madre de Sayers se enteró de lo que estaba ocurriendo cuando su yerno publicó en Facebook un mensaje que rezaba 'socorro, socorro, necesitamos ayuda cuanto antes. Samantha Sayers: desaparecida, por favor, dense prisa”. En cuestión de horas, varias patrullas de voluntarios de la región se habían puesto en marcha para peinar la zona. Los resultados, nulos. Y entonces, tres días después, algo extraño ocurrió: el teléfono comenzó a dar señales de vida en el barrio de Belltown. Más concretamente, en la casa donde vivía la pareja.

Todo pareció encajar. La joven podía haber pasado tres días deambulando por la montaña hasta conseguir salir de ella y, una vez allí, se había encaminado a su hogar. No era más que una tragicómica artimaña del destino, ya que cuando la policía llegó y llamó a la puerta, fue Dawn (la madre de Dares) quien les abrió la puerta, y les contó que había conseguido que su compañía de teléfono le proporcionase un duplicado de la tarjeta de su nuera para poder seguir sus pasos. La tarjeta SIM que había desaparecido junto a Sayers muy probablemente aún estaba con ella, lejos de Seattle.

Los familiares y amigos de Sayers arrojaron paquetes con comida e instrucciones para la desaparecida en toda la montaña

En cuestión de días, el grupo de Facebook que Kevin montó había conseguido 30.000 seguidores y la campaña de 'crowdfunding' había recaudado 60.000 dólares. En uno de esos gestos tristemente poéticos, los familiares y amigos de Sayers arrojaron multitud de paquetes con comida e instrucciones para la desaparecida en los que le expresaban su cariño. Todo fue en vano. Unos días después, la madre le preguntó al sargento si tenía alguna esperanza. “Creo que a estas alturas lo que buscamos es un cadáver” fue su respuesta. El 23 de agosto, se decidió que, después de más de tres semanas y un ingente esfuerzo, la búsqueda quedaba cancelada.

El circo del misterio

Fue entonces cuando comenzó la parte más desesperada de la búsqueda que, como suele ocurrir, generó tensiones entre los supervivientes. Kevin comenzó a hablar de sí mismo como el “prometido” de la desaparecida, aunque no fuese estrictamente cierto, lo que levantó ampollas entre la familia. Reclutó a un grupo de expedicionarios, con el montañero Bud Carr al frente, para peinar el terreno en lo que llamaron Operación Persecución Incansable, y terminó pasando más de tres meses buscando a la desaparecida. La leyenda había superado la realidad, y un puñado de los hombres que se dedicaron en cuerpo y alma a buscar a Sayers nunca la habían llegado a conocer.

Fue también cuando, a kilómetros de distancia, tras la comodidad de las pantallas de los móviles, los mensajes de sospecha comenzaron a sustituir los de apoyo. Los donantes desinteresados empezaban a preguntarse qué había hecho la partida de búsqueda, y si no había sido más que unas “vacaciones psicodélicas” costeadas con su dinero. Los grupos de Facebook escaparon al control de Dares, que cada vez recibía mensajes con peor gusto, como el del chamán que aseguraba haber visto a Sam en sus sueños o la mujer que aseguraba que su cuñado había secuestrado a la joven, porque su coche “olía a semen y cadáveres”. Sayers se convirtió en un catalizador de odios entre vecinos, y en una nueva Elvis cuya cabeza calva (padecía de alopecia) emergía a lo largo y ancho de los Walmarts de todo Estados Unidos.

Muchos de los foros que han surgido a raíz de la desaparición son, por decirlo suavemente, poco respetuosos con la memoria de la fallecida. El grupo de Facebook “sin censura” promete “teorías, hechos, hechos inventados, cachondearse de la estupidez de los demás y pasarlo bien”. Otros mensajes especulan con la posibilidad de que una discusión dos días antes de la desaparición de la joven fuese el catalizador. Para el hombre que quedó atrás, tan solo caben dos posibilidades. Quizá la peor fuese que hubiese sobrevivido, porque le conduciría a “una madriguera que puede tragarme”. La mejor, que “esté en esa montaña y que fuese algo rápido para que no sufriese demasiado”. El único aliado con el que cuenta es el tiempo, ya que solo él puede arrojar algo de luz sobre este oscuro acontecimiento.

El 1 de agosto de 2018, una joven de 27 años llamada Sam Sayers se despidió de su novio, Kevin Dares (33), a quien había conocido tres antes, en Belltown (Seattle). Su destino, la cima Vesper, no estaba muy lejos. Era la típica escapada por la montaña de unas horas, un paseo antes del anochecer. “Ten cuidado”, le escribió Kevin en un mensaje de texto. “Escríbeme si algo va mal”. Las palabras de Sam fueron las esperadas: “Gracias, nene, te quiero”. Era un paseo para el que la joven, pertrechada con tres o cuatro sándwiches y ropa ligera, estaba bien preparada y acostumbrada. Algo debió de ocurrir, porque nunca nadie ha vuelto a saber de Sayers.

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