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Se quedó sin oxígeno en el fondo del oceáno y ocurrió algo que nadie esperaba
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AL BORDE DE LA MUERTE

Se quedó sin oxígeno en el fondo del oceáno y ocurrió algo que nadie esperaba

Chris Lemmons se dedicaba al buceo profesional. Un día, durante las obras de construcción de una tubería de petróleo, pasó más de media hora sin oxígeno en el fondo del mar

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"Regresas más rápido de la luna que de las profundidades del mar". Esta es una de las conclusiones que extrae Chris Lemons, un submarinista escocés de mediana edad, tras haber estado a punto de perder la vida en el Mar del Norte. Su historia bien podría calificarse de milagro. A 100 metros bajo la superficie, con solo seis o siete minutos de suministro de aire, logró sobrevivir alrededor de 30 ahí abajo.

"No sé con certeza lo que me estaba pasando", narra, en un artículo de la 'BBC'. "El lecho marino me golpeó y me vi rodeado en una inmensa oscuridad que lo abarcaba todo. Sabía que tenía una muy pequeña cantidad de gas en la espalda y que las posibilidades de salir de allí eran casi inexistentes. Me sobrevino una especie de resignación. De alguna forma, el dolor desapareció".

Los miembros de cada equipo dependen el uno del otro. Se necesitan 6 días de descompresión antes de que puedan abandonar la cámara hiperbárica

Lemons formaba parte de un equipo de buceo encargado de instalar tuberías en un pozo de petróleo en Huttington, a 204 kilómetros al este de Aberdeen, en la costa oeste de Escocia. Para realizar este trabajo, él y sus compañeros debían pasar un mes viviendo, durmiendo y comiendo en cámaras especialmente construidas a bordo de la nave de buceo, separados del resto de la tripulación por una lámina de metal y vidrio para aclimatarse a las presiones que experimentarán una vez estén bajo el agua.

"Es una forma inusual de aislamiento", explica Richard Grey, periodista del medio británico, quien se ha hecho eco de la historia de Lemmons. "Los tres buceadores pueden hablar y ver a sus compañeros de tripulación desde fuera de la cámara, pero tienen que permanecer separados. Los miembros de cada equipo dependen totalmente el uno del otro. Se necesitan seis días de descompresión antes de que puedan abandonar la cámara hiperbárica". Para el buceador, quien ha vivido la experiencia varias veces, "es una experiencia muy extraña", y añade: "Estás viviendo en el barco rodeado de muchas personas que están a tan solo una placa de metal, pero estás completamente aislado de ellas".

Cuando ya parecía que iba a salir a la superficie, enganchó el cordón umbilical que le unía al barco con una pieza de metal y volvió al fondo

La descompresión es necesaria porque el gas nitrógeno del aire que los buceadores respiran cuando están bajo el agua se disuelve en la corriente sanguínea y en los tejidos cuando están a tal profundidad. A medida que salen a la superficie, la presión del agua circundante se eleva y el nitrógeno burbujea. "Si eso pasa demasiado rápido", advierte Grey, "puede causar daños en los tejidos y dolor en los nervios e, incluso, causar la muerte al formarse burbujas en el cerebro, un problema comúnmente conocido como enfermedad del buzo".

El día 18 de septiembre de 2012, Lemmons y sus dos compañeros, Dave Youasa y Duncan Allcock, se subieron a la campana de buceo que les transportaría desde el barco al abismal lecho marino. "Tan solo se trataba de otro día más en la oficina", asegura el buzo. Aunque no estaba tan experimentado como sus colegas, llevaba dedicándose a ello desde hacen ocho años.

El mar estaba agitado, pero el agua era clara y cristalina. Normalmente, los barcos que se dedican al buceo utilizan sistemas de navegación y propulsión controlados por ordenador, conocidos como "posicionamiento dinámico", con el objetivo de mantenerse en el lugar en el que los profesionales han hecho la inmersión. Cuando Lemmons y Youasa empezaron a reparar las tuberías de petróleo, con su compañero Allcock supervisándoles desde la campana, el sistema de posicionamiento dinámico del barco falló repentinamente, de tal forma que comenzó a desviarse del rumbo.

Nos miramos a los ojos. Hizo todo lo posible para llegar hasta mí, pero el barco estaba ascendiéndole a la superficie y me dejó atrás

Las alarmas sonaron en el sistema de comunicaciones de los buzos. Se les ordenó regresar a la cámara, pero cuando comenzaron a ascender por los cordones umbilicales que les servían de conexión con ella, el barco había retrocedido por la alta estructura de metal en la que estaban trabajando, imposibilitándoles el ascenso normal, por lo que tuvieron que trepar por toda la estructura metálica que estaban construyendo. Sin embargo, cuando ya parecía que iba a salir de allí y quedaban un par de metros, Lemmons enganchó su cordón umbilical en un pedazo de metal que sobresalía de la tubería. Antes de que pudiera cortarlo y nadar, el barco a la deriva lo sacudió y arrastró hasta el fondo de nuevo.

"Dave se dio cuenta de que algo iba mal y se volvió hacia mi", relata Lemmons. "Vivimos un momento muy extraño en el que nos miramos a los ojos. Hizo todo lo posible para llegar hasta mí, pero el barco estaba ascendiéndole a la superficie. Antes de que me diese cuenta, me quedé sin oxígeno debido a que el cable se enganchó". Entonces el cabo se rompió, por lo que el buzo tuvo que recurrir al tanque de emergencia localizado en su espalda. Pero antes de que pudiera hacer cualquier movimiento, el cordón umbilical se rompió, devolviéndole al lecho marino del que había hecho tantos esfuerzos por salir.

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De forma milagrosa y en la más profunda oscuridad, Lemmons logró ponerse en pie y volver a la estructura de la tubería, subiéndola de nuevo con la esperanza de poder ver la campana que le llevaría hasta el barco. "Cuando llegué allí, no vi nada", narra. "Tomé la difícil decisión de quedarme ahí quieto, calmarme y conservar el poco gas de emergencia que me quedaba. Tan solo tenía entre seis y siete minutos de oxígeno. No esperaba que me rescatasen así que me puse en posición fetal esperando el final".

Se parece un poco a la sensación que tienes antes de dormirte, me sentía muy aturdido

El cuerpo humano solo puede sobrevivir durante pocos minutos antes de que los procesos biológicos y metabólicos dejen de funcionar y las señales eléctricas que activan las neuronas del cerebro menguan hasta que se detienen por completo. Lemmons cayó inconsciente. Sus compañeros lanzaron una cámara submarina auxiliar de control remoto con la esperanza de dar con él. "Puedo recordar el momento en el que me quedé completamente sin aire", explica el buzo.

"Se parece un poco a la sensación que tienes antes de dormirte. En ese momento, solo pensaba en el daño que podría hacer a mi novia en caso de no volver. Estaba enfadado conmigo mismo". Después de media hora, Youasa y Allcock recuperaron el cuerpo inconsciente de su compañero. Cuando le quitaron el casco, Lemmons estaba completamente azul y no respiraba. Allcock le efectuó el boca a boca. Entonces, jadeó, expulsó agua y volvió a respirar. "Me sentía muy aturdido y tengo recuerdos borrosos del momento en el que desperté", comenta. "Fue días después cuando me di cuenta de la gravedad de la situación". ¿Cómo logró sobrevivir?

El agua helada le salvó la vida

"El enfriamiento rápido del cerebro puede aumentar el tiempo de supervivencia sin oxígeno", asegura Mike Tipton, jefe del laboratorio de entornos extremos de la Universidad de Portsmouth, a la 'BBC'. "Si reduce la temperatura en 10 grados, la tasa metabólica mengua a la mitad a un tercio. Si baja la temperatura del cerebro a 30 grados, puedes aumentar el tiempo de supervivencia de 10 a 20 minutos, si lo enfrías a 20 grados, puedes llegar a obtener una hora".

Así es: la causa de que Lemmons continúe vivo se debe al helado Mar del Norte. El agua probablemente estuviera por debajo de los tres grados centígrados. Sin el agua caliente fluyendo a través del cordón umbilical para calentar el traje, su cuerpo y su cerebro se habrían enfriado en cuestión de segundos. Eso, sumado al hecho de que cuando se respiran altos niveles de oxígeno a una presión muy baja puede disolverse en el torrente sanguíneo, lo que brinda al cuerpo una reserva adicional.

"Regresas más rápido de la luna que de las profundidades del mar". Esta es una de las conclusiones que extrae Chris Lemons, un submarinista escocés de mediana edad, tras haber estado a punto de perder la vida en el Mar del Norte. Su historia bien podría calificarse de milagro. A 100 metros bajo la superficie, con solo seis o siete minutos de suministro de aire, logró sobrevivir alrededor de 30 ahí abajo.

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