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Cuando Leonor de Castilla fue coronada reina de Inglaterra
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"LA SILENCIOSA"

Cuando Leonor de Castilla fue coronada reina de Inglaterra

Cuando fue coronada en el país vecino, nadie la aceptó. El recelo inicial fue dando paso a la aceptación y finalmente al amor sincero de un pueblo, que la recuerda con cariño

Foto: Foto: Wikimedia.
Foto: Wikimedia.

"El talento es como el tirador que golpea un objetivo que otros no pueden alcanzar, el genio es como el tirador que golpea un objetivo, en la medida en que otros ni siquiera pueden ver".

- Arthur Schopenhauer

Catalina de Aragón, de la que ya hablamos recientemente en esta ventana de la historia revisionista, esa que mira debajo de la alfombra los secretillos inconfesables con que cada relator o cronista maquilla sus zonas erróneas y las acicala con brillantina y lentejuelas; cuando ya repudiada por el exitoso autor del 'Brexit' más expeditivo y contundente llevado a cabo en la historia de Inglaterra –el orquestado por un tal Enrique VIII–, seguía considerando a su tremebundo maridito, "su señor rey" como así lo refleja su correspondencia epistolar –de ida–, pues el orondo gordinflón jamás respondió a ninguna de las misivas de la resignada española.

Yace enterrada en la pequeña población del nordeste de Londres llamada Peterborough, donde es venerada por la población local y buena cantidad de foráneos, en una multitudinaria conmemoración anual multicolor y efervescente, siempre y cuando el cielo inglés no se desplome en uno de esos habituales y previsibles diluvios que nada tienen que envidiar a los monzones. Bueno, para ser más precisos, está el cuerpo eviscerado, pero es mejor explicarlo a continuación.

Foto: Retrato de María Tudor.

Es la única reina “inglesa” que no está íntegramente enterrada en la abadía de Westminster y mejor así, pues de otra manera no le prestarían la atención que le dispensan los tradicionales anglos en esta típica población isleña horizontal y de color verde radical.

A los ingleses hay que reconocerles lo suyo, pues también tienen un par de cuadros de Felipe II por ahí en el parlamento británico ante los cuales dicen las malas lenguas, que el ínclito y picarón Winston Churchill pasaba de puntillas para evitar la periférica mirada del adusto emperador por si acaso le echaba el guante en un despiste. Hay que recordar que el hijo del emperador Carlos V estuvo viviendo en la Inglaterra de aquel entonces (siglo XVI) casi cinco años como consorte.

Pero hay más españoles en la “Premier League”. Leonor de Castilla, la otra reina española casada con Eduardo I, conocido como el “Martillo de los escoceses”, fue una hermosa e inteligente reina que pasó desapercibida, más que nada porque nunca quiso tener protagonismo alguno, pues su regio compinche era muy dado a exhibirla más allá de que la amaba con un ardoroso fervor más bien poco flemático para el peculiar y estereotipado carácter “british”.

Políticas matrimoniales

La Edad Media, tan prolija en enfrentamientos que lo fiaban todo al hierro, tenía su puntito diplomático. A veces, las políticas matrimoniales jugaba un papel determinante para lograr la armonía de los potenciales adversarios y en consecuencia, las reglas del juego eliminaban la tensión con cierta frecuencia.

El elemento de litigio que pivotaba en el trasunto por aquel entonces venía dado porque Alfonso X "el Sabio" reclamaba a Inglaterra los territorios de la Gascuña francesa con una buena profundidad territorial y costa al Atlántico que, según criterio del castellano, consideraba le correspondía por derecho de herencia. Enrique III reacio a una devolución, no quería devolver a Castilla los territorios motivo de contencioso y tampoco deseaba una confrontación con el rey castellano por lo que tomó el camino de enmedio, optando por una política matrimonial para dar salida a aquel espinoso asunto.

Una delegación inglesa encabezada por su primogénito, el príncipe Eduardo, con la clara misión de conseguir un acuerdo matrimonial entre la hermanastra de Alfonso X, Leonor y el propio príncipe, sería enviada a la corte castellana con vocación de acercar posiciones. El acuerdo desembocaría en la renuncia del rey castellano a los territorios reclamados de la sureña Gascuña hasta sus límites con la Aquitania. Una vez firmado el acuerdo, solo quedaba por cumplir lo pactado.

Los hechos se desarrollaron hacia mediados del siglo XIII cuando la capital del Reino de Castilla radicada en Burgos ofrecía la grandeza de unos festejos desproporcionados en un lugar sacro y lleno de austeridad, el Monasterio de las Huelgas, en el cual se celebraría el matrimonio el 18 de octubre de ese mismo año. La princesa Leonor, al borde de la nubilidad –pues contaba escasamente los trece años y el insular Eduardo los quince–, cerrarían un complejo problema diplomático con el enlace resuelto afortunadamente de forma amistosa.

Personaje de altura

Leonor era una joven con una potente personalidad y extremadamente inteligente como demostraría a la postre en multitud de situaciones. Cuando llegó a Londres en el otoño de 1255, los ingleses, poco acostumbrados al oropel producto de la influencia árabe, estética y hedónica a la vez, se quedarían sorprendidos al ver vajilla y alfombras ¡y hasta tenedores! como parte de un ajuar inédito en aquellos pagos. Introdujo unos formatos de jardinería desconocidos en aquellas brumosas tierras y diseñó fuentes donde el agua tenía un protagonismo especial. La influencia arábiga repercutida en Al-Ándalus era más que evidente.

Como anécdota cabe destacar que habida cuenta de la educación que había recibido en la erudita corte castellana del momento –era hermana de Alfonso X "el Sabio"–, promocionó y financió la producción de manuscritos de historia inglesa compilando recordatorios de hermosas ilustraciones rodeada de un equipo multidisciplinar de bretones, castellanos e ingleses en el que trabajaban cuatro escribanos copiando códices. Asimismo hay constancia de cronistas de la época que reflejan el intercambio de libros con su hermano Alfonso X. Y no solo eso, sino que por añadidura, fue una distinguida mecenas de las nacientes universidades de Oxford y Cambridge, comportamiento bastante insólito en aquella oscura Europa medieval.

A pesar de su juventud extrema, tendría hijos desde muy temprano –el primero se cree que nació a los 16, llegando a tener catorce retoños y un nonato, de los que sólo sobrevivirían seis a las puertas de la edad adulta–; y es más, acompañaba a su marido al campo de batalla, ya fuera a combatir a los díscolos escoceses, a los rudos galeses, barones levantiscos o a los árabes en Tierra Santa. Era un personaje de altura.

El 20 de agosto del año 1270, Eduardo zarparía desde el puerto de Dover con un selecto ejército de 1000 caballeros y hombres de armas con un alto nivel de entrenamiento acompañados de más de trescientos de los afamados arqueros que tanta fama darían a Inglaterra en Azincourt años después en 1415 en una situación de extrema inferioridad, creando con la magistral pluma de Shakespeare la mejor arenga y tal vez la más emocionante de la literatura universal (ver 'Enrique V').

Fiebre cuartanas

Los hombres salidos de Dover se unirían al rey francés Luis IX en la llamada Novena Cruzada, Leonor iría al frente con la élite de la caballería inglesa, mientras la chavalería quedaba en manos de los abuelos.

A la muerte del padre de Eduardo, Enrique III, el hijo y su esposa se encontraban en Jerusalén retrasando su retorno casi dos años hasta 1274. Días después, en una ceremonia escueta y sin alharacas, la economía había quedado muy maltrecha in absentia-, Eduardo es coronado rey de Inglaterra. Una lúcida reina implementa un método consistente en averiguar qué señoríos había contraído deudas con prestamistas poniendo sus tierras como fianza. Con la venta de sus propiedades, la reina compraba las deudas, y una vez canceladas se convertía en dueña de dichas tierras convirtiendo a los antiguos propietarios en sus inquilinos a través del pago de unas rentas razonables.

Pero la noche de la vida es común a los mortales y nadie escapa a su mortal zarpazo. Leonor enferma de fiebres cuartanas (posiblemente malaria) hacia 1287, durante una estancia de los reyes en Gascuña. No se recuperaría de aquello. En 1290, cerca de la Muralla de Adriano, su salud empeora y se ven obligados a detenerse en casa de un amigo de infancia del rey, Richard Weston, en Harby (Nottinghamshire). Leonor muere esa noche respirando aroma de lavanda de un seto bajo la ventana donde su lecho de muerte la acoge. Un 28 de noviembre de ese mismo año, con 49 años, deja a su marido absolutamente desolado.

Eduardo embalsamaría el cuerpo de su compañera en medio de un atroz desconsuelo. Doce días tardarían en llegar a la capital. En cada uno de los pueblos o aldeas en los que el cortejo se detuvo, el rey haría levantar una cruz en recuerdo de su fiel compañera, conocidas como Eleanor Crosses. Hoy tan solo tres permanecen intactas. La última cruz se levantaría en Charing Cross, el kilómetro cero de Londres. Esta cruz construida en mármol sería destruida en el siglo XVII durante la guerra civil inglesa. Dos siglos después sería construida una réplica de la misma.

Parte de los restos de Leonor (más exactamente sus vísceras) serían depositados en la abadía de Westminster un 17 de diciembre de 1290, paradójicamente en un día de un sol espléndido que en atención a tan elevada dignidad se había postulado como invitado.

Ambas Cortes Reales se relacionaron varias veces a partir de 1170, cuando Leonor de Inglaterra, hija de Enrique II y la inolvidable Leonor de Aquitania, casaría con Alfonso VIII de Castilla. A lo largo de las relaciones entre nuestros dos países, cuatro princesas inglesas ocuparían el trono de España y cuatro españolas ciñeron la corona inglesa.

"El talento es como el tirador que golpea un objetivo que otros no pueden alcanzar, el genio es como el tirador que golpea un objetivo, en la medida en que otros ni siquiera pueden ver".

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