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La “guerra por la Navidad”: cuando poner el belén se te va de las manos
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UNA COMUNIDAD DIVIDIDA

La “guerra por la Navidad”: cuando poner el belén se te va de las manos

Durante los últimos años, los medios han estado atentos a la resolución del juicio que enfrenta a Jeremy Morris con la comunidad de vecinos donde vive. Por fin hay veredicto

Foto: La espectacular casa de los Morris. (Foto: Mark Addy)
La espectacular casa de los Morris. (Foto: Mark Addy)

Es un apacible 27 de diciembre de 2014, y Jeremy Morris y su mujer, Kristy, salen a visitar una casa en Hayden (Idaho), recomendada por su agente inmobilario. Poco podían sospechar por aquel entonces sus futuros vecinos de West Hayden Estates, una urbanización en el norte del estado, que aquella mañana de Navidad su vida cambiaría para siempre. Estaban a punto de abrir sus puertas al hombre con más espíritu navideño del mundo, y eso haría sus vidas peor, mucho peor.

El culpable, el belén gigante que cada año Morris instala en la puerta de su hogar. Un éxito de público y crítica en 2014: durante ocho noches, la casa del fiel cristiano albergó un macro festival navideño con coros de niños cantores, camellos (los animales con joroba, se entiende) y todas las luces que el californiano había reunido durante los cinco años anteriores para culminar su obra cumbre, su gran sueño desde que era niño. El resultado fue desigual. Por una parte, consiguió recaudar miles de dólares para ayudar a los niños con cáncer. Por otra, se granjeó el odio de algunos vecinos, que se quejaron por el ruido, los atascos y la suciedad. La solución, mudarse a un vecindario más tolerante.

Como Abraham cuando cargó con su hijo hasta el altar sacrificial, no dejó que la duda se apoderase de él: “Quería tener la fe de un mártir”

Nada de eso. La situación tan solo iba a empeorar con la mudanza a Hayden, incluso antes de que llegase la siguiente temporada navideña. Cuando Morris avisó de sus peculiares costumbres a los responsables de la urbanización, recordando que durante cinco días al año tendrían que soportar que su casa se convirtiese en un belén viviente –algo que consideraba parte esencial de su práctica religiosa–, la respuesta que recibió fue un tanto fría. La carta, en concreto, señalaba que quizá podía provocar “caros litigios” en caso de llevarse a cabo. Además, para horror del belenista, le recordaban que algunos de los vecinos eran no cristianos, y que quizá su macro belén podía traer problemillas.

Entonces, empezó la guerra.

El césped (del belén) del vecino es más verde

La historia de Morris contra su vecindario acaba de ser recogida por el periodista Daniel Walters en un largo reportaje para 'The Inlander', pero ha aparecido regularmente en distintos medios estadounidenses, especialmente en los conservadores, desde que Morris acudió a 'Fox' para denunciar su situación. Según su punto de vista, aseguraba en la entrevista, estaba siendo discriminado por sus creencias religiosas. ¿Dar su brazo a torcer? Nada de eso: a comienzos de 2015, incluso antes de mudarse, ya amenazaba con denunciar a la comunidad si no le permitían plantar su Woodstock religioso particular.

placeholder Miembros de los Three Percenters, reunidos en Charlottesville. (Reuters/Marcus Constantino)
Miembros de los Three Percenters, reunidos en Charlottesville. (Reuters/Marcus Constantino)

Fue en octubre de 2015 cuando recibió la carta definitiva, en la que el abogado de la urbanización le comunicaba que su decoración, que ya estaba instalada (recordemos una vez más: era el mes de octubre) podía ser “ofensiva”, así que le instaba a retirarla. “Los cojones”, fue la respuesta de Morris, para quien el belén pasó a ser algo más que una simple decoración y se convirtió en el principal estandarte de una guerra cultural contra la Navidad en particular y contra el cristianismo en general. Si se rendía, estaría dando de lado sus responsabilidades como cristiano. Como Abraham cuando cargó con su hijo hasta el altar sacrificial, no dejó que la duda se apoderase de él. “Quería tener la fe de un mártir”, confesó.

A medida que las cadenas de televisión comenzaban a visitar el barrio para darle voz a ese icono de la libertad religiosa, la cosa se ponía peor. Entre los nuevos aliados del belenista extremo se encontraban los Three Percenters, un grupo paramilitar formado en 2008 que defiende, entre otras cosas, el derecho a la posesión de armas: algunos de sus miembros le ofrecieron protección en caso de que la necesitase. Entre sus detractores, el matrimonio de vecinos formado por Larry y Kathy Bird, que publicaron comentarios en la página de los Three Percenters como “antes de que el señor Acapara Titulares se mudase aquí, ya estaba amenazando con demandas. Gran manera de presentarse ante los nuevos vecinos, ¿verdad?” Según Morris, Larry le había amenazado con asesinarle delante de su familia

Un admirador le cedió amablemente 16 kilómetros de luces navideñas, que el belenista extremo tuvo que colocar con una grúa

Ello no le impidió llevar a cabo su superbelén de 2015, llamado “Hayden Christmas Light Show”, eso sí, con una ayuda adicional: guardias de seguridad que patrullaban los alrededores de su casa. Su mujer, por su parte, decidió pasar las navidades en casa de sus padres. Llegó 2016, otro año agridulce. Morris seguía recibiendo cartas de queja de los vecinos, pero al menos, un admirador le cedió amablemente 16 kilómetros de luces navideñas, que el nuevo mártir tuvo que colocar con una grúa y alimentar con un generador de energía.

La guerra era cada vez más cruenta: su vecina colocó un medidor de sonido en el jardín para demostrar que el ruido que desprendía la canción 'Rockin' Around the Christmas Tree' rondaba los 75 decibelios. Es decir, era como tener una aspiradora en el jardín de al lado encendida todo el día. Además, registró en vídeo la procesión de autobuses que acudían a la casa de los Morris para visitar el espectacular belén. El belenista argumentaría más tarde que los inocentes turistas solían recibir insultos de sus vecinos.

Así que en enero de 2017 por fin tomó la gran decisión, y demandó a la comunidad de vecinos por 250.000 dólares, alegando que había sido humillado, acosado y que este comportamiento le había causado pérdidas económicas. Como admitió ante el sheriff local, cargó su rifle de asalto y lo dejó a mano por lo que pudiese ocurrir. Sin embargo, la alegría y la tristeza cambiaron de bando durante las navidades de 2017: Morris renunció a decorar su casa, ante el miedo de que las represalias pudiesen causar algún herido, o algo peor, y se lo achacasen a él. Psicológicamente, estaba a punto del derrumbe mental, como cuentan sus allegados.

Una victoria pírrica

El pasado mes, un jurado de Idaho dio finalmente su veredicto, que fue unánime. Morris y su familia habían sido discriminados, en parte por causas religiosas, por la asociación de vecinos, incluso antes de adquirir su casa, así que están obligados a darles en compensación 75.000 dólares (unos 66.100 euros). El periodista de 'Inlander' recuerda que, probablemente, habrá apelación e incluso un contraataque, ya que planean llevar a juicio a Morris por contravenir conscientemente las reglas de la comunidad. Mientras tanto, este saca pecho y sonríe: “Ahora puedo olvidarme de esto sabiendo que no fallé a mi dios”. La cadena Fox, por su parte, no tardó en entrevistarle bajo un rótulo de “Propietario gana la guerra contra la Navidad”.

Si hay una buena enseñanza en esta historia, más allá de que la radicalización y paranoia crecientes en la sociedad estadounidense está diviendo a la sociedad estadounidense por chorradas, es que no importa lo espectacular que sea el belén que coloques a la entrada de tu hogar, porque el de Jeremy Morris seguro que es mejor.

Es un apacible 27 de diciembre de 2014, y Jeremy Morris y su mujer, Kristy, salen a visitar una casa en Hayden (Idaho), recomendada por su agente inmobilario. Poco podían sospechar por aquel entonces sus futuros vecinos de West Hayden Estates, una urbanización en el norte del estado, que aquella mañana de Navidad su vida cambiaría para siempre. Estaban a punto de abrir sus puertas al hombre con más espíritu navideño del mundo, y eso haría sus vidas peor, mucho peor.

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