El gran mito sobre los embarazos
¿Es una idea anclada en el pasado o algo que todas las mujeres deben sentir al parir? Aquí se desmontan algunas creencias comúnmente compartidas por todos
"1780: El lugarteniente de policía Lenoir constata no sin amargura
que sobre los veintiún mil niños que nacen por año en París,
apenas mil son criados por sus madres. Otros mil, privilegiados, son
amamantados por nodrizas en la casa paterna. Todos los demás
pasan del seno materno al domicilio más o menos lejano de una
nodriza a sueldo (...)"
-Elizabeth Badinter. '¿Existe el amor maternal? Historia de la maternidad del siglo XVII al XX'
¿Existe el instinto maternal? ¿Se nace con él o se 'hace' cuando ves la cara de tu retoño? Hace poco, investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad de Nueva York dedujeron que realmente existe y que se encuentra alojado en un grupo de neuronas encargadas de liberar dopamina. El comportamiento maternal no es un invento -aseguraban- pues es fundamental para la supervivencia de las crías.
Pero, si eso es cierto, ¿cómo es que hasta prácticamente el siglo XIX las mujeres dejaban a sus niños al cuidado de sus nodrizas? Como señalaba la filósofa Elizabeth Badinter en la obra mencionada arriba, "no era por la alta tasa de mortalidad infantil por la que las mujeres se desinteresaban por sus hijos, sino que, como se desinteresaban, estos morían como moscas".
El siglo XIX nos trae el modelo de "ángel del hogar" que después trataron de desmontar las feministas del siglo XX. Matarlo, como diría Virginia Woolf. Y esa incertidumbre entre la construcción y la deconstrucción de la mujer, con los sentimientos que se le presuponen (y que hace que la que no los experimente se sienta frustrada, como si no fuera una mujer completa) es lo que nos lleva hasta hoy, hasta ahora.
La imagen de 'ángel del hogar' del siglo XIX es deconstruido por las feministas del siglo XX
Al parecer, muchas mujeres comienzan a preocuparse por sus hijos cuando tienen que cuidarlos y no al revés. Lo cuenta Joanna Mang en 'The Outline', hablando de su propia experiencia: "No cuidas a tus hijos porque los amas. Los amas porque los cuidas". Sin embargo incluso a día de hoy parece un tabú decir algo así.
Lo que viene a explicar Mang es que creemos, equivocadamente, que cuando nos acercamos, presas del insomnio, a la habitación de nuestro hijo porque está llorando es porque le queremos, pero la realidad es otra: nos acercamos a cuidarle porque no somos unos psicópatas y sabemos que no hay nadie más que pueda hacerlo, y es entonces cuando comenzamos a establecer vínculos afectivos con él.
Por supuesto eso tampoco es una máxima general. No está diciendo que no haya madres que se 'enamoren', por decirlo de alguna manera, de su bebé desde el primer momento en que lo ven. Por instinto. Pero en realidad esto es más una excepción que la verdadera regla.
El doctor Michel Odent tiene otra visión: "Con los mamíferos en general hay inmediatamente después del nacimiento un corto periodo de tiempo que es fundamental en la relación madre-hijo". Señala, sin embargo, que las epidurales, los analgésicos y la cirugía "amenazan el futuro de la humanidad, porque con ellos las mujeres no liberan el cóctel de 'hormonas del amor' necesario". Mang asegura que esto es clarísimamente falso, porque entonces no se establecería ningún vínculo, por ejemplo, entre los padres adoptivos y sus hijos.
Reivindicar el derecho a sentirse mal
El mito del amor maternal trae consigo dos problemas muy perjudiciales y arraigados en nuestra sociedad: el primero es que se acude a él como excusa para que las mujeres que no están seguras de si deben continuar con su embarazo no aborten.
El segundo es que la gente que se considera progresista, señala Mang, al creer que la mujer siempre tiene opción de elegir si quiere al bebé o no, la coloca inmediatamente en la posición de tener que estar feliz siempre. "Tú has elegido el embarazo y por tanto no puedes quejarte". Sin embargo hay muchos momentos a lo largo del embarazo en los que la mujer tiene que sentir libertad absoluta para quejarse. Ha de reivindicar el derecho a sentirse triste o mal.
Y como pasa con muchas cosas en la vida, explica, el amor se establece mediante el trabajo y el esfuerzo que tanto el bebé como la madre, unidos, van creando día tras día.
"1780: El lugarteniente de policía Lenoir constata no sin amargura
que sobre los veintiún mil niños que nacen por año en París,
apenas mil son criados por sus madres. Otros mil, privilegiados, son
amamantados por nodrizas en la casa paterna. Todos los demás
pasan del seno materno al domicilio más o menos lejano de una
nodriza a sueldo (...)"