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Prohibir los castigos corporales a los niños ayuda a rebajar la violencia juvenil
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ESPAÑA, ENTRE LOS PAÍSES CON MENOS VIOLENCIA

Prohibir los castigos corporales a los niños ayuda a rebajar la violencia juvenil

Los países con menores tasas de violencia entre los jóvenes son Costa Rica, Portugal, Finlandia, Honduras y España, en ese orden

Foto: Los países en los que está prohibido el castigo corporal muestran menores niveles de violencia (EFE/Amel Pain)
Los países en los que está prohibido el castigo corporal muestran menores niveles de violencia (EFE/Amel Pain)

Cierta lógica apunta a que los lugares en los que no se puede castigar a un niño con un azote tendrán mayores niveles de violencia juvenil que aquellos en los que esa ‘bofetada a tiempo’ es posible. Sin embargo, un estudio de la McGill University de Montreal, publicado en el diario médico BMJ, revela todo lo contrario.

“Las sociedades que tienen estas prohibiciones parecen ser lugares más seguros para el crecimiento de los niños”. Lo dice el director del estudio, el profesor Frank Elgar, en declaraciones a la CNN, tras estudiar más de 88 localizaciones entre países, territorios y protectorados especiales.

Foto: Una papelera en el Hospital de Muñecas de Sídney. (Reuters)

Se trata del mayor estudio realizado hasta la fecha en este campo y que abarque a tantos países. Para realizarlo han utilizado dos estadísticas mundiales en las que jóvenes de entre 13 y 17 años responden sobre sus hábitos en aspectos tan diferentes como el comportamiento sexual, el consumo de drogas, alcohol y tabaco o la violencia.

Grandes diferencias entre países

Frank Elgar explica que se preguntó a los jóvenes cuántas veces se habían visto involucrados en peleas físicas a lo largo de un año y se determinó que respuestas de cuatro o más significaban pasar la línea de la frecuencia normal. También se les preguntó cuántas veces sufrían un castigo corporal para corregir su comportamiento. Los resultados fueron concluyentes.

Más de 400.000 adolescentes respondieron a estas preguntas. Algunos pertenecían a 30 países como España o Islandia, donde los castigos corporales están prohibidos tanto en el colegio como en el hogar; en otros 38 territorios como Estados Unidos o Canadá hay prohibiciones parciales, por ejemplo, sólo en los colegios; mientras en los otros 20 estados estudiados, como Israel o la mayoría de los países africanos, no hay ningún límite al respecto.

Los países con menores tasas de violencia juvenil fueron Costa Rica, Portugal, Finlandia, Honduras y España, en ese orden

Los niños que viven en los países en los que hay una prohibición total de castigo corporal muestran un 30 por ciento menos de violencia que los que habitan en países donde sí se permiten estos castigos. Y la diferencia entre las niñas es aún mayor, alcanzando casi el 60 por ciento. Los países con menores tasas de violencia juvenil fueron Costa Rica, Portugal, Finlandia, Honduras y España, en ese orden.

El castigo corporal no ayuda

Sin embargo, las cifras globales de castigo corporal a menores aún son desconcertantes. Más de 1.100 millones de personas que cuidan a niños, entre padres, cuidadores, profesores, etc., creen que los castigos corporales son necesarios para educar a los pequeños. Una cantidad enorme, pese a que los estudios hechos hasta la fecha demuestran que no favorece en ningún caso a los menores.

Foto: Los transportes de París han abierto un proceso disciplinario al conductor (EFE/Lucas Dolega)

Un análisis de 75 estudios revela que los castigos corporales a niños generan agresividad y provocan problemas mentales y de comportamiento social cuando llegan a adultos. Además, otro informe asegura que en sociedades donde los colegios y las familias educan a sus hijos con castigos violentos, los menores ven incrementados sus deseos de pelear e, incluso, son más agresivos hacia las mujeres con el paso de los años.

Cierta lógica apunta a que los lugares en los que no se puede castigar a un niño con un azote tendrán mayores niveles de violencia juvenil que aquellos en los que esa ‘bofetada a tiempo’ es posible. Sin embargo, un estudio de la McGill University de Montreal, publicado en el diario médico BMJ, revela todo lo contrario.

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