La trágica historia de amor del castillo de Manqueospese
La tradición oral ha arrastrado una secreta leyenda, un Romeo y Julieta a la castellana, desde los tiempos de la dominación árabe del valle de Amblés
En un promontorio solitario y abandonado a su suerte, en un páramo desértico de Ávila y batido durante el invierno por temperaturas que rozan los 15º bajo cero, y si hay vientos o tormentas, con sensaciones térmicas mucho más radicales que acercan la hostilidad de la naturaleza a la categoría de lo irreal en esta su extraña obra lugar del cosmos, hay una construcción defensiva cuya fecha no queda nada clara en la agenda de la historia. Una colosal y compacta construcción de imposible fecha a determinar, adherida en perfecto maridaje con unas imponentes rocas graníticas de cientos de toneladas de peso, domina las alturas de un valle –el de Amblés–, desde el que se descubre la inmensidad a la par que la grandeza de Castilla y lo que pudo ser su trasunto histórico. Su imponente presencia tiene algo de mágico y a la vez, un silencio sordo que oculta lo que allí aconteció siglos ha.
De amores imposibles y trágicos, de amores donde el deseo se queda a las puertas del rechazo, la pasión atravesada y la esperanza secreta de acceder al ser amado, se diluye este entre las sombras de la indiferencia o de lo imposible, está la historia llena.
A la hora de la verdad somos lo que imaginamos o lo que queremos idealizar para olvidar la pobreza de nuestra rutinaria y vulgar vida cotidiana
En ocasiones, las leyendas sobredimensionan el hecho inicial y el enaltecimiento es un ideal que desfigura la verdad que fue de lo ocurrido; pero cuando aquella realidad sobrepasada por el tiempo se alimenta del bulo, y los vientos que van enterrando los días y los siglos de a poco borran cualquier atisbo del rastro de lo que pudo ser, es mejor creer en el cuento, en el eco del acontecimiento porque a la hora de la verdad somos lo que imaginamos o lo que queremos idealizar para olvidar la pobreza de nuestra rutinaria y vulgar vida cotidiana.
Algo así fue lo ocurrido en los pagos del bellísimo castillo de Manqueospese en el valle de Amblés en la provincia de Ávila.
Un castillo abandonado
Una intrincada red de diretes de difícil escrutinio condenan a la irrealidad y a la carencia de certeza historias que no pudieron ser y que el imaginario popular libera como verdades absolutas en torno a una leyenda que legitima la frustración del perdedor frente a adversidades que limitaron los posibles de aquellos que buscaban una frontera superior para sus aspiraciones sentimentales. Sesgos o licencias de los relatores, relatos parciales por su interpretación adulterada, la arena del tiempo borrándolo todo; eso es la historia en definitiva, una sucesión de verdades desfiguradas o de mentiras maquilladas.
En el término municipal de Mironcillo, cercano a la capital abulense, hay una imponente fortaleza de esas que de tan grandiosas que son, preñan la vista de sueños y fantasías a raudales. Cerca de la Sierra del Zapatero hay un hermoso castillo abandonado a su suerte por Patrimonio –pues bien se podía hacer un hermoso parador o habilitarlo para disfrute de la ciudadanía-, y que avergüenza a cualquier espectador que sea contribuyente y vea cómo se abandona nuestra historia a su lánguida suerte. Es un nido de águilas en lo simbólico, donde los búhos y milanos dominan el silencio magistralmente rememorando lo que el tiempo se llevó. En aquel alto roquedal, la historia no la cuentan los especialistas, sino los que la imaginan con todo su corolario de batallas, asedios, hábiles arqueros y ballesteros, nobles altivos y la trágica villanía del populacho empobrecido.
La apesadumbrada criatura, al ver inviable su amor por el mozalbete del otro lado de la marca, se despeñó sin más preámbulos desde la torre
Los sólidos e impávidos restos de la actual fortaleza, se cree, asientan en las adormecidas ruinas de origen musulmán, de las que se supone nace la leyenda primigenia de la hermosa princesa Zubeze, la hija de Ben Hus Mar, acaudalado hombre de negocios rodeado de una hueste de mercenarios muy entrenados que protegían la inaccesible roca. Al parecer, la hermosa doncella cayó rendida ante el encantador esclavo cristiano Aldefonso, mozo de cuadras del padre de la criatura.
Mientras tanto, el padre, que se las veía venir, cortó de raíz las veleidades del “infiel” y movió los hilos entre bambalinas para desposarla con uno que llevaba turbante y tenia posibles, allá por Jaén. La díscola joven contestó a su progenitor que ni hablar del peluquín, contestando tal que así, según las fuentes: mal que os pese lo querré o aunque os pese, no iré. Esta famosa frase, al parecer ha dado nombre no solo a la leyenda, sino también al castillo en cuestión. Dicen las malas lenguas o la verdad inverificable que la apesadumbrada criatura, al ver inviable su amor por el mozalbete del otro lado de la marca, se despeñó sin más preámbulos desde la torre de vigía de la fortaleza. A veces, amar es terrible.
Tintes trágicos
Cierto o no este suceso, tiene muchas variantes datadas con posterioridad y reflejadas en las leyendas locales, una vez conquistada la rocosa fortaleza tras largo sitio por las tropas castellanas y a su vez incorporadas al acervo de los mesetarios.
Luego, con el tiempo, la versión castellanizada del episodio habla de una historia similar pero con los nombres de los protagonistas cambiados. Esta versión local teñida de tintes trágicos, un Romeo y Julieta a la carta, está representado en las figuras de Gonzalo de Velada, perdidamente enamorado de Aldonza Aboín. Por aquel entonces, Velada y Aboín eran dos familias a la greña por agravios añejos que se reencarnaban en maldiciones mutuas que impedían por la fuerza y la amenaza la potente atracción que sentían sus hijos entre sí.
Gonzalo va a Ávila con ánimo de raptar a la vieja usanza a su amada Aldonza al saber que su próxima boda con un vástago de los Dávila era inminente
Jiménez de Velada era el corregidor del lugar y padre de la telúrica diosa Aldonza, que tenía subyugado, insomne y en estado casi catatónico al capitán que había combatido en todas las escaramuzas de la larga marca cristiana fronteriza con los del turbante. Tras conseguir el destierro para el valeroso guerrero, el susodicho iría a parar con varios de sus caballeros y compañeros de mesnada a la inexpugnable fortaleza de Manqueospese. Otra vez pero en la castellana lengua hija del latín se resucita a sí misma la frase que antaño se atribuía a la princesa Zubezé y el esclavo cristiano Aldefonso.
Mensajes a escondidas llevados subrepticiamente al amparo de la noche cruzan los campos de romero e hinojo en una y otra dirección revelando lo que se convierte de a poco en una historia de amor imposible que muere inconclusa cuando Gonzalo va a Ávila con ánimo de raptar a la vieja usanza a su amada Aldonza al saber que su próxima boda con un vástago de los Dávila era inminente. Suspiros y lágrimas acompañan la triste soledad de la doncella ahogando su pena en una severa depresión sin ánimo de remisión.
La energía del amor
A partir de aquí, la leyenda, historia o montaje popular con ribetes de romance fatal, no nos dice nada concluyente sobre lo que sucedió en la realidad contrastable, pues se pierde en la noche de los tiempos aquel romance saturado de decepción y esperanza.
Al parecer, el cierre de esta historia tan extendida por la comarca y conocida por los estudiosos de la literatura castellana e historiadores, concluye en que no hubo un desenlace que cerrara satisfactoriamente aquel episodio. Más, la leyenda en su ánimo de darle una solución satisfactoria habla de que cansada de llorar la criatura abandonaría su cuerpo convirtiéndose en una blanca paloma que volaría al encuentro de su amado. Tras reconocer a su querida en aquella extraña y mágica reencarnación, y ya con la certeza de que su amor estaba condenado, partió hacia la guerra llevando consigo la memoria y la frustración de aquel gran amor. Días más tarde, presidido por la desesperación, moriría con honor en el campo de batalla.
Las cosas así son. La más potente energía que existe, la del amor, en vez de acabar en una apoteosis celebrada, se convirtió en una tragedia que planea sobre el valle de Amblés desde hace siglos. Un triste desenlace para algo que no pudo ser.
En un promontorio solitario y abandonado a su suerte, en un páramo desértico de Ávila y batido durante el invierno por temperaturas que rozan los 15º bajo cero, y si hay vientos o tormentas, con sensaciones térmicas mucho más radicales que acercan la hostilidad de la naturaleza a la categoría de lo irreal en esta su extraña obra lugar del cosmos, hay una construcción defensiva cuya fecha no queda nada clara en la agenda de la historia. Una colosal y compacta construcción de imposible fecha a determinar, adherida en perfecto maridaje con unas imponentes rocas graníticas de cientos de toneladas de peso, domina las alturas de un valle –el de Amblés–, desde el que se descubre la inmensidad a la par que la grandeza de Castilla y lo que pudo ser su trasunto histórico. Su imponente presencia tiene algo de mágico y a la vez, un silencio sordo que oculta lo que allí aconteció siglos ha.
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