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La razón desconocida por la que el agua del mar es salada
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La razón desconocida por la que el agua del mar es salada

Se estima que el 71% de la superficie terrestre está formada por agua. Seguramente te hayas preguntado más de una vez de dónde sale tanta sal

Foto: El coral, todo un placer para la vista. (iStock)
El coral, todo un placer para la vista. (iStock)

"Antes que el sueño (o el terror) tejiera / mitologías y cosmogonías, / antes que el tiempo se acuñara en días, / el mar, el siempre mar, ya estaba y era. (...) / ¿Quién es el mar? ¿Quién soy yo? Lo sabré el día / ulterior que sucede a la agonía". En el inmenso mundo metafórico de Jorge Luis Borges, el mar acuña un montón de significados: la muerte, la propia fuerza de la naturaleza, el paso (y peso) del tiempo... Hay que admitir que para nuestros antepasados representaba uno de los más insondables misterios de la faz de la Tierra. En el mundo antiguo, le pusieron nombres de dioses a raíz de la fascinación que generaba contemplar tanta masa de agua junta.

No es para menos: se estima que el 71% de la superficie terrestre está cubierta de agua. Este dato nos invita a pensar que la tierra que pisamos es algo casi anecdótico dentro de toda la inmensidad de nuestro planeta. Por algo se le conoce a la Tierra como el Planeta Azul. Ha inspirado numerosos libros, poemas, canciones y elegías. Y ahora, que seguramente lo tengas delante de ti si tienes la suerte de encontrarte de vacaciones en una zona costera, cabría preguntarse por las mejores curiosidades que giran en torno a él. La más común de ellas: ¿por qué el agua del mar es salada?

Si la sal del océano pudiera distribuirse sobre la superficie terrestre, se formaría una capa de más de 152 metros de espesor

Aunque es una pregunta muy típica cuya respuesta es ampliamente conocida, merece la pena detenerse en ella. La razón es muy sencilla: la sal del océano proviene de las rocas de la tierra. ¿Cómo? Todo empieza en lluvia. Las precipitaciones que caen sobre la tierra contienen dióxido de carbono disuelto del aire. Esto provoca que el agua de lluvia sea ligeramente ácida, debido al ácido carbónico (formado a partir de CO2 y H2O). A medida que la lluvia erosiona la roca, los ácidos en el agua de lluvia se descomponen en la roca. Este proceso crea iones o partículas atómicas que se cargan de electricidad. Estos iones son arrastrados por las corrientes y los ríos, y en última instancia, van a parar al océano.

Muchos de los iones disueltos son utilizados por los organismos del océano y son eliminados del agua. Otros, no se agotan permanecen durante largos períodos de tiempo. Dos de los iones más prevalentes en el agua de mar son el cloruro y el sodio. Juntos, representan más del 90% de todos los iones disueltos en el océano. El sodio y el cloruro tienen un ligero sabor salado, según afirma el 'National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA)'.

Foto: 'Surfista de aguas residuales', de Justin Hofman.

La concentración de sal en el agua del mar, denominada salinidad, es de aproximadamente 35 partes por mil, o lo que es lo mismo, un 3,5% del peso del agua del mar proviene de las sales disueltas. Según algunas estimaciones, si la sal en el océano pudiera eliminarse y distribuirse uniformemente sobre la superficie terrestre, se formaría una capa de más de 152 metros de espesor, aproximadamente la altura de un edificio de oficinas de 40 pisos.

El océano con más cantidad de sal es el Océano Pacífico, el más grande y profundo de todos. Cerca las costas de Asia y Australia al oeste y la de América al este. Esta gran concentración de agua tiene la mayor salinidad porque experimenta un gran exceso de evaporación, lo que deja el agua más densa y salada. Pero, si la sal proviene de las rocas del fondo oceánico, ¿por qué el agua de los ríos no es salada si también emerge de rocas de montañas o del manantial de un valle?

Los ríos transportan cera de cuatro millones de toneladas de sales disueltas a los océanos

La respuesta está, de nuevo, en la lluvia. La reposición constante de su agua con la de la lluvia evita que los ríos se vuelvan demasiado salados, ya que la sal siempre se expulsa a los mares, donde se acumula. A lo largo de todo el globo, se estima que los ríos transportan a los oceános cuatro millones de toneladas de sales disueltas, según el NOAA.

Otra de las preguntas asociadas a este tema es si el agua marina es sana para nuestro organismo. Aunque te mueras de sed, no lo hagas. Precisamente, por su elevada concentración de sal y sus efectos altamente nocivos en el organismo. ¿Qué pasaría si bebes demasiada? Las células humanas tienen membranas que impiden que la sal entre libremente, sin embargo son semipermeables, por lo que si el contenido sobrepasa lo permitido entrará en las células fácilmente. Cuando la sal fuera de la célula es mayor que dentro, el agua sale de la célula para equilibrar en un proceso que se llama ósmosis. Al beber agua de mar, las consecuencias de la ósmosis son desastrosas.

placeholder 'Deep Blue Sea'. (iStock)
'Deep Blue Sea'. (iStock)

Ya que la sal en el agua marina está tres veces más concentrada que en nuestro plasma sanguíneo, los riñones deberán eliminar este exceso de sal produciendo una orina extremadamente salada. Sin embargo, este líquido no podrá tener la salinidad del agua de mar, por lo que deberá orinar mucho más para depurarse y quitar la sal, eliminando más agua de la que bebimos junto con la sal. ¿El resultado? Una deshidratación brutal que tiene consecuencias mortales. De ahí que en las historias de naúfragos que cayeron en la tentación de beber agua marina por la sed, acabaran locos antes de morir, debido a las ensoñaciones que produce la deshidratación. O como Borges decía, las alucinaciones propias del "día ulterior que sucede a la agonía".

"Antes que el sueño (o el terror) tejiera / mitologías y cosmogonías, / antes que el tiempo se acuñara en días, / el mar, el siempre mar, ya estaba y era. (...) / ¿Quién es el mar? ¿Quién soy yo? Lo sabré el día / ulterior que sucede a la agonía". En el inmenso mundo metafórico de Jorge Luis Borges, el mar acuña un montón de significados: la muerte, la propia fuerza de la naturaleza, el paso (y peso) del tiempo... Hay que admitir que para nuestros antepasados representaba uno de los más insondables misterios de la faz de la Tierra. En el mundo antiguo, le pusieron nombres de dioses a raíz de la fascinación que generaba contemplar tanta masa de agua junta.

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