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La asombrosa endeblez histórica de los mitos de los independentistas
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CATALUÑA, UNA INTOXICACIÓN SEVERA

La asombrosa endeblez histórica de los mitos de los independentistas

Los argumentos históricos a los que se agarra el nacionalismo catalán no se sostienen bajo ningún punto de vista y están llenos de falacias

Foto: El Palacio de la Generalitat de Cataluña. (iStock)
El Palacio de la Generalitat de Cataluña. (iStock)

Más allá de las creencias por las que cada uno quiera apostar para darse equilibrio en su fuero interno o darle sentido a su vida se hace necesario sanear la azotea de pajas mentales cuando menos de manera esporádica o con carácter preventivo. Una ventilación adecuada oxigena el altillo y nos da perspectiva sobre lo observado en vez de crear murallas donde se hacen necesarios puentes.

Este es el caso de los nacionalismos de una pobreza de miras que roza la ceguera sobrevenida, que es bastante peor que la congénita. Es sano recrear la propia identidad hasta conseguir la excelencia, pero nunca a costa de infravalorar a los demás. Por ello, es probable que la arrogancia de una forma de hacer política a la vieja usanza haya soliviantado a algunos catalanes un poco hartos de la falta de modales y de ejemplaridad a la hora de ser acusados con tanta vehemencia por los inventores del latrocinio corporativo.

Desde que el PP subió al poder el 22 de diciembre 2011 el nacionalismo catalán que ya suponía un preocupante 25% del voto hasta su reciente salida en junio del 2018, el nacionalismo reactivo de la periferia se ha doblado y en este juego de espejos no se puede echar toda la carga de este desatino sobre una de las partes en exclusiva. Ha sido mucha la mierda mediática que se le echado al separatismo acompañada de simiescos golpes en los pectorales de los “buenos” que a su manera intentaban ventilar la hedionda actividad depredadora de los recursos del estado con un decorado de estética representación egipcia -con la clásica mano petitoria-, que les reportaba pingües beneficios, mientras se erigían en acusadores de los del 3%.

Se pasan el día como perro neurótico buscando el sentido último de la vida, mordiéndose la cola

En este cuadrilátero, el nacionalismo catalán, tan bien adaptado al crescendo industrial de principios del siglo XX, con una activa sociedad mercantil de genética semítica, perspicaz y de buenas maneras, y sobre todo con oficio –hijos de Tiro y Sidón son–, con añeja sangra fenicia. El fenómeno reactivo del pataleo infantil sustentado en un motivado victimario arropado en veleidades alucinatorias configura una cofradía de incondicionales devotos que se tendrían que hacer ver. Los mitos catalanes que sustentan el independentismo actual son de una endeblez asombrosa causando un obsceno rubor, que han tragado hasta la empuñadura las generaciones recientes como si de gominolas se tratara, o como delicatesen o trufas de la Cerdaña, por los más exquisitos.

Poniendo las cosas en contexto

La ilusoria melodía del Flautista de Hamelín, donde crecen invisibles e ingentes cantidades de dinero con las que financiar sicodelias y alucinaciones colectivas muy del agrado de un consumidor predispuesto a lo mesiánico, la búsqueda de una Arcadia feliz o una renovada Ínsula Barataria, no dan para conjurar una crisis del tamaño de las raíces de un Baobab, tan profundas que no permiten ver una realidad que se aposenta sobre unas inapelables e inasumibles arenas movedizas.

Desde aquel rollo de la Guerra de Sucesión (1701-1713) en la que perdieron una trifulca que se podía haber arreglado con unas butifarras de buen ver y un Somontano bien decantado; con la apolillada matraca de los Condados Catalanes, mantra lacrimógeno donde los haya, que por su minúscula pequeñez queda disipada en un marco más serio y trascendente históricamente, tal que es la Corona de Aragón, con la desgastada “chapa” de que el matrimonio de conveniencia con Castilla en el que la bolsa no sonaba del todo bien y Aragón a la postre iría perdiendo comba históricamente en mor de una causa mayor; con la apabullante monserga de que España les roba cuando ha sido Cataluña la región que mayores inversiones ha recibido en el siglo XX por su privilegiada posición estratégica; se pasan todo el día como perro neurótico buscando el sentido último de la vida, mordiéndose la cola.

placeholder Estatua de Rafael Casanova por Rossend Nobas. (Dominio público)
Estatua de Rafael Casanova por Rossend Nobas. (Dominio público)

Poniendo las cosas en contexto aunque este sea holográfico, vamos a tener un marco de referencia. El tema de Cataluña –y a las pruebas que a continuación me remito–, da para una jaqueca crónica y severa. El problema viene dado por el repetitivo soniquete que te deja los tímpanos de aquella manera. Hay una línea de genética fenicia, en la que ocurre como con esos niños malcriados que patalean y patalean hasta que los padres tienen que ir al sicoterapeuta para que les aconseje sobre cómo acabar con la criatura, si expeditivamente, aguantar el tirón a base de sedantes, o volverse majaretas de remate.

Uno de los rollos con más predicamento es el de la muerte de Rafael Casanova que, todo sea dicho de paso, tuvo una presencia testimonial en el asedio de Barcelona y además hizo trampas para hacerse pasar por muerto hasta que fue descubierto con las manos en la masa; vamos, un héroe en toda regla. Otro de los mitos es el de la celebración de la Diada que resulta que debería de “festejarse” el día 12 que fue en realidad el día formal de la rendición de la ciudad y no el 11 de septiembre como pretenden las autoridades catalanas que deben de andar contando todavía con el Ábaco o buscando extrañas asociaciones conspiranoicas.

Otra historia que hay que encajarla con calzador es la de la exclusividad lingüística en el área geográfica en cuestión. Jamás el idioma catalán, un derivado más del latín que introdujeron los romanos, fue lengua única en la Corona de Aragón y ni siquiera en el Condado de Barcelona. La lengua catalana tuvo su origen en el noroeste peninsular a partir del latín vulgar que introdujeron los romanos. Algunos filólogos franceses y españoles, estudiosos y puristas sin inclinaciones a marear la perdiz, dicen que el origen radica en el sermo rusticus catalán probablemente la primera gran ruptura con el latín clásico allá por los siglos VII y VIII. Pese a su larga trazabilidad histórica, el catalán era lengua payesa y no urbana pues tras la fusión con el reino de Castilla, Aragón abrazó el castellano sin más preámbulos ni resistencia. Y ya fuera en el Rosellón como en la parte subpirenaica, convivían plácidamente sin conflicto, el castellano, el latín, el catalán, el italiano en menor medida, y el francés, e incluso en ciertas áreas del norte, el occitano.

Los privilegios administrativos poco tienen que ver con la veracidad en los medios de información y la educación en las escuelas

Asimismo la propaganda nacionalista culpa a Felipe V de cargarse los fueros catalanes, señalando con vehemencia estas tristes fechas para todos los que combatieron en aquel trance bélico, como si de la muerte de las libertades de Cataluña se tratara. Felipe V lo que hizo, es ser más expeditivo que Felipe IV en el anterior levantamiento catalán de 1640 e hizo tabula rasa tras el alineamiento catalán con sus adversarios y los puso a todos a leer el Quijote contra la pared.

Hasta donde yo sé, si te vas al casino y apuestas al 13 y te sale el 25, se da por supuesto que has perdido, pues no, los “caganer” siguen sueltos desde aquella y no parecen remitir en la cagalera. Además, hasta donde yo entiendo, los privilegios administrativos poco tienen que ver con la veracidad en los medios de información y la educación en las escuelas, actividades ambas que tienen mucha importancia a la hora de vestir bien la libertad y que son detalles que brillan por su ausencia en aquello pagos del nordeste.

Ni para diez minutos de cháchara

Si a eso le añadimos un poco de enjundia, la justificación de las actuales reivindicaciones políticas basadas en la Edad Media no dan ni para encontrar un esqueje del que tirar para atisbar algo parecido a un embrión que justifique un catalanismo medianamente razonable. El término de Paisos Catalanes tiene más un fondo de carácter lingüístico que otra cosa, por lo que ya puestos y en carrerilla, que se pasen a reivindicar algunas islas griegas y turcas que fueron propiedad de Aragón así como el Ducado de Neopatria y porque no, de paso, el Rosellón. A todo esto le podemos añadir que los Condes de Barcelona, Osona y Gerona, iban a hacerle el besamanos a los reyes de la dinastía carolingia, por lo que en mi modesta opinión, deberían darle (perdón por el micho machismo) el “coñazo” a Macrón y dejar de dar la tabarra aquí en el predio peninsular.

Para mayor abundamiento hay que recalcar que desde siempre se ha usado el concepto de Corona de Aragón para definir la unión dinástica de los condados catalanes y los soberanos del Reino de Aragón, con lo que buscar retorcidos y alambicados sobrenombres o denominaciones políticas exóticas e inexistentes en la Edad Media no da ni para diez minutos de cháchara. Nunca existió una confederación catalano aragonesa ni por supuesto un Reino de Cataluña.

Prestigiosas universidades catalanas relatan con claridad los cien años oscuros de la economía local desde mediados del XV hasta el XVI

Por otro lado, según estimaciones de la sanidad de la autonomía catalana, todas las existencias de paracetamol, ibuprofeno, tramadol, lexatin y guarrerias de este tipo, etc.; están agotadas por los miles de recetas expedidas para el exponencial crecimiento del Síndrome de las Pajas Mentales, patología de nuevo cuño descubierta en las últimas décadas y con un diagnóstico de pandemia más que preocupante. Y yo me pregunto ¿Qué pensaran la otra mitad de españoles nacidos en Cataluña ante esta esperpéntica coral sinfónica de vuvuzelas nacionalistas a pleno rendimiento? Pues es de suponer que ante la carestía de analgésicos y ansiolíticos, dormir con infusiones de tila alpina y tapones de cera para los oídos, porque la matraca comienza tener visos de perforación de timpano. Que karma.

Si a todo este galimatías le añadimos los ignotos orígenes de la senyera, que igual aparece como un derivado de una leyenda artúrica, o como un emblema rodeado de símbolos románticos con desfases espacio temporales más propios de una película de ciencia ficción; la melé sobre los arcanos de este símbolo sagrado para los catalanes, recuerda más a una indigesta merienda de clavos. Seamos serios, una cosa es el derecho a tener un símbolo con el que arroparse y otro bien diferente es entrar en procesos delirantes. Fueraparte, hay que decir que la senyera tiene un diseño de estética impecable, siempre y cuando no esté rodeada de corifeos pegando alaridos tronantes, cosa que reduce la puntuación sensiblemente.

placeholder La Sagrada Familia, uno de los iconos barceloneses. (iStock)
La Sagrada Familia, uno de los iconos barceloneses. (iStock)

Y hablando de temas delirantes, el relato histórico aquel de que los Reyes Católicos se cepillaron el “ethos” catalán a base de jibarizar a Aragón primero y ¿Cataluña? después, no se sostiene. Prestigiosas instituciones y universidades catalanas de prestigio indiscutible, relatan con claridad los cien años oscuros de la economía local desde mediados del XV hasta mediados del XVI.

Y luego está el rollo matutino- secular de que a los catalanes no se les dejaba comerciar con América. A partir de 1524, por cuestiones estratégicas y geopolíticas, el centro sobre el que gravita la mercadería de entrada y salida de la península, está radicado en Sevilla. Cientos de comerciantes catalanes se instalan allá sin que nadie se lo impida. Otra cosa bien distinta es que no sean la masa crítica; pero documentado está (Payne, Gibson, Brenan, etc.) de que por haber, había hasta holandeses, genoveses e ingleses pululando por la Casa de Contratación. Bajo mi criterio, lo que creo, es que los piratas de Berbería y los turcos estaban muy soliviantados contra la cristiandad y Aragón cortaba mucha tela en el mediterráneo y para mantener sus posiciones, no tuvieron reparo en apelar a los Austrias del momento que de buen o mal grado pagaron de su bolsillo los gastos derivados de aplicar correctivos a los del turbante , que estaban muy subidos por aquel entonces; es así, y no de otra manera , que Barcelona aparece a mediados del siglo XVI mas reforzada en su área tradicional de comercio que no era otra que el Mare Nostrum, ¿y como sucede esto? Pues gracias a la colaboración de los Austrias y de los dineros de los castellanos que tuvieron que pagar un alto precio por aquella etapa de aventuras-desventuras.

Las veleidades secesionistas hicieron pensar a la alta burguesía que los cantos de sirena de Richelieu iban a solucionar al quejumbroso 'Gotha' catalán

Y a colación de esto, hay que decir que salvo las honrosas excepciones del inolvidable Luis de Requesens y Juan de Cardona en Lepanto recordando a las huestes musulmanas las limitaciones de Allah cuando le da por sestear, las intervenciones catalanas fuera de sus pagos fueron escasamente contributivas, básicamente porque los fueros catalanes prohibían servir en el ejército común fuera del Principado; ahora sí, cuando los piratas berberiscos les levantaban sus mercancías, rápidamente corrían a reclamar la intervención del primo de Zumosol. Pelín desmemoriados estos de la barretina.

No hay que olvidar que en el momento de la unión dinástica de las coronas de Castilla y Aragón, la primera tenía un poder descomunal, y aproximadamente el 82% de la población peninsular asentado en las tres cuartas partes del territorio. En cualquier caso, las relaciones de amistad así como los incidentes, son los habituales entre unos territorios de larga vecindad y los roces en la convivencia hay que verlos dentro de lo normal. Es saludable una sana actitud mental de oxigenación para evitar molestas intoxicaciones que a la postre se acaban convirtiendo en dogmas de plastilina.

Foto: Monumento a Ramón Berenguer en Barcelona. (Wikimedia Commons)

Estas pataletas secesionistas no solo tienen precios en cuanto a costes humanos sino en cuanto a derivadas. Hacia 1640, en medio de la Guerra de los Treinta años, las veleidades secesionistas hicieron pensar a la alta burguesía y a la aristocracia catalana que los acogedores cantos de sirena de Richelieu iban a solucionar por ensalmo con un nuevo dislate separatista al quejumbroso ”Gotha” catalán. Nada más incierto, las tropas reales arrollaron a las francesas y los hechos apuntan a que la invasión de `productos del agro y manufacturas galas durante más de doce años, perjudicaron seriamente la economía local. Cuando el rey español Felipe IV finalmente recuperó Cataluña, los payeses que fueron los más perjudicados por los experimentos políticos de una nobleza que se la cogía con papel de fumar, agradecieron la vuelta a casa con sentidos presentes a las tropas y a la oficialidad.

Viendo los acontecimientos del pasado y los del presente, solo se me ocurre que el tradicional 'seny' catalán ha derrapado en curva cerrada por exceso de ombliguismo y algún sol y sombra. No vale la excusa de que estos años oscuros que parecen haber concluido recientemente, sean argumento sostenibles para acusar a ladrones foráneos de todos los desatinos ocurridos. En Cataluña se ha robado de forma obscena y los autores –que son de la casa– siguen amparados por el silencio cómplice de un enorme colectivo que solo tiene la mano abierta para recibir pero cerrada para dar, y que como añadido, tiene pocas ganas de contrastar su historia, hecho que facilitaría una conciliación o confluencia más fluida y menos virulenta. Pero claro, es mejor tener distraído al personal mirando al pajarito.

Cataluña, un gran diván a falta de un paciente con menos miopía y estrabismo.

Más allá de las creencias por las que cada uno quiera apostar para darse equilibrio en su fuero interno o darle sentido a su vida se hace necesario sanear la azotea de pajas mentales cuando menos de manera esporádica o con carácter preventivo. Una ventilación adecuada oxigena el altillo y nos da perspectiva sobre lo observado en vez de crear murallas donde se hacen necesarios puentes.

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