La primera señal de que van a subir los precios de los pisos en tu barrio
Que los precios aumenten no depende únicamente de la afluencia de capital económico, sino sobre todo, de otro factor que hace deseable mudarse a dicho lugar
Un pequeño sótano que programa obras de microteatro cada madrugada. Una galería de coleccionistas donde se venden muebles como los de casa de tus abuelos. Un gastrobar donde cada tarde hay sesiones de micro abierto. Un centro de arte multiusos con grandes espacios diáfanos en el que no se sabe muy bien qué se puede hacer. Si alguno de estos locales ha abierto cerca de su casa, puede empezar a preocuparse. Cuando vea las barbas del vecino cortar o, en este caso, cuando vea las barbas de los vecinos 'hipsters' crecer, prepárese, porque su vecindario va a convertirse en el motor del desarrollo de su ciudad… y los precios van a subir.
Es lo que indica una investigación pionera publicada en 'Frontiers in Physics' que, según sus autores, muestra con datos por primera vez el decisivo papel que el capital cultural –conocimiento e intereses– juega en el crecimiento urbano y la evolución de los precios, y que puede llegar a ser incluso más decisivo que el capital económico en barrios de moda como los londinenses Islington o Camden. En otras palabras, no es solo que los barrios más ricos atraigan a más trabajadores de las conocidas como clases creativas (del mundo de la tecnología a la arquitectura pasando por los medios de comunicación), sino que son estos empleados y sus costumbres las que terminan cambiando un vecindario. Algo que ha sido especialmente patente entre 2007 y 2014 en Londres, y algo menos en Nueva York.
No toda la cultura es igual de importante a la hora de subir precios: los barrios más desarrollados son los especializados en las artes escénicas
Un dilema del huevo y la gallina que ha llamado la atención del urbanista Richard Florida, que en un artículo publicado a raíz del estudio recuerda que la cultura “no es un mero accesorio, sino un factor clave en el crecimiento económico urbano”. Lo cual tiene un correlato negativo: “Al servir como combustible para el crecimiento de los barrios y su desarrollo, también ha jugado un importante rol en el aumento del precio de los pisos y la gentrificación”. Algo que los autores demuestran a través de un análisis urbano realizado a través de un millón y medios de instantáneas que recogen los eventos culturales de la ciudad de la última década, y que han cruzado con los ingresos de los residentes y el precio de la vivienda.
No todo evento cultural es igual de determinante en el aumento de los precios. Como recuerda Florida, los barrios más desarrollados en los centros de las ciudades son aquellos que se han especializado en artes escénicas y teatro. Además, en Londres abundan las empresas de diseño y las editoriales (de libros o periodísticas). Por otra parte, la arquitectura es una de las áreas preferidas de los nuevos gentrificadores, tanto en los barrios céntricos como en los de la periferia. Aunque en Londres el diseño se concentra en el este de la ciudad y el teatro y el marketing en el oeste, la mayoría de vecindarios en auge suelen reunir expresiones culturales muy diferentes. Una galería, un teatro, la redacción de un periódico, una agencia de publicidad: los signos de que las cosas cambian a mejor, y por ello, que los precios subirán.
Bourdieu en las ciudades
El estudio intenta aplicar a las urbes las teorías del sociólogo Pierre Bourdieu sobre individuos y clases sociales, especialmente en lo concerniente al “habitus” y la forma en que las clases altas se perpetúan a sí mismas. Si el francés afirmaba que “en épocas de cambio, los individuos con más capital económico y cultural son los primeros en desplazarse a nuevas posiciones (más ventajosas)”, algo semejante puede aplicarse a las ciudades: “Una ciudad cambia constantemente, y los vecindarios con un mayor capital cultural y económico serán los primeros en salir adelante, contribuyendo al éxito económico de la ciudad”.
Si Bourdieu recordaba que los individuos de la misma clase social y semejante nivel económico se reúnen para llevar a cabo las mismas actividades porque tienen gustos parecidos, hablan de manera muy semejante e incluso comparten gestos y tics, es posible que esa mimetización que sirve para su perpetuación se traslade a los barrios. Lo que genera esa nueva brecha que Florida ha llamado “la Nueva Crisis Urbana”: si las clases creativas con dinero y gustos culturales se trasladan a los mismos vecindarios y hacen subir los precios, la consecuencia lógica es que la brecha entre los residentes privilegiados y los que menos cobran sea aún mayor. Pero no se trata solo de dinero, sino también de sus costumbres culturales.
Los autores del trabajo, Desislava Hristova y Luca M. Aiello, de los Laboratorios Nokia Bell de la Universidad de Cambridge, consideran la cultura como algo intrínsecamente y extrínsecamente positivo como catalizador del cambio, pero solo hasta cierto punto: “La cultura, que alimenta el crecimiento de las ciudades, también es la originadora de sus efectos peligrosos: gentrificación, inaccesibilidad y desigualdad”, advierten. La cultura resulta rentable para los habitantes de los barrios, pero no para todos. Es el lado oscuro de las ciudades creativas, el término que Florida acuñó para referirse a las urbes globales donde se concentran los profesionales talentosos y que pueden llegar a condicionar las posibilidades de éxito o trabajo de sus ciudadanos, incluso en un contexto de creciente deslocalización.
Londres, San Francisco o Nueva York son ejemplos palpables de esa división entre los barrios de las grandes ciudades
No obstante, en su último trabajo 'La nueva crisis urbana', Florida muestra su preocupación ante lo que considera “la crisis central de nuestra época”, que es “una nueva era urbanística de 'el ganador se lo lleva todo' en la que los talentosos y privilegiados se juntan y colonizan un pequeño grupo de ciudades estrella, dejando al resto atrás”. Algo que también puede ocurrir entre los barrios de una misma ciudad, como ya es evidente en Londres, San Francisco o Nueva York, pero cada vez resulta más palpables en otras capitales como Madrid, que se encuentra en máximos históricos: el pensador recuerda que los barrios de clase media han desaparecido, y en su lugar han aparecido pequeñas áreas de gran opulencia y grandes zonas donde se concentra la pobreza.
Una división acelerada por el crecimiento exponencial del precio de la vivienda en esas zonas culturalmente 'cool'. Las posibles soluciones, no obstante, aún están por llegar. Florida recuerda que la alternativa no es “ni menos cultura ni menos desarrollo”, sino “asegurarse de la revitalización cultural y el desarrollo de nuestras ciudades y barrios pueda ser canalizada de una forma más inclusiva”. Algo semejante argumentan los autores del trabajo, cuando recuerdan que “un enfoque sostenible de las inversiones culturales puede proporcionar dividendos, pero requiere sensibilidad hacia las necesidades de las comunidades locales”. En qué se concretarán esas palabras no queda claro.
Un pequeño sótano que programa obras de microteatro cada madrugada. Una galería de coleccionistas donde se venden muebles como los de casa de tus abuelos. Un gastrobar donde cada tarde hay sesiones de micro abierto. Un centro de arte multiusos con grandes espacios diáfanos en el que no se sabe muy bien qué se puede hacer. Si alguno de estos locales ha abierto cerca de su casa, puede empezar a preocuparse. Cuando vea las barbas del vecino cortar o, en este caso, cuando vea las barbas de los vecinos 'hipsters' crecer, prepárese, porque su vecindario va a convertirse en el motor del desarrollo de su ciudad… y los precios van a subir.