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Te hacen engordar: la razón por la que comes más de lo que debes
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Te hacen engordar: la razón por la que comes más de lo que debes

Las comidas y cenas con familia o amigos son buenísimas para tu estado mental. Pero, ¿y para tus ganas de adelgazar o perder peso? Quizás no tanto

Foto: Peli, pizza, sofá, amigos. (iStock)
Peli, pizza, sofá, amigos. (iStock)

Mes de mayo: época de comuniones. ¿Quién no ha salido de este tipo de celebraciones sintiéndose como una completa bola? Imagina que estás en un restaurante en el que todos habéis acabado de comer y el camarero ofrece postre. Y, de repente, aunque te hayas quedado con hambre y te apetece, a todos los que pregunta antes que a ti, le responden: "No, ya estamos muy llenos". Tú tienes más hambre, pero de forma automática e irracional, te sale un "no, gracias". Terminas pidiendo un triste café que echa por tierra todos tus deseos por hincar el diente a esa sabrosa tarta de queso de la carta.

Podríamos decir que hay determinadas sustancias que son sociales por naturaleza, como por ejemplo, el alcohol. La comida, también. Varias décadas de investigación sobre el tema demuestran que comemos más en compañía y en base a qué y cómo comen los demás. Pero, ¿cómo nos afectan exactamente nuestros compañeros de almuerzo a lo que comemos? ¿Podemos aprovechar esta influencia social para reducir las grasas y el azúcar e incluso perder peso?

Las costumbres gastronómicas mediterráneas invitan a llenarse el buche y, no solo eso, a disfrutarlo con familia y amigos

Una serie de estudios del psicólogo de la salud John de Castro en la década de 1980 alertaron sobre las influencias sociales a la hora de sentarse en la mesa. Tanto es así que Castro recopiló diarios de más de 500 personas que registraban sus comidas y el contexto social en el que eran consumidas, en compañía o solos, según informa Yao-Hua Law en la 'BBC'. Para sorpresa del investigador, la gente comía más en grupo que cuando estaban solos. Los experimentos de otros científicos también descubrieron que las personas comían un 40% más de helado o un 10% más de pasta en compañía que solos.

Al final, parece que las costumbres gastronómicas mediterráneas invitan a llenarse el buche y, no solo eso, a disfrutarlo con familia y amigos. De Castro denominó el fenómeno como "facilitación social" y lo describió como "la influencia individual más importante y omnipresente sobre la alimentación aún no identificada". ¿Por qué el hambre se dispara cuando comemos con alguien más? El hambre, el estado de ánimo o las interacciones sociales que distraen fueron rechazados como razones principales por De Castro y otros científicos. Los estudios revelan que ampliamos nuestras comidas al hacerlo en grupo, y comemos más en esos minutos extra.

placeholder Foto: iStock.
Foto: iStock.

La observación meticulosa de muchos clientes en una gran cantidad de restaurantes desveló que los grupos de gente más grandes disfrutan de comidas más largas. Y cuando se fija el tiempo de la comida, los grupos más numerosos no comen tanto como los más pequeños. En un experimento de 2006, los científicos reunieron a 132 personas y les dieron 12 o 36 minutos para comer galletas y pizza. Los participantes comieron solos, en parejas o en grupos de cuatro. Dentro de cada hora de comida específica, los participantes comieron cantidades similares, independientemente del tamaño. Este experimento de laboratorio proporcionó las pruebas más sólidas de que alargar el tiempo es clave para consumir más

Al pedir comida para un grupo, tendemos a pedir más. Esto fue revelado por las observaciones en un restaurante italiano: cuanto más grande era una fiesta, más pastas y postres pedía cada comensal. Los festines sociales parecen hacernos más hambrientos. Además, la alegría de comer juntos podría sentirse incluso si nuestro compañero no es real. En un estudio japonés, se les pidió a las personas que comieran palomitas de maíz solas, ya sea delante de un espejo o una imagen de una pared. Los que comieron delante de un espejo disfrutaron más de las palomitas de maíz. ¿Alguna vez te has preguntado por qué algunos restaurantes tienen tantos espejos grandes y prominentes?

Es muy importante observar cómo comen los ancianos, ya que sus elecciones alimentarias pueden ser las más correctas

Hasta ahora, muy pocos estudios han considerado cómo podrían haber evolucionado nuestros hábitos alimenticios de acuerdo al contexto social. Tal vez prestar atención a las normas sociales y no comer más que otros podría haber facilitado el intercambio de alimentos entre nuestros antepasados cazadores-recolectores. "Creo que podría ser muy importante observar a otras personas más ancianas, especialmente aquellos que sobreviven hasta la vejez porque sus elecciones alimentarias probablemente sean muy correctas y apropiadas", dice Suzanne Higgs, profesora de psicobiología en la Universidad de Birmingham.

Por desgracia, como las patatas fritas y golosinas son fácilmente accesibles, nuestras normas actuales de alimentación pueden deslizarse por una pendiente de grasa, colesterol y azúcar. Las personas tienden a comer como lo hacen sus círculos sociales más cercanos, y están menos preocupados por comer en exceso si todos comen más y ganan peso juntos. Afortunadamente, no tenemos por qué dejar a un lado las comidas y cena en familia o con amigos si queremos llevar una dieta saludable. Lo primero es reconocer que lo social en la comida afecta, y a partir de ahí podemos ser más conscientes de cómo podemos actuar en esta situación y tomar el control consciente. Con un poco de fuerza de voluntad y ganas, podremos solventar la tentación de ser muchos alrededor de la mesa y pedir más comida de lo necesario.

Mes de mayo: época de comuniones. ¿Quién no ha salido de este tipo de celebraciones sintiéndose como una completa bola? Imagina que estás en un restaurante en el que todos habéis acabado de comer y el camarero ofrece postre. Y, de repente, aunque te hayas quedado con hambre y te apetece, a todos los que pregunta antes que a ti, le responden: "No, ya estamos muy llenos". Tú tienes más hambre, pero de forma automática e irracional, te sale un "no, gracias". Terminas pidiendo un triste café que echa por tierra todos tus deseos por hincar el diente a esa sabrosa tarta de queso de la carta.

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