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El final del porro tal y como lo conocimos
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¿Quién dijo fumar?

El final del porro tal y como lo conocimos

Los canutos son cosa del pasado. Ahora, la moda es usar vapeadores, comestibles y hasta fundas de iPhone fumables. Incluso en Sillicon Valley han visto un mercado que explotar

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"Creo que me voy a liar otro por el camino / Siento que puedo soportar la carga / Aunque mis pies no tocan el suelo / Me sostengo sobre el sonido de algunas personas viniéndose abajo". El magnífico estribillo de "Roll Another Number", primera canción de la cara B del disco 'Tonight's the Night' del ilustre, sabio y portento del rock norteamericano Neil Young ya lo dice todo. Después de haber visto cómo algunos de sus mejores amigos, como su guitarrista Danny Whitten, morían a manos de la heroína, el joven Young les dedicaba uno de los mejores álbumes de su carrera. Antes de lamentar en ese último verso la amarga pérdida de sus colegas, reconocía expresamente las ganas irrefrenables de echarse un porro para sobrellevar mejor su muerte.

Era 1975, un año clave en el que Estados Unidos empleaba todos sus esfuerzos en la persecución contra las drogas después de que el movimiento hippie encendiera la sociedad y las calles de protestas, consignas de paz y, sobre todo, de canutos de marihuana. Sí, hay tantas formas de llamarlos que sería absolutamente imposible enumerar cada una de ellas, cientos eufemismos para un término que parece atender a una serie de peculiaridades topónimas según el grupo social en el que se consuma: may, petardo, blunt, petráncano, canardo, flay, trócalo, pisto, mandanga (como diría El Fary), trompeta, macario, chuflo, leño, trujas... Incluso, con nombres propios de personajes de la cultura popular a cada cual más gracioso, tal y como recopila en un artículo la revista 'Vice': Miliki, Marley, Mariano, "Un Messi", William Wallas, Charmander o Farruquito.

La marihuana se percibe de forma distinta entre los consumidores, hasta el punto de verla como un producto de bienestar personal

Los cigarros manuales de marihuana ya son cosa del pasado. Quizás en un futuro no muy lejano, cuando las leyes de legalización de algunos estados norteamericanos se contagien a España y a sus países vecinos de la Unión Europea, el clásico método de 'rular' quede demodé. Principalmente porque, como casi siempre, el mercado ya se habrá adelantado al consumo con sus nuevos diseños y formas de tomar marihuana, tanto para uso medicinal como recreativo.

El merchandising del 'ciego'

El final del porro tradicional tal y como lo conocíamos ya ha llegado. La vanguardia 'fumeta' se abre paso a modalidades de consumo más sanas. De acuerdo con la firma estadística BDS Analytics, que ha registrado más de 800 millones de transacciones comerciales allí en los estados estadounidenses donde ya es legal -Colorado, Washington, Oregón y California- los productos procesados y asociados a la marihuana ya casi superan a la tradicional planta expedida para liar. Las ventas legales de concentrados (cartuchos para vapear y aceites), parches, pomadas, lociones y hasta comestibles se han popularizado tanto entre la población que alcanzan el 47% de las ventas. La mayor parte del mercado se distribuye entre los concentrados (el 29%) y los comestibles (el 15%), que apenas existían en los albores del movimiento de legalización, según informa la periodista Alyssa Bereznak en un artículo en la revista 'The Ringer'.

"Hay más opciones disponibles, y en este sentido estamos viendo mucha evolución en las formas de consumo", admite Linda Gilbert, directora general de la división de investigación de BDS Analytics. "La forma en la que se percibe la marihuana ha cambiado en la mente del consumidor desde estar drogado a verla como un producto de bienestar personal". También como parte de la vida cotidiana, más allá del hecho de liarse uno para colocarse. Donde antes había grinders (el artefacto circular con el que se muelen los cogollos), liadoras y papeles, ahora hay innumerables artilugios elegantes a la última moda: delicados bolígrafos de plástico rellenos de aceite de THC y DBD (los componentes químicos del cannabis), walkie talkies de yerba y hasta fundas de iPhone fumables.

Todo parece responder a una suerte de 'merchandising cannábico' que solventa los mayores inconvenientes a la hora de conseguir el colocón o el efecto medicinal deseado desde que muchos expertos médicos ya vieran los beneficios para pacientes de todo tipo de dolencias de lo que popularmente se conocía como "el cigarro de la risa". Uno de ellos, por ejemplo, es el del humo de la combustión del porro, un agente de riesgo claro para graves enfermedades pulmonares. Los orígenes de la práctica de rular entre los estadounidenses se remontan a 1910, cuando los mexicanos emigraron a Estados Unidos para encontrar trabajo y escapar del tumulto de la revolución en su país.

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Demonización y respuesta

"La evidencia muestra que la gente de Estados Unidos comenzó a fumar cigarrillos de marihuana en vísperas de la Primera Guerra Mundial", observa John Charles Chasteenm, autor de 'Getting High: Marijuana Through The Ages' ("Colocarse: La marihuana a lo largo de las épocas"). Una investigación del Departamento de Agricultura de hace más de un siglo de antigüedad (exactamente en 1917) señalaba que 'la mandanga' cultivada era muy popular en estados como Texas, o bien la traían empresas mexicanas o se compraba por onzas en las farmacias. No fue hasta la Gran Depresión cuando se comenzó a demonizar su uso, inspirado por el desempleo masivo que albergó sentimientos xenófobos entre la población blanca sobre los inmigrantes y las minorías que la fumaban, por lo que el gobierno dictaminó su veto y prohibición.

Ya en los años 60, la planta se erigió como un vínculo de unión entre sociedades alternativas, un accesorio simbólico para la construcción de comunidades culturales, sociales y políticas. Mientras, en los últimos 20 años, se ha ido convirtiendo en una droga blanda, el complemento benévolo perfecto para adictos a otras sustancias mucho más duras, un tótem espiritual entre artistas visionarios, outsiders, la fórmula perfecta para disfrutar de conversaciones profundas cuasifilosóficas y estrechar un vínculo más cercano y honesto con tus iguales. Al margen, claro está, de partirte de risa. Sin embargo, gracias a la modernización de los sustitutos del porro y la progresiva legalización, la era de la marihuana fumada está llegando a su fin.

El sector tecnológico acude en masa al cannabis con la esperanza de crear un producto innovador para una futura industria legal y floreciente

"Si echamos la vista hacia el futuro para ver cómo será el mercado del cannabis en los próximos 10 años, apuesto a que el hecho de encenderse un porro tendrá la misma concepción social negativa que la que tiene ahora mismo el fumar tabaco", aventura Alain Gertner, un productor y minorista canadiense de la yerba que quiere ayudar a extender su consumo. Esto quiere decir que todos los prejuicios sobre el uso y consumo de la marihuana quedarán obsoletos en una década. Claro está, todos menos aquellos que impliquen quemarla y aspirar, fumarla. "Es un ritual, una cuestión de herencia, una celebración. En última instancia, la planta del cannabis es un producto difícil de gestionar a la hora de consumirla. La idea de que los chavales de 20 años tengan que aprender a liar me parece ridícula", apunta.

Un Sillicon Valley 'verde'

No es para menos. Los vastos y exóticos olores de esta planta milagrosa ya han llegado a las narices de los grandes negocios. Ante la buena y positiva experiencia de los estados donde ya es legal, los empresarios de Sillicon Valley se quieren subir al carro en lo que parece ser una de las actividades económicas más lucrativas en el sector farmacéutico y recreativo del futuro. "Todo el sector tecnológico industrial se está involucrando", afirmaba el diario 'Wired' en 2014. "Inversores, empresarios, biotecnólogos, científicos, diseñadores, ingenieros eléctricos, analistas de datos, desarrolladores de software... Apple, Juniper, el Sillicon Valley Bank y muchas más compañías de distintos ámbitos están acudiendo en masa al cannabis con la esperanza de crear un producto innovador para una industria floreciente y legítima".

Los consumidores desean cada vez más obtener los beneficios propios del cannabis sin necesidad de tener que liarse un canuto

En 2003, un farmacéutico chino llamado Hon Lik desarrolló un dispositivo que se convertiría en la base del cigarrillo electrónico de hoy en día, y el mercado respondió rápidamente. Los vaporizadores de cannabis disfrazados de vaporizadores de tabaco continuaron su desarrollo. Con la ayuda de generosas inversiones en Sillicon Valley, como Firefly y Pax Labs, volvieron a imaginar dispositivos para fumar que se asemejaban a lo artilugios elegantes y fetichizados de la industria. "El cannabis es una planta muy compleja", asegura J.J. O'Brien, vicepresidente de Pax Labs. "Poder extraer diferentes compuestos que definan tantos aspectos diferentes de esta experiencia, ya sea un aceite o un comestible, es lo que estamos analizando en el mercado a medida que más estados abren su regulación. Los consumidores cada vez más desean obtener los beneficios propios del cannabis sin la necesidad de tener que liarse un canuto", concluye.

Tanto el Fary como Neil Young, entre otros muchos artistas y figuras públicas, no desconfiaron un ápice de las propiedades de esta planta mágica. Ninguno de ellos imaginaría los avances tecnológicos que la industria ofrece hoy en día. Ahora, el debate está sobre la mesa. Sin embargo, si hay una superestructura económica global que ha iniciado una apuesta fuerte y decidida por un negocio que se supone que redundará en cifras millonarias, probablemente los estados no tarden en trazar una regulación de su consumo y venta, con el claro objetivo de sacar tajada a través de impuestos. Solo hay que esperar.

"Creo que me voy a liar otro por el camino / Siento que puedo soportar la carga / Aunque mis pies no tocan el suelo / Me sostengo sobre el sonido de algunas personas viniéndose abajo". El magnífico estribillo de "Roll Another Number", primera canción de la cara B del disco 'Tonight's the Night' del ilustre, sabio y portento del rock norteamericano Neil Young ya lo dice todo. Después de haber visto cómo algunos de sus mejores amigos, como su guitarrista Danny Whitten, morían a manos de la heroína, el joven Young les dedicaba uno de los mejores álbumes de su carrera. Antes de lamentar en ese último verso la amarga pérdida de sus colegas, reconocía expresamente las ganas irrefrenables de echarse un porro para sobrellevar mejor su muerte.

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