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“Me preguntaron si era tontita”: lo que tienen que aguantar las mujeres en el médico
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LA BRECHA DE GÉNERO SANITARIA

“Me preguntaron si era tontita”: lo que tienen que aguantar las mujeres en el médico

Algunos estudios muestran que determinados profesionales infravaloran los síntomas de las mujeres, lo que provoca diagnósticos tardíos y hace que se sientan mal tratadas en consulta

Foto: En ocasiones se infravalora el dolor que ellas sienten. (iStock)
En ocasiones se infravalora el dolor que ellas sienten. (iStock)

En 2016, 67.736 españolas murieron a causa de una enfermedad cardiovascular, según los datos del INE. La cifra era inferior en el caso de los hombres, con 56.641 decesos. Se debe en parte a la herencia recibida históricamente, y que ha provocado que los hombres tengan una mayor percepción de su riesgo cardíaco. Durante décadas, apenas se destinó esfuerzo a analizar los diferentes síntomas entre hombres y mujeres, por lo que era mucho más difícil identificar los síntomas de ellas. Uno de los estudios canónicos a este respecto, realizado entre 1966 y 1975, contó con 8.341 participantes: 8.341 hombres y 0 mujeres. Pasaría mucho tiempo hasta que alguien se preguntó de qué forma los cambios hormonales impactan en la salud cardíaca.

Este es uno de los ejemplos más recurrentes a la hora de ejemplificar la brecha de género en la sanidad, pero no el único. La escritora feminista Maya Dusenbery acaba de publicar ' Doing Harm' en el que describe cómo la medicina y la ciencia yerran en sus diagnósticos y relativizan sus problemas. La autora recuerda, a través de investigaciones y entrevistas, que se trata de un problema sistémico que poco a poco va enmendándose, pero que aún afecta tanto a un nivel macro (al no tener en cuenta variables de género en las investigaciones sobre salud) y micro (en el trato entre médico y paciente). También, a la hora de tratar como meros problemas psicosomáticos enfermedades físicas graves.

Con el hombre todas las explicaciones son válidas. A nosotras se nos contesta mal, como si una pregunta de perogrullo fuera ofensiva

La autora utiliza el ejemplo de su propia enfermedad, artitris reumatoide (tres veces más frecuente en mujeres que en hombres), para mostrar cómo a menudo se retrasa peligrosamente el diagnóstico. Ocurre también con enfermedades como el alzhéimer, la fibromialgia o el síndrome de fatiga crónica. Como en nuestro país ha señalado la socióloga de la Universidad Complutense Elena Casado, “partimos de un cuerpo ideal, pretendidamente universal: el del varón blanco, joven, atlético, sin grasa”. Un modelo que deja fuera las particularidades del cuerpo de las mujeres que, además, tienen que escuchar cómo se aduce que todos sus problemas están “en su cabeza”, como el título del libro de Paula Kamen.

Foto: Algunas madres sienten que tienen mucho que decir en el momento del parto. (iStock)

Es lo que sugería una investigación publicada en el 'Journal of Women's Health' y llamada 'El sexismo percibido como un determinante de salud en España', que desveló la relación entre el sexismo y una peor salud y mostró que las mujeres divorciadas o inmigrantes experimentaban aún más discriminación que el resto. Dusenbery añade que “una simple consulta entre mi entorno inmediato reveló que a muchas mujeres con un amplio abanico de problemas les pasaba lo mismo”. Lo que ocurre, explica, es que la mayoría de ellas se consideran la excepción, o no creen que se trate de un problema sistémico, sino excepcional.

Desconfianza y malas interpretaciones

“Considero que el tono y la forma de expresarse y dirigirse a un hombre son distintos respecto a una paciente mujer”, explica Blanca, de 26 años. “Con el hombre todas las explicaciones solicitadas son válidas. A nosotras, y esto lo he compartido con amigas y familiares, se nos contesta con mal tono, como si una pregunta fuera ofensiva porque es de perogrullo”. En una ocasión, recuerda, un doctor de digestivo le dijo “eres tontita por preguntar sobre un componente químico que figuraba en un informe y que yo, como paciente, no tenía que conocer”. Otro doctor, simplemente, la animó a dejar de utilizar “cinturones tan altos o dejar de darle a la siesta sin estudiar mi historial” para sus problemas de estómago, que padecía desde 10 años antes”.

Me sentí como si yo estuviera demasiado preocupada por mi salud, como a una mujer a la que había que tranquilizar o pararle los pies

Algo aún peor le ocurrió a la madre de Elena (27 años), una historia que ejemplifica bien cómo la falta de confianza puede derivar en problemas de diagnóstico. “Se encontraba mal, cansada, alicaída y triste” y siempre había sido una persona alegre”, rememora. El médico de cabecera “le dijo que era cosa de la menopausia y que no se podía arreglar, que tuviera paciencia porque ya se le pasaría”. Ni siquiera le hizo pruebas, añade, y dos meses después tuvo que volver a urgencias con una crisis respiratoria, donde “confundieron su caso con uno de pulmonía y el médico le dijo que era una quejica”. Poco después, terminaron descubriendo, tras un análisis del líquido del pulmón, que se trataba de cáncer. “No la creyeron en ningún momento y todos pensaban que se quejaba demasiado”.

Lara, de 37 años, acudió a hacerse unos análisis de sangre tras varios años sin hacerse una revisión. Cuando se encontró con su doctor en consulta, este le preguntó por qué lo había hecho. “Le dije que para llevar cierto control, ya que hay antecedentes de cáncer en mi familia, y él me respondió que para hacer análisis debía tener unos síntomas”, recuerda. “Finalmente, descreído, abre los resultados del análisis en su pantalla y me dice que todo esta bien, salvo una cosilla que tenía que ver con que posiblemente yo hubiera sudado demasiado. Cuando le pregunté si podía imprimirlos, me dijo que no. '¿Qué? ¿Quieres presumir?', me dijo”. Según explica, se sintió “como si yo estuviera excesivamente preocupada por mi salud, como a una mujer a la que había que tranquilizar o pararle los pies, como si fuese un cliché”.

placeholder A veces, la información no se traslada igual al paciente si es un hombre o una mujer. (iStock)
A veces, la información no se traslada igual al paciente si es un hombre o una mujer. (iStock)

Muchas mujeres, no obstante, afirman no haber encontrado ninguna clase de discriminación respecto al trato personal. En algunos casos, aunque reconocen que no ha sido la dinámica habitual, reconocen haber tenido encuentros médicos en los que se habían sentido juzgadas; generalmente, en ámbitos relacionados con la salud sexual. “Fui al médico porque cada vez que tenía relaciones con una persona nueva sufría dolores y poco menos que me dijo que era una guarra”, recuerda Ana, de 35 años. Estefanía, de 38, explica que el único problema que ha tenido con un médico “fue porque necesitaba la píldora del día después y me tocó un señor que me dio un sermón de hora y media literalmente para no dármela”. Una de las situaciones más habituales tienen que ver con el trato en la consulta de ginecología: “Me hacían daño y me decían 'no te quejes que no te he hecho nada'”, añade Blanca. Una encuesta desveló que un 17% de españolas no acuden a este especialista por "miedo y vergüenza".

¿Cuestión de género… o de prejuicios?

Una investigación publicada en 'JAMA Internal Medicine' el año pasado aseguraba que los pacientes de edad avanzada tienen un 4% menos de riesgo de morir en caso de haber sido tratados por una mujer. En parte, sugerían los autores, se debe a que las doctoras tienen una mayor inclinación a seguir los protocolos médicos, tratan igual a ambos sexos y, en cambio, los hombres suelen utilizar menor medicación para tratar las enfermedades cardíacas de sus pacientes mujeres. No obstante, algunas mujeres recuerdan que sus peores experiencias han tenido lugar con profesionales de su mismo sexo.

“A veces, las mujeres sacamos las cosas de quicio. Somos un poco exageradas”, le dijo su médico de cabecera cuando le explicó que tenía ansiedad

“He aguantado muchos comentarios fuera de lugar, totalmente innecesarios, y el que más me ha dolido vino de mi doctora de cabecera”, añade Blanca. “Acudí con una ansiedad galopante por motivos laborales. Llevaba tiempo sumida en una profunda depresión. Tras exponerle mi situación, lo único que fue capaz de decir sin despeinarse fue 'a veces, las mujeres sacamos las cosas de quicio. Somos un poco… exageradas y nerviosas. Lo mejor que puedes hacer es coger un cojín, apretarlo en tu cara y pegar un chillido'. Se me quedó grabado a fuego. Me quedé en shock. Acto seguido, bajé al mostrador y solicité un cambio de doctora”. Sin embargo, matiza que las mujeres a las que le habría gustado denunciar son “una de 20”.

En otros casos, la situación es la opuesta. Es lo que explica Tatiana, de 31 años, que agradece a uno de sus médicos hombre haber insistido, pues gracias a ello le fue localizado a tiempo un tumor. “En todo caso, increíblemente sí que he sufrido un 'eso no es nada' por parte de mi ginecóloga, mujer”. En ese caso, sospecha, entró en juego otro factor, su juventud. “Además con un desprecio bastante palpable solo porque era joven, con lo cual me decía que no tenía nada”, explica. “A veces son peores que cualquier macho gallito, a la hora de querer hacer de menos y casi 'humillar' a la otra persona por el hecho de ser una chiquilla”. Quizá, una demostración de que los prejuicios de distinta índole (género, raza, edad, etc.) siguen condicionando gran parte de los comportamientos de los profesionales. Tomar conciencia de ellos para evitarlos mejorará la calidad de vida de los pacientes.

En 2016, 67.736 españolas murieron a causa de una enfermedad cardiovascular, según los datos del INE. La cifra era inferior en el caso de los hombres, con 56.641 decesos. Se debe en parte a la herencia recibida históricamente, y que ha provocado que los hombres tengan una mayor percepción de su riesgo cardíaco. Durante décadas, apenas se destinó esfuerzo a analizar los diferentes síntomas entre hombres y mujeres, por lo que era mucho más difícil identificar los síntomas de ellas. Uno de los estudios canónicos a este respecto, realizado entre 1966 y 1975, contó con 8.341 participantes: 8.341 hombres y 0 mujeres. Pasaría mucho tiempo hasta que alguien se preguntó de qué forma los cambios hormonales impactan en la salud cardíaca.

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