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Las fiestas sexuales en los yates que dejarán obsoletas a las demás
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ORGÍA EN NUEVA YORK

Las fiestas sexuales en los yates que dejarán obsoletas a las demás

Descubre 'Chemistry', las juergas de los jóvenes que se reúnen en la bahía de Brooklyn para practicar sexo en un distendido ambiente de lujo y desinhibición

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Un yate, un atardecer sobre Coney Island, el vino más caro del mercado, lencería de primeras marcas, miradas libidinosas, instintos desatados, preservativos de reserva y muchas, muchas ganas de pasarlo bien. Así es como podríamos definir las veladas 'Chemistry' (“Química”, en inglés), una bacanal en yate para ricos que cumple 12 años desde que en 2006 una pareja de New York firmara su acta de fundación.

¿Qué es lo que diferencia a este tipo de veladas de cualquier otra fiesta sexual para ricos en la capital del mundo occidental? Como explica Emily Shugerman en 'The Independent', “las ganas de alejarse de las fiestas sexuales sosas y sin gracia que reinaban en la vida nocturna de la ciudad por aquel entonces”. A fin de cuentas, algo muy arraigado en la cultura capitalista: lograr diferenciarse del resto de ofertas, en este caso, las famosas fiestas 'swinger' (intercambio de parejas) que, después de 'Chemistry', quedarán obsoletas y caducas en el imperio de lo efímero, enterradas como tantas otras tendencias del lujo neoyorkino.

Los fundadores la definen como "una gala que fomenta el desarrollo natural y las conexiones respetuosas entre espíritus"

Todo lo que envuelve a estas juergas del placer parece tener un sentido transcendental: “una gala sensual que fomenta el desarrollo natural y las conexiones respetuosas entre espíritus”, según la definición de sus fundadores, los cuales responden a los peculiares seudónimos de 'KennyBlunt' y 'SheilaMonster'. Shugerman da fe de ello con la siguiente descripción: “El ambiente sugería algo más allá de lo espiritual: la cabina del barco estaba tenuemente iluminada y adornada con luces de té, tiras de tela blanca y ventosas”. Los asistentes entraban poco a poco enseñando sus mejores sonrisas, cargados de una correcta actitud previa al coqueteo, “ataviados con vestidos ceñidos de lentejuelas y destellos”.

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Contra todo pronóstico, las parejas son jovencísimas. Apenas rozan los treinta y la mayoría tiene cerca de 25 años. Pocos de ellos están casados, aunque la fiesta esté dirigida a cónyuges y parejas de hecho. “Los asistentes charlaban mientras la fiesta se volvía más y más caliente, la banda de música interpretaba jazz en vivo en la proa y había varios actores disfrazados de burlesque entre la multitud”, describe la autora. Todos bailan y beben de una forma armoniosa y casi ensayada. Pero lo mejor está por llegar.

Tras varias horas de conversación ociosa y botellas de champán descorchadas, las parejas comenzaron a mirarse lasciva y sospechosamente de un lado a otro de la cubierta del yate. A medida que avanzaba la noche, fueron desapareciendo de la proa para internarse en los llamados 'espacios de juego', decididos a dar rienda suelta a sus más inconfesables instintos. “Como en 'Titanic', las ventanas empezaron a empañarse”, analiza socarronamente Shugerman. El objetivo, según explica su cofundador, 'KennyBlunt', era “evitar que las personas se sintieran incómodas y organizar un encuentro en el que todo fluyera de forma natural”.

El consentimiento es clave en 'Chemistry'. Hay un letrero en el baño que dice: "Expón claramente lo que estás dispuesta a hacer"

Todos los dispositivos generados en la fiesta están enfocados a conseguir complicidad entre los presentes: el jazz, la suave y cómoda iluminación, los elegantes atuendos, el paseo nocturno por la costa de Brooklyn… hasta las mismísimas burbujas del champán cumplen una función específica en aras de lograr el desenfreno sexual y la desinhibición de sus acólitos. “El consentimiento es clave en 'Chemistry'”, recuerda Shugerman. “Se llama la atención a los asistentes y se recuerda que un 'sí' es un 'sí', y un 'no' es un 'no' para que no haya problemas a la hora de acostarse con otras personas. Hay un letrero en el baño de mujeres junto a una botella de enjuague bucal de gran tamaño que dice: 'Expón claramente lo que estás dispuesta a hacer'”, narra la periodista de 'The Independent'.

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Los 'espacios de juego' son habitaciones abiertas con varios colchones y luces de diferentes tipos. Un espacio acomodado al gusto del consumidor. También hay habitaciones sin ventanas para los más tímidos con el objetivo de proporcionar una correcta apariencia de privacidad ante las oleadas de extraños desnudos. “Pero incluso en los espacios mejor diseñados, dormir con otras personas resulta complicado”, apunta Shugerman.

Cada pareja que acude a 'Chemistry' es un mundo. A muchas de ellas les ha servido para afianzar su relación. “Un chico y una chica de casi treinta años me dijeron que ir a estas fiestas había abierto y dado un respiro a su relación como ninguna otra cosa”, menciona la periodista. “Llevaban saliendo tres años antes de llegar a la primera fiesta. Nunca discutieron sobre nada relativo a vivir juntos, tener hijos o casarse. Pero después de discutir sobre sus preferencias sexuales, se sintieron más cómodos a la hora de hablar de otro tipo de cosas”, subraya Shugerman.

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A las pocas horas, la fiesta llega a su fin. “Tener sexo con otras personas es agotador”, valora la periodista al ver las caras de cansancio de todos los invitados. “La mayoría de la gente bajaba fardos de ropa por las escaleras del bote. Cuando el yate atracó en el muelle, los asistentes se dejaron caer en los sofás de la proa y encendieron cigarrillos. Hablaron sobre sus planes del día siguiente. Eso parecía”, concluye Shugerman, “como una fiesta normal de Brooklyn”.

Un yate, un atardecer sobre Coney Island, el vino más caro del mercado, lencería de primeras marcas, miradas libidinosas, instintos desatados, preservativos de reserva y muchas, muchas ganas de pasarlo bien. Así es como podríamos definir las veladas 'Chemistry' (“Química”, en inglés), una bacanal en yate para ricos que cumple 12 años desde que en 2006 una pareja de New York firmara su acta de fundación.

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