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Los asesinos de niños: por qué lo hacen
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no todos los casos son iguales

Los asesinos de niños: por qué lo hacen

En poco tiempo se han registrado ocho muertes violentas de menores en España, pero cada caso tiene un análisis diferente desde la perspectiva de la criminología

Foto: Concentración en Getafe por los dos niños asesinados. (EFE / Víctor Lerena)
Concentración en Getafe por los dos niños asesinados. (EFE / Víctor Lerena)

“Estadísticamente, es más frecuente que las madres maten a sus hijos a que lo hagan los padres”, precisa la criminóloga Paz Velasco, especializada en dilucidar los motivos y modos de actuación del asesino. Esto se llama síndrome de Medea, cuando es por venganza contra el otro progenitor, o filicidio altruista, que funciona de la siguiente manera: “La madre cree que no puede abandonar en este mundo a los hijos porque serán muy infelices y como se va a suicidar, los mata a ellos también”. Un perfil que, en cierto modo, se ajusta al de José Alberto Gálvez, que ahogó el pasado día 20 a sus dos hijos antes de suicidarse lanzándose a las vías cuando cruzaba el tren. “Dentro de su delirio, ven que la situación es mala y que el futuro no es viable para nadie”, añade Velasco.

Gálvez tenía dos hijos de ocho y 13 años, Marina y Alejandro. El segundo sufría parálisis cerebral y necesitaba una silla de ruedas. Hasta la fecha, según los testimonios de familiares y vecinos, su padre siempre se había ocupado de su cuidado. Pero algo sucedió el pasado martes. Los expertos apuntan “a una depresión con fases maniacas, un grave problema psiquiátrico no diagnosticado”, como afirma Ángel García Collantes, presidente del Colegio de Criminólogos de España.

Los expertos apuntan a que los asesinatos de Getafe son un "suicidio continuado: el homicida cree que está haciendo un favor a las víctimas"

En un primer momento, el crimen se atribuyó a la violencia vicaria, es decir, aquella que se comete para hacer daño a una tercera persona (en este caso su mujer). Pero las posteriores declaraciones de esta tras salir del estado de 'shock', en las que negaba que estuvieran en trámites de separación y mostraba su desconcierto, apuntan en la otra dirección. “En este caso, la apariencia visto desde fuera es que se trata de un suicidio continuado”, precisa García Collantes. Este es el término para describir a ese suicida que piensa en su delirio que "hace un favor" a quienes mata antes de quitarse él la vida.

El caso más célebre de este tipo de asesinato colectivo en España fue en 1966. Entonces, José María Ruiz Martínez mató a sus cinco hijos y a su mujer antes de pegarse un tiro en la sien. Cuando la policía entró en el piso del célebre (por macabro, ya que se han dado más muertes violentas en ese mismo edificio) inmueble de la calle Antonio Grilo 3, de Madrid, se encontró un enorme charco de sangre. El hombre había asesinado a su mujer a martillazos, degollado a una hija de dos años en la bañera, a cuchilladas a otro menor de cinco, y a tiros a otros tres niños. “Lo he hecho para evitar cosas peores”, fue la enigmática explicación del criminal tras confesarse con un cura carmelita llegado al efecto y poco antes de dispararse a sí mismo.

Violencia vicaria y psicópatas

“El caso de Getafe se aproxima más al del asesino de Cáceres”, puntualiza Velasco, que acaba de lanzar su libro 'Criminal-mente' (Ariel, 2018). Se refiere a Dionisio González Cerezo, vecino de Zorita, que a sus 59 años mató a hachazos a su mujer y a tres de sus hijos. Después se suicidó de un tiro en la boca. Dos de sus hijos eran heroinómanos y la esposa tenía problemas de movilidad. En esta ocasión se trató de un caso de desesperación. En general, "esta clase de crimen es más frecuente que se dé en el ámbito rural que en el urbano", puntualiza Velasco. Entre otras cosas, porque en España siempre ha habido más armas en el campo que en la ciudad y, además, los problemas psiquiátricos larvados pasan más desapercibidos.

“El asesinato por venganza a la pareja de los hijos también es común dentro de un orden”, concede Velasco, aunque precisa que no se da más en hombres que en mujeres. Sin embargo, los casos más recientes sí han sido a manos de varones. Se trata del sujeto que degolló a su propia hija de dos años en Alzira el pasado mes de noviembre como “venganza” por la ruptura sentimental que planeaba su pareja y madre de la niña. Y, por supuesto, el de José Bretón, que mató a sus dos hijos con la intención de dañar "lo máximo posible, hasta la locura" a su exmujer. O el del espantoso crimen de Moaña, en que el padre, David Oubel, de 40 años, acabó con la vida de sus hijos de cuatro y nueve años con una radial. Este hombre fue condenado a la polémica pena de la prisión permanente revisable.

En la categoría de psicópata, además de a Bretón, también se puede señalar sin equivocarse a Ana Julia Quezada, la asesina de Gabriel

Las motivaciones del asesino no excluyen que en muchos de estos casos se trate de psicópatas. Una tipología que se fundamenta en tres aspectos: nula empatía, incapacidad afectiva con terceros, por lo que esta siempre es simulada y para obtener beneficios, y ausencia completa de remordimientos o culpabilidad. Según los datos, el 1% de la población podría verse encuadrado en esta definición, aunque el inmenso grueso de ellos están perfectamente integrados y nunca cometen un delito. De hecho, esa cifra es invariable desde hace casi un siglo (entre la población reclusa, asciende hasta el 3%). En esta categoría, además de Bretón, también se puede señalar sin mucho temor a equivocarse a Ana Julia Quezada, la asesina confesa del niño Gabriel a primeros de marzo en un pueblo de Almería. Pero tampoco cuadra con el de la violencia vicaria. “En su caso, es una personalidad psicopática con celos patológicos”, precisa García Collantes.

“Estadísticamente, es más frecuente que las madres maten a sus hijos a que lo hagan los padres”, precisa la criminóloga Paz Velasco, especializada en dilucidar los motivos y modos de actuación del asesino. Esto se llama síndrome de Medea, cuando es por venganza contra el otro progenitor, o filicidio altruista, que funciona de la siguiente manera: “La madre cree que no puede abandonar en este mundo a los hijos porque serán muy infelices y como se va a suicidar, los mata a ellos también”. Un perfil que, en cierto modo, se ajusta al de José Alberto Gálvez, que ahogó el pasado día 20 a sus dos hijos antes de suicidarse lanzándose a las vías cuando cruzaba el tren. “Dentro de su delirio, ven que la situación es mala y que el futuro no es viable para nadie”, añade Velasco.

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