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El Cobrador del Frac se pasa al otro bando: la nueva vida del negocio más español
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El Cobrador del Frac se pasa al otro bando: la nueva vida del negocio más español

La pintoresca labor por la que se les conoce está cada vez peor vista en la sociedad moderna, así que han decidido apuntar a otro objetivo y subirse al carro de la financiación

Foto: Un agente, en la puerta de un edificio en 2008. (Reuters/Juan Medina)
Un agente, en la puerta de un edificio en 2008. (Reuters/Juan Medina)

Es una imagen instantáneamente reconocible. Al menos, en España. Un hombre impoluto vestido de frac, con un maletín en la mano –quizá también un torero o un payaso– que hace que el observador dirija su mirada a la persona a la que persigue. No hace falta ser muy listo para reconocer que este hombre es un moroso cuyo acreedor ha contratado a este pintoresco personaje para que pase por caja. Se trata, en realidad, de una excepción; una figura a la que se recurre tan solo en caso extremo. Los cobradores disfrazados representan la menor parte de los agentes de esta clase de empresas que, tradicionalmente, utilizaban la vergüenza del deudor para recuperar el dinero prestado.

Ahora muchas de estas compañías, que se cuentan entre 800 y 1.000 en toda España (aunque la mayor parte del mercado se reparte entre 10), se enfrentan a una nueva realidad tanto económica como cultural y judicial. De ahí que hayan decidido diversificar su negocio pasándose, por así decirlo, al otro bando. Es decir, asumiendo ellos mismos las deudas o ayudando a financiar los negocios de sus clientes. Un cambio de tendencia que ha llamado la atención de medios internacionales como Bloomberg', que en un reciente artículo explicaba cómo estas compañías se adaptan a los nuevos tiempos ampliando su negocio.

“Lo que intentamos es llenar ese hueco que falta en el mercado ahora mismo, que es la financiación real”, explican desde El Cobrador del Frac

“Llevamos 30 años en esto, somos los líderes en recobro”, explica por teléfono José Luis García Estrada, director comercial de El Cobrador del Frac, quizá la firma más señera del sector. En su página web sigue pudiendo verse la icónica figura de un hombre con chaqué, bigotillo y cuya enjuta figura está coronada por un sombrero de copa. Sin embargo, y aunque el recobro sigue formando gran parte del negocio de la empresa –que el dinero vuelva a fluir hace más fácil recuperar las deudas, como ha ocurrido en el último año– ahora aparecen otros servicios como el contrato de cesión de deuda temporal o el 'factoring' (la adquisición al contado de créditos asumiendo “el 100% del riesgo”), que fue implantado el pasado año.

Foto: Todo empezó con una amenaza. (iStock)

“Lo que hemos hecho hasta ahora es cubrir las espaldas del cliente cobrando los recobros, y lo que nos faltaba era llevarle la financiación”, explica el comercial. Es algo que también realizan otras empresas del sector. Crédito y Caución, por ejemplo, añade al recobro la prevención (a partir del análisis de riesgos de la capacidad de pago de las empresas) y la indemnización, que garantiza las operaciones de crédito. Cabot Financial, por su parte, compagina la recuperación de impagados (“tanto amistosa como judicial”) con la compra de carteras de deuda y la externalización de procesos.

Nuevos tiempos, nuevas costumbres

Aunque la jerga relacionada con el crédito pueda parecer muy lejana a la imagen que se sigue teniendo de empresas como El Cobrador del Frac, la diversificación parece responder a los cambios en la economía, especialmente durante los años de la crisis, en los cuales el descenso en el crédito hacía descender las deudas y con ella, la posibilidad de que surgiesen morosos. En otras palabras, el carburante que mueve los motores de estas compañías es la generación de deuda. Como explica Estrada, “lo que intentamos es llenar ese hueco que falta en el mercado ahora mismo, que es la financiación real”.

Que su negocio se haya basado en el recobro (el hombre con chistera) les hace tener las espaldas cubiertas frente a un posible impago

El 'factoring' no ha sido el primer paso en esta dirección. Hace 20 años, en un momento de expansión económica, abrieron un servicio de informes comerciales enfocado a “la prevención de la morosidad”. Se trata, en definitiva, de una evaluación de los riesgos a partir de los datos que se encuentran en registros mercantiles, Seguridad Social y registros, con el objetivo de prevenir antes que curar. Fue hacia donde se expandieron muchas de estas empresas de negocios: su lógica era que antes de tener que llegar al punto de contratar a alguien a perseguir al moroso, con todo lo que ello implica, es preferible saber si alguien va a ser capaz de hacer frente a sus obligaciones.

Quizá sin ser consciente, estaban abriéndose un nuevo camino. Esa información recopilada a lo largo de décadas resulta esencial cuando se trata de ampliar el mercado y decidir si adquirir (o no) los créditos de potenciales clientes. “Tener un servicio de informes que nos permite tener ya información privilegiada nos facilta hacer 'factoring' sin retorno”, explica el director comercial. No solo eso. Estrada recuerda que tener una parte del negocio destinada al recobro –nuestro viejo amigo el hombre con chistera– les permite tener las espaldas cubiertas en el caso de que surja algún impago. Guisárselo y comérselo al mismo tiempo. Desde luego, es una buena medida disuasoria.

placeholder Fotografía de la sede de la oficina tomada en 2008. (Reuters/Juan Medina)
Fotografía de la sede de la oficina tomada en 2008. (Reuters/Juan Medina)

Estas nuevas vías de negocio matizan la excepcionalidad de las empresas de recobro, cuyas prácticas no tienen parangón en otros países; entre otras razones, porque en España, justo con Portugal, no están reguladas por la ley, aunque nuestros vecinos acaban de dar el primer paso hacia su prohibición. En muchas ocasiones, los límites del Código Penal son difusos. Se trata casi de una concesión cultural. El linaje del cobrador asciende hasta Miguel de Cervantes que, según recuerda la compañía en su página, fue excomulgado y encarcelado por las leoninas labores recaudatorias que llevó a cabo en Écija. El romanticismo que un día pudiese tener la empresa ha terminado esfumándose a favor de un negocio más convencional. Eso sí, conservando aún un toque pintoresco.

Es una imagen instantáneamente reconocible. Al menos, en España. Un hombre impoluto vestido de frac, con un maletín en la mano –quizá también un torero o un payaso– que hace que el observador dirija su mirada a la persona a la que persigue. No hace falta ser muy listo para reconocer que este hombre es un moroso cuyo acreedor ha contratado a este pintoresco personaje para que pase por caja. Se trata, en realidad, de una excepción; una figura a la que se recurre tan solo en caso extremo. Los cobradores disfrazados representan la menor parte de los agentes de esta clase de empresas que, tradicionalmente, utilizaban la vergüenza del deudor para recuperar el dinero prestado.

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