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Leo Margets te enseña cuándo ser conservador y cuándo arriesgarte
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Llevar la acción donde tú quieres

Leo Margets te enseña cuándo ser conservador y cuándo arriesgarte

En el nuevo libro de Leo Margets el póker se convierte en una metáfora desde la que afrontar aspectos como las relaciones, la compra de una vivienda o una inversión financiera

Foto: En la vida, como en el póker, hay que llevar la iniciativa.
En la vida, como en el póker, hay que llevar la iniciativa.

Desde su experiencia profesional como jugadora en los más importantes torneos del mundo, Leo Margets aborda el equilibrio que existe entre habilidad y suerte, la toma de decisiones bajo estrés, la evaluación del riesgo, la gestión de la incertidumbre y el autoconocimiento o la resilencia.

En su libro '¡Juega bien tus cartas! En la vida y en los negocios' (Ed. Conecta) el póker se convierte en una metáfora desde la que afrontar aspectos como la relación de pareja, la compra de una vivienda o una inversión financiera. Presentamos aquí sus reflexiones recogidas en dicho volumen sobre cuándo conviene comportarse de manera más temeraria y cuándo de forma más conservadora.

Iniciativa y agresividad

Me gusta llevar la iniciativa porque significa moverse, avanzar. Significa acción dirigida hacia donde tú quieres.

placeholder '¡Juega bien tus cartas!', de Leo Margets. (Conecta)
'¡Juega bien tus cartas!', de Leo Margets. (Conecta)

Soy de las que cuando quiere algo va a por ello. No me gusta esperar a que las cosas sucedan. Estoy preparada para llevarme chascos, pero no para aceptar que no intenté con suficiente energía algo que sospechaba que pudiera ser interesante. Veo la vida como una búsqueda de oportunidades y si bien algunas se presentan de forma nítida ante nosotros, la mayoría de las veces somos nosotros quienes tenemos que generarlas. Y la mejor manera de crear oportunidades es a través de la acción: llevando la iniciativa.

Esto es así en la vida, pero también en el póker, un juego en el que como no estemos dispuestos a entrar en acción estaremos muertos. La propia dinámica de los torneos -en los que las ciegas (apuestas mínimas obligatorias) aumentan sucesivamente- incentiva la acción. No podemos esperar a jugar solo las buenas manos porque, como hemos explicado, estas pueden no llegar a tiempo. Y cuando disponemos de una pila de fichas pequeñas respecto a las ciegas tenemos que aceptar que nos toca asumir cierto riesgo, o de otro modo “moriremos ahogados por las ciegas”, como se dice en la jerga del póker.

En la vida, a veces nos vemos tan apurados que tenemos que subirnos a un tren pase lo que pase, y no es agradable porque limita mucho nuestras opciones. Por ejemplo, cuando nos vemos obligados a malvender una casa porque necesitamos el dinero rápidamente o cuando aceptamos un sueldo inferior al que merecemos. Siempre debemos intentar anticiparnos para no vernos en esas situaciones en las que no disponemos de margen de maniobra y en las que tenemos que aceptar cualquier cosa porque no nos queda alternativa. Esa es la razón por la que cuando nos encontramos en una situación cómoda hay que seguir buscando oportunidades para generar más, para asegurarnos de disponer siempre de una salida.

La aversión al riesgo es un problema de nuestra sociedad porque está demonizado, a pesar de que sea necesario e intrínseco a la vida

El póker es un claro reflejo de nuestra personalidad. Hay quien después de ganar un gran bote y conseguir una posición cómoda en la mesa se cierra en banda y decide prácticamente no jugar más, o hacerlo de manera extremadamente conservadora para preservar su ‘stack’ y porque emocionalmente disfruta de haber conseguido esos puntos aunque en ese momento aún no valgan nada. Este comportamiento es totalmente injustificado desde un punto de vista estratégico, pues ¿de qué te sirve presentar tus puntos en el “día 1” de un torneo cuando llegar a premios está aún muy lejos? La mayoría de los jugadores se guían -a veces de manera inconsciente- por sus emociones y actúan de manera irracional, priorizando por ejemplo el disfrute de verse momentáneamente con una gran pila de puntos frente a la simple posibilidad de poder perderlos. Por supuesto, existe también la posibilidad de ganar más fichas -y más aún haciendo un buen uso de un gran ‘stack’-, pero como en la mente generalmente pesan más las pérdidas que las ganancias, el simple hecho de poder perder desincentiva la acción en los jugadores de ese perfil, que abunda mucho más de lo que pueda parecer. Hay que saber detectarlo y aprovecharse de ello.

La vida no difiere mucho del póker

Por el contrario hay quien utiliza una nueva situación de bonanza para generar más bonanza, más fichas. Hay que tener iniciativa y, puesto que es mucho mejor hacerlo cuando no arriesgamos nuestra permanencia en el torneo porque contamos con puntos suficientes, no veo ninguna ventaja en optar por la inacción cuando nos hallamos en una buena situación. Al contrario: aprovechemos para buscar oportunidades beneficiosas (EV+) en ese preciso momento en el que si salen mal -debido a la varianza- no tendrán consecuencias desastrosas.

placeholder Juega bien tus cartas. (iStock)
Juega bien tus cartas. (iStock)

En este aspecto, la vida cotidiana no difiere mucho de una partida de póker y la situación anterior podría perfectamente referirse a una manera de ver la vida. Y aunque la vida no sea una competición contra los demás, hay momentos de enfrentamiento en los que será muy importante salir victorioso y constantemente tenemos que seleccionar situaciones favorables (EV+). Dejar pasar esas situaciones favorables porque ya estamos bien y porque existe cierto riesgo -aunque sea mínimo- no es inteligente. Y, apesar de ello, es algo que sucede constantemente porque el ser humano no suele tomar las decisiones basándose en la razón.

Las personas tendemos a ser más reacias al riesgo cuando los resultados son buenos y más propensos al riesgo cuando los resultados son malos

Como hemos visto en el primer capítulo del libro, la aversión al riesgo es un problema de nuestra sociedad porque el riesgo está demonizado, a pesar de que sea necesario e intrínseco a la vida. Y, curiosamente, he podido comprobar si te obsesiona la estabilidad y la seguridad nunca llegarás a estar tranquilo. ¡Obsesionarse con evitar el riesgo es muy arriesgado!

¡De perdidos al río!

Una cosa curiosa que el póker me ha permitido concluir es que las personas tendemos a ser más reacias al riesgo cuando los resultados son buenos y más propensos al riesgo cuando los resultados son malos. Es decir, si las cosas va bien nos obcecamos con evitar cualquier riesgo que pueda modificar la situación, pecando a menudo de conservadurismo y dejando pasar sitauciones provechosas en pro del mantenimiento del bienestar momentáneo. Del mismo modo, cuando nos encontramos en situaciones límite y comprometidas, que nos disgustan o nos alejan de la zona de confort, cuando nuestros negocios no salen como queremos o los planes se tuercen, tendemos a aceptar mejor el riesgo e incluso a buscarlo proactivamente, a veces incluso demasiado. Ese frecuente enfoque que nos lleva a exclamar “¡de perdidos al río!” tampoco es racional ni recomendable.

placeholder No ganas si no te arriesgas. (iStock)
No ganas si no te arriesgas. (iStock)

El póker es un claro ejemplo de ello. Los jugadores que no entienden bien el juego suelen volverse muy conservadores a la que consiguen una buena pila de puntos en vez de aprovecharla para aceptar riesgos calculados en situaciones favorables a la larga. Y, sin embargo, a la que la pila de puntos empieza a menguar, en vez de ser más selectivos y cautelosos para elegir prudentemente cómo invertir esas pocas fichas que los mantienen con vida, se lanzan de perdidos al río y juegan más a lo loco, tomando decisiones con poco valor esperado. Ambas perspectivas son dramáticas. Es precisamente en el primer escenario cuando podemos ser más aventureros y llevar la iniciatica en busca de proyectos provechosos, mientras que en el segundo deberemos ser muy conservadores, pues no podemos permitirnos que salga mal porque no habrá alternativas. Sin embargo, la mente humana -que por naturaleza tiene aversión al riesgo- experimenta dificultades para aceptar el riesgo como parte de una estrategia positiva y, al mismo tiempo, una vez ha decidido que tiene que “jugársela”, se relaja y deja de tomar decisiones sensatas en lo que al control del riesgo se refiere.

Ya he destacado los beneficios de la paciencia y de esperar a recopilar la máxima información posible antes de tomar decisiones fundamentadas, y ello no es en absoluto contradictorio con el hecho de ser agresivo en la mesa y llevar la iniciativa. Saber compaginar esas características en una tarea exigente, pero pueden darse simultáneamente en los mejores jugadores. Saber cómo cuándo hacer uso de una o de otra es una habilidad enormemente útil tanto en el póker como en la vida.

Desde su experiencia profesional como jugadora en los más importantes torneos del mundo, Leo Margets aborda el equilibrio que existe entre habilidad y suerte, la toma de decisiones bajo estrés, la evaluación del riesgo, la gestión de la incertidumbre y el autoconocimiento o la resilencia.

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