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El tierno adiós de un hombre a su esposa tras morir de cáncer a los 30 años
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"Es el sentimiento más devastador"

El tierno adiós de un hombre a su esposa tras morir de cáncer a los 30 años

Sam Vickery relata los últimos momentos con su esposa en el hospital y cómo plantea hacerle frente a la vida ahora que ella ya no está

Foto: Foto: Facebook de Sam Vickery.
Foto: Facebook de Sam Vickery.

Acostada en una de las camas del hospital, Laura Vickery, una inglesa de 30 años enferma de cáncer, cogió de la mano a su marido con miedo en los ojos. Eran las dos de la mañana. Él, Sam, trató de darle conversación, pero al cabo de un rato ella cayó inconsciente. Los médicos se apresuraron e intentaron hacer que su respiración volviese a la normalidad, pero su cuerpo estaba ya muy debilitado. Los latidos eran ya muy irregulares y entonces una de las enfermeras preguntó: “Si su corazón se detiene, ¿quieres que intentemos reanimarla?”.

“Solo tenía 10 segundos para responder. En ese tiempo, barajé todas las opciones. Laura me había dicho ese mismo día que quería ser reanimada si algo sucedía. Sin embargo, también sabía que si lo hacían, ella tendría sus costillas y esternón rotos y lo más probable es que tan solo sobreviviera en coma más o menos un día”. Esta es la decisión más difícil a la Sam se ha enfrentado en su vida, una tesitura para la que es imposible prepararse y que a todos, por mucho que haya durado la enfermedad, nos pilla desprevenidos. Con todo el dolor de su alma, pidió a los médicos que no la reanimasen.

No sé cómo voy a salir adelante, pero lo haré porque es lo que ella hubiera querido que hiciera. Yo tampoco me rendiré. Nunca

Las enfermeras comenzaron a quitarle todos los cables y tubos a los que estaba conectada. Acto seguido, Sam les pidió que abandonaran la habitación. “Miré a mi Laura, devastada por la enfermedad y el tratamiento, me incliné y la besé en la frente. Cinco segundos después, exhaló su último aliento”. Este momento, el último de su querida Laura, ha quedado para siempre grabado en la memoria de Sam, quien lo ha descrito en un emotivo texto de Facebook que ya ha superado con creces la calificación de viral.

Nunca se daba por vencida

“Es el sentimiento más devastador del mundo. Me quedé con ella más tiempo. Hablamos. Me disculpé por estar tan cansado. Le dije que la quería, que la extrañaba y que cuidaría de nuestra hija. Lloré, lloré y lloré. No he dejado de llorar desde entonces. Saber de que nunca la volveré a ver me destruye por dentro. Luego llegaron sus amigos y familiares para despedirse. Cuando terminaron, volví a quedarme solo. Alejarme de ella fue lo más difícil. No diré lo que dije en ese momento final, eso es algo entre Laura y yo”.

Foto: El silencio es la peor opción para un niño que acaba de enfrentar su primera pérdida. (Corbis)

Los médicos habían insistido en que su mujer era demasiado joven para sufrir cáncer de mama, aunque su madre hubiese fallecido por la misma enfermedad a los 42 años. En una entrevista hace dos años en 'Mirror', Laura recordaba que le recetaron medicamentos contra la ansiedad, a pesar de haber rogado con lágrimas en los ojos hacerse las pruebas. No fue hasta finales de 2013 cuando le diagnosticaron el cáncer en fase tres. Después del tratamiento, le dijeron que tan solo tenía un 11% de probabilidades de que regresara. Y ese 11% se hizo realidad. Se había extendido a los pulmones, ovarios y columna vertebral, ya en fase cuatro.

Miré a mi Laura, devastada por la enfermedad y el tratamiento, me incliné y la besé. 5 segundos después, exhaló su último aliento

“Esa noche, tras su muerte, fue la más solitaria de mi vida. Empecé a hablar con Laura con la esperanza de que ella respondiera. Entonces empezó a llover. No mucha gente lo sabe, pero a ella le encantaba la lluvia”, cuenta Sam en el texto. “Laura puede ahora descansar tranquila. No se rindió nunca. Mentalmente podría haber luchado durante una eternidad. Eso es lo que más me gustaba de ella, que no se daba por vencida. Quería estar conmigo siempre y abrazar a nuestro bebé todo el tiempo. A veces la vida puede ser una broma cruel. Me han arrebatado el amor de mi vida. Realmente no sé cómo voy a salir adelante, pero lo haré porque es lo que Laura hubiera querido que hiciera. Ella no se rindió y yo tampoco lo haré. Nunca”.

Acostada en una de las camas del hospital, Laura Vickery, una inglesa de 30 años enferma de cáncer, cogió de la mano a su marido con miedo en los ojos. Eran las dos de la mañana. Él, Sam, trató de darle conversación, pero al cabo de un rato ella cayó inconsciente. Los médicos se apresuraron e intentaron hacer que su respiración volviese a la normalidad, pero su cuerpo estaba ya muy debilitado. Los latidos eran ya muy irregulares y entonces una de las enfermeras preguntó: “Si su corazón se detiene, ¿quieres que intentemos reanimarla?”.

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