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Le llamaban sin parar para cobrar una deuda falsa, y su venganza fue terrible
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LA ÉPICA HISTORIA DE ANDREW THERRIEN

Le llamaban sin parar para cobrar una deuda falsa, y su venganza fue terrible

Un comercial de 34 años de Rhode Island ha protagonizado una de las historias más épicas de los últimos años, al conseguir desmontar un oscuro entramado de estafas telefónicas

Foto: Todo empezó con una amenaza. (iStock)
Todo empezó con una amenaza. (iStock)

Apenas quedan cobradores del frac. Ya no hay tipos vestidos con un traje negro, pajarita y un maletín como el del señor Monopoly que persigan a los deudores hasta su casa, su trabajo o sus citas sociales. Las estrategias de acoso, derribo y vergüenza son ahora mucho más sutiles, pero aún más enervantes. Si tienes una deuda (o si no la tienes, pero se la han inventado), recibirás sin parar llamadas amenazantes a tu teléfono. Tu interlocutor no podrá darte muchas explicaciones. Tampoco su superior, ni quizá el superior del superior. Pero todos tienen algo claro: quieren tu dinero.

Las estafas por cobro de falsas deudas son un negocio cada vez más rentable. En nuestro país, la organización de consumidores Facua recordaba que perseguirte o incluirte en una lista de morosos por una cantidad de dinero que no debes es ilegal, y si tus datos han sido facilitados a otra empresa, debes denunciarlo ante la Agencia Española de Protección de Datos. Es una vieja estafa que tiene siglos de antigüedad, pero que ha disfrutado de un nuevo auge desde hace apenas un lustro, gracias al aumento exponencial de las deudas familiares y la información a la que se puede acceder en la red.

El cobrador le volvió a llamar tremendamente enfadado y amenazándole con darle una paliza y violar a su mujer si no pagaba la deuda


En el peor de los casos, los estafados terminan pagando el dinero que se les exige por simple miedo. En el mejor, terminan llegando a un acuerdo con su acosador para que no vuelva a llamarle o serán denunciados. Hay una excepción: un comercial estadounidense de 33 años y afincado en Rhode Island llamado Andrew Therrien, que se propuso llegar al fondo del asunto y desarticular con sus propias manos una de estas redes. Su apasionante relato, una mezcla de 'thriller' y retrato de una obsesión, entre 'Venganza' y 'Zodiac', ha sido relatada por Zeke Faux en un reportaje para 'Bloomberg Businessweek'.

Foto: La amenaza tiene rasgos casi fantasmagóricos. (iStock)

Todo comenzó un aciago día de febrero de 2015, cuando la esposa de Therrien recibió la llamada de uno de estos cobradores, un tal Charles Cartwright, que le comunicó que iban a ser denunciados por una deuda pendiente de 700 dólares. Therrien pasó de él. Cartwright le colgó y le volvió a llamar, tremendamente enfadado, amenazándole con ir a su casa a pegarle una paliza y violar a su mujer. El vendedor se puso tremendamente furioso. No iba a dejar que nadie le amenazase ni a él ni a su mujer por una deuda que sabía que no tenía. Ahí empezó su épica historia de venganza.

Al otro lado de la línea

Therrien contaba con una habilidad de la que no disponen la amplia mayoría de víctimas de estos esquemas fraudulentos: la capacidad de conseguir casi cualquier cosa por teléfono, interpretando tanto el papel de buen tipo como el de violento 'bully'. Por supuesto, cuando devolvió la llamada a Cartwright, al otro lado de la línea no había nadie que respondiese a ese nombre. Le cogió una mujer que le comunicó que la deuda estaba contraída con Vista. Años antes, este había pedido dinero para pagar el coche, pero no tenía nada que ver con los tales Vista. Con una simple búsqueda, descubrió que esta empresa se había fusionado con otra llamada That Marketing Solution.

Estos esquemas fraudulentos recurren a viejos portafolios con deudas que revenden a otras empresas aunque la información no sea real


El vendedor consiguió que le pusieran con su presidente, al que acusó de “vender información a una panda de mafiosos”. Therrien consiguió una carta que certificaba que no debía dinero ni a Vista ni a nadie, pero no se quedó ahí. Su siguiente víctima fue Lakefront, la compañía de Buffalo para la que trabajaba la mujer, a los que bombardeó a llamadas. En respuesta, estos hicieron lo propio, llamando no solo a él y a su mujer, sino también a su hermano y sus abuelos. La estrategia del vendedor cada vez se volvió más compleja. Llegó a pagar parte de la deuda para obtener información de las cuentas; amenazaba a los trabajadores con denunciarles; algunos de ellos hasta pensaban que era un agente del FBI por su insistencia. Therrien estaba tan enojado que no pensaba detenerse, y amenazó a aquellos que se cruzaron en su camino con “arruinarles la vida”.

Pero ¿cómo es posible que la compañía supiese que el comercial había adquirido una pequeña deuda? Como recuerda el reportaje, estos esquemas fraudulentos recurren a viejos portafolios con deudas que revenden a otras empresas aunque la información no sea real, de forma que la reclamación pueda tener algún sentido para el reclamado. “La deuda fantasma, aprendió Therrien, está tan mezclada con las deudas reales que es difícil de separar”, recuerda el reportaje. Los 600.000 millones que adeudan las familias americanas, se revenden una y otra vez “a individuos más y más sombríos” convirtiéndose en compromisos cada vez más “inciertos”. Es una estructura similar a la que causó el 'crack' de 2007.

placeholder Como un Liam Neeson telefónico.
Como un Liam Neeson telefónico.

Durante sus pesquisas, Therrien descubrió que hay muchos más recaudadores de deuda de lo que podía imaginarse. El proceso es el siguiente: alguien recolecta información personal que está fácilmente disponible 'online', o adquiere la información a otras compañías (ya sea desde sus cuentas o simplemente, 'hackeándola'), y la revenden a los recaudadores que serán quienes contacten con el supuesto moroso. Las llamadas suelen estar dirigidas a personas pobres y que por ello quizá tengan deudas sin pagar. “El acoso por lo general no funciona, pero algunos pardillos están convencidos de que ya que saben tanto de ellos, debe ser real”, recuerda el autor.

El último escalón

Poco a poco, Therrien fue ascendiendo en la jerarquía del timo en el que pretendían que cayese. En unos meses, el nombre de Joel Tucker estaba marcado en rojo en su agenda. Consiguió llegar a él gracias a Framton Rowland, uno de estos prestamistas que estaba en las últimas, personal, económica y mentalmente arruinado, abandonado por su mujer y denunciado por la Comisión Federal de Comercio (FTC). Así que no tuvo problema en cargarle la culpa a Joel Tucker, uno de tres hermanos que habían mantenido desde mediados de los 90 una tienda de préstamos abusiva, en la que podían llegar a cobrar tasas de interés anual de un 700% (por ejemplo, 150 dólares por un préstamo de 500 a devolver en dos semanas). Sus ingresos alcanzaron los 2.000 millones entre 2003 y 2012, y en 2005, se modernizaron y lanzaron su negocio 'online'.

Según la Comisión, había inventado más de 7,7 millones de deudas que había vendido a intermediarios por 4,2 millones de dólares


En esta nueva pata del entramado, la compañía de los Tucker permitía a cualquiera prestar dinero, complicando aún más el esquema. En 2014, la oficina de Rowland fue cerrada por las autoridades federales y los hermanos fueron investigados. Uno de ellos, Blaine, se suicidó, y Scott fue condenado a dos años por crimen organizado. Pero el objetivo de Therrien era Joel, de quien sospechaba que gracias a su entramado tenía acceso a una gran cantidad de datos que probablemente había vendido para saldar sus deudas. Finalmente, en enero de 2016, consiguió una entrevista telefónica con el cabecilla de la organización.

“Creo que vendiste mi información 21 veces distintas”, le espetó. “Me han llamado casi 100 veces, y como esas 100 llamadas son de recaudadores de la mierda que facilitaste, voy a hacer que esto termine”. Tucker afirmó no tener ni idea de qué le hablaba, y cuando le preguntó quién era de verdad, le respondió que se trataba de “alguien a quien has jodido demasiado a menudo”. El presunto magnate de la estafa se prestó a colaborar. Sin embargo, el comercial ofendido siguió trabajando por su cuenta y consiguió dos documentos que envió a la FTC. Finalmente, esta se puso en marcha y consiguió una declaración según la cual un trabajador fue obligado por Tucker a gestionar una base de datos de 8 millones de deudas con datos inventados. En diciembre de 2016, fue demandado, ya que según la Comisión, había inventado más de 7,7 millones de deudas que había vendido a intermediarios por 4,2 millones de dólares.

placeholder Drama al otro lado de la pantalla. (iStock)
Drama al otro lado de la pantalla. (iStock)

El antiguo magnate declaró que era insolvente. Rowland, el hombre que había guiado a Therrien por el camino correcto, se había suicidado en octubre, lo que le enfureció aún más. Therrien siguió recibiendo llamadas de cobradores de deudas, y tiene la sensación de que si hubiese llegado más lejos habría podido implicar a Tucker de complot criminal y no haberse quedado simplemente en una multa que nunca pagará. Después de que todo ocurriese, el supuesto timador y el comercial volvieron a tener una última conversación. “Ya me has causado suficiente daño”, le suplicó el magnate caído en desgracia. “He perdido a un hermano. El otro está en prisión. Entiéndolo, Andrew, estoy cansado. Estoy jodidamente cansado”. La respuesta de Therrien siguió siendo impenitente. “Yo también, porque estos hijos de puta aún me siguen acosando”.

Apenas quedan cobradores del frac. Ya no hay tipos vestidos con un traje negro, pajarita y un maletín como el del señor Monopoly que persigan a los deudores hasta su casa, su trabajo o sus citas sociales. Las estrategias de acoso, derribo y vergüenza son ahora mucho más sutiles, pero aún más enervantes. Si tienes una deuda (o si no la tienes, pero se la han inventado), recibirás sin parar llamadas amenazantes a tu teléfono. Tu interlocutor no podrá darte muchas explicaciones. Tampoco su superior, ni quizá el superior del superior. Pero todos tienen algo claro: quieren tu dinero.

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