En defensa de los infieles: cuando pecar no es pecado si entiendes el porqué
Todos condenamos a aquellos que ponen los cuernos, pero ¿por qué? ¿Realmente es un acto tan reprobable? Una terapeuta ofrece una visión polémica de las relaciones extramatrimoniales
La infidelidad no es lo que era. No porque nunca haya existido, sino porque está creciendo a pasos agigantados. Sí, no te hagas el tonto, querido lector. Si no le has sido infiel a ninguna de tus parejas a lo largo de tu vida, es o porque no has tenido la oportunidad o porque te has contenido... pero no porque no hayas deseado hacerlo.
No lo decimos gratuitamente. Los datos hablan por sí solos. El portal Ashley Madison, una especie de Tinder para casados, asegura que "España es el país más infiel de Europa y el quinto a nivel mundial". ¿Lo bueno? Que tanto si has pecado como si has sido víctima, consuélate y piensa que no estás solo. Madrid (con el 12,9% de usuarios del portal) y Barcelona (8,5%) aglutinan buena parte de la cornamenta patria, seguidas de Valencia (5,4%), Sevilla (5,1%) y Palma de Mallorca (3,8%). Y sí, lo has adivinado: hay más hombres infieles (35%) que mujeres (26%), lo que reafirma la teoría de que ellos engañan más que ellas. No obstante, la cosa se está igualando en los últimos años.
Sorprendentemente, y aunque la infidelidad esté a la orden del día, la seguimos sin tolerar. Sigue siendo vista como un comportamiento reprobable
El consenso entre los sociólogos es que la incidencia de la infidelidad ha ido en aumento en las últimas décadas. Esto se atribuye principalmente al hecho de que la vida moderna ha incrementado y democratizado las oportunidades para mantener sexo ilícito. Las mujeres, cuyas opciones adulteras han estado históricamente limitadas por la domesticidad y la dependencia económica al varón, desde hace unas décadas han ingresado al mercado laboral y han descubierto nuevas perspectivas de tentación romántica. Ojo, los hombres siguen poniendo más los cuernos, pero sus índices de infidelidad parecen haberse mantenido constantes durante las últimas tres décadas, mientras que, según algunas estimaciones, las tasas de infidelidad femeninas han aumentado hasta en un cuarenta por ciento.
Sorprendentemente, y aunque el sexo extramatrimonial esté a la orden del día, lo seguimos sin tolerar. Si bien, y en líneas generales, nos hemos relajado mucho más con respecto al sexo prematrimonial o el gay, nuestra desaprobación hacia los affaires no se ha visto afectado en gran medida por nuestra creciente propensión a ellos. Estamos comiendo manzanas prohibidas con más hambre que nunca, pero nos envenenamos con cada mordisco.
Según una encuesta de 'Gallup' de 2017, los estadounidenses deploran el adulterio (que sigue siendo ilegal en unas dos docenas de Estados y sigue incluido entre los delitos de "bajeza moral" que pueden justificar la negación de la ciudadanía) a tasas mucho más altas que el aborto, pruebas con animales o eutanasia. Esto demuestra que el hecho de que una prohibición se viole a menudo no es un argumento válido para renunciar a ello.
"Debemos replantearnos la infidelidad"
Si la mayoría comete infidelidades, ¿por qué seguimos reprobando tanto este comportamiento? ¿Por qué seguimos juzgando a quien pone los cuernos? La terapeuta de parejas y gurú de relaciones Esther Perel, nos invita, en su nuevo libro 'The State of Affairs: Rethinking Infidelity' (Harper), a que nos replanteemos la infidelidad. La experta argumenta que necesitamos "una conversación más matizada y menos crítica al respecto", una en la que veamos que "las complejidades del amor y el deseo no siempre responden a las clasificaciones de bueno o malo, de víctima o culpable", recoge 'The New Yorker'. "Nuestra actitud crítica hacia las relaciones extramatrimoniales no nos hace menos propensos a cometerlas", argumenta Perel, quien añade que "el deseo de pecar no es malo, sino humano".
Tanto si has pecado como si has sido víctima de una infidelidad, consuélate: España es el país más infiel de Europa y el quinto a nivel mundial
La experta incide en el hecho de que siempre suponemos que una aventura es un síntoma de una disfunción conyugal o de alguna patología por parte del que la comete. Un enfoque erróneo, según ella, ya que le hace poca justicia a la "experiencia multifacética de la infidelidad" y condena a los adúlteros sin detenerse a explorar sus motivos. Si se pudiera persuadir a las parejas para que adopten una visión de la infidelidad más comprensiva y menos catastrófica, tendrían más posibilidades de capear el temporal cuando ocurra, si es que pasa.
Perel ha sido acusada de trivializar la infidelidad y de promover ideas que son contrarias a la institución del matrimonio, pero se defiende alegando que en realidad es más optimista que otros acerca de la capacidad de una pareja para resistir los lapsos de adulterio. Ella cree en el compromiso y en las relaciones amorosas duraderas, pero también cree en la presencia de la infidelidad, y, por consiguiente, mantiene una postura abierta hacia el tema.
La terapeuta denuncia, sobre todo, cómo las personas, en general, ven la infidelidad: la consideran una especie de traición desmesurada. Por ello, quien es engañado por su pareja siente la presión social de cortar con ella, cuando, lo más seguro, es que 'la víctima' haya sido 'verdugo' antes, y en la misma relación.
Todo son prejuicios
Perel defiende además que la infidelidad puede ser buena para los matrimonios y parejas estables, pues cuando un tercero se mete de por medio, aumenta el interés de ambos miembros a mantener unida su relación y reaviva la pasión. Ya lo indicó en una charla TED de 2015, en la que dijo que estos actos pueden suponer una experiencia traumática, puesto que pone en duda la opinión que tenemos de nuestro propio yo, como un gran amante, buena pareja y mejor padre. Pero las personas cada vez tienen mayores intereses, ganas de innovar y vivir experiencias nuevas, por lo que es muy posible que busquen esas vivencias fuera del matrimonio, ya que "es imposible que el funcionamiento de este sea absolutamente perfecto".
La misma línea sigue la psicoterapeuta Shannon Sennott, que opina que cada vez más personas acuden a este tipo de especialistas porque necesitan que no se les estigmatice ni se les culpe por sus comportamientos o por ver atractivas a otras personas. Sennott cree que está produciendo un cambio en el comportamiento de las parejas, puesto que quieren introducir nuevas prácticas sexuales en su vida.
Esta misma idea la defiende Tammy Nelson, que señala en 'The New York Times' cómo se están cambiando muchas de las normas establecidas respecto a las relaciones de pareja y el sexo. E, incluso, la propia Perel llega a decir que el adulterio puede influir positivamente en una relación, ya que abre la puerta a hablar honesta y profundamente sobre los intereses y pasiones sexuales de los miembros, más allá de los prejuicios iniciales que a veces existen en una pareja.
Muchas relaciones se estancan, ya que no innovan, no buscan lo que quieren y la cama se convierte en el espacio más monótono de la casa. Perel en cambio, señala que hay que diferenciar entre la perspectiva del dolor y la traición del proceso de autodescubrimiento o conocimiento de nuestra pareja. Al fin y al cabo, el fracaso de muchas relaciones al final llega por el desconocimiento mutuo, más que por el simple acto de la infidelidad.
¿Y tú? ¿Perdonarías una infidelidad? ¿Qué opinas de estos actos?
La infidelidad no es lo que era. No porque nunca haya existido, sino porque está creciendo a pasos agigantados. Sí, no te hagas el tonto, querido lector. Si no le has sido infiel a ninguna de tus parejas a lo largo de tu vida, es o porque no has tenido la oportunidad o porque te has contenido... pero no porque no hayas deseado hacerlo.
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