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El biólogo que asegura que los árboles hablan un idioma que podemos aprender
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El biólogo que asegura que los árboles hablan un idioma que podemos aprender

David George Haskell describe en su nueva obra no solo a las plantas como individuos, sino también sus conexiones con las redes biológicas que los rodean

Foto: Una experiencia trascendental. (iStock)
Una experiencia trascendental. (iStock)

David George Haskell es un observador paciente. En el transcurso de un año estuvo examinando un único metro cuadrado de un bosque de Sewanee, en Tennessee, donde enseña Biología y Estudios Ambientales. Aquellas observaciones, a medio camino entre el diario íntimo y la divulgación científica, fueron el germen de su primer libro, 'En un metro de bosque', que fue finalista del premio Pulitzer de 2013. Ahora Haskell utiliza sus dotes de análisis y percepción para describir en su nueva obra 'Las canciones de los árboles' (Ed. Turner) no solo a los árboles como individuos, sino también sus conexiones con las redes biológicas que los rodean y los sonidos que surgen de estas interacciones.

Desde un escarabajo masticando el interior de un árbol muerto hasta las olas que bañan las raíces de una palmera, la naturaleza habla constantemente, por encima o bajo tierra, utilizando sonidos, olores, señales y vibraciones. Son redes conectadas con todo ser viviente, incluido el ser humano (es decir, contigo). ¿No te convence? En efecto, la idea de que podamos percibir y entender las interacciones de la naturaleza se topa con cierto escepticismo por parte del ciudadano medio.

El mundo bajo tierra imita las redes neuronales y sociales del ser humano. Hay mucha cooperación entre especies y no tanta competencia

Ciertamente, un paseo por el parque se aprecia de forma diferente si te imaginas a las plantas comunicándose a tu alrededor. No obstante, cada vez son más los científicos (y estudios como el de la Universidad de Columbia Británica) que, como Haskell, abogan por la importancia de saber escuchar: “No existe el individuo dentro de la biología. La unidad fundamental de la vida es la interconexión y la relación. Sin ellas, la vida termina”.

El biólogo enseñó ornitología durante años a sus alumnos. Les desafiaba a identificar a más de 100 aves según sus sonidos vocales. Pronto, llevó su particular prueba al mundo vegetal: “¿Sois capaces de distinguir un roble de un arce solo por su sonido?”. En cada clase les hace salir al campo para cosechar sonidos. “Es una experiencia casi meditativa. A partir de eso, te das cuenta de que los árboles suenan de manera diferente. Nuestros oídos pueden escuchar e identificar sin ayuda cómo las hojas verdes de un arce entran en el otoño”, señala en una entrevista de 'The Atlantic'.

30 million years of Quercus evolution bidding for a future. Ancestors lined up behind, rooting for ya.

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El lenguaje de las plantas no es ni mucho menos un concepto de Haskell, sino que es una clara referencia a los estudios de la profesora de Ecología Forestal Suzanne Simard, quien saltó a la fama gracias a una charla TED de 2016 titulada 'Cómo los árboles se comunican entre sí'. Su investigación demuestra que debajo de la tierra hay vastas redes de raíces y hongos que mueven el agua, el carbono y los nutrientes entre los árboles de todas las especies, como si fuese un solo organismo. Estas redes simbióticas imitan las neuronales y sociales del ser humano. Y, al contrario de lo que uno podría pensar, hay mucha cooperación entre especies y no tanta competencia.

¿Puedes distinguir un roble de un arce?

Haskell ha llevado este mismo concepto a sus clases y de la misma forma que los ornitólogos reconocen a las aves según su sonido, el biólogo ha enseñado a sus alumnos a identificar a los árboles. “La voz más obvia es cuando el viento sopla a través de un árbol, vibrando y sacudiendo el aire a medida que pasa a través de sus ramas y las hojas. Cada uno tiene su propia arquitectura. Cada hoja su propio grado de rigidez, flexibilidad y forma”. Y no solo eso, sino que pueden adentrarse en un mundo en el que las plantas tienen amigos, vecinos y familiares, se sienten solas, gritan de dolor y se comunican a través de una red global que ahora el biólogo describe en su nuevo libro, 'Las canciones de los árboles'.

No existe el individuo dentro de la biología. La unidad fundamental es la relación y la interacción. Sin ellas, la vida termina

Como si fuesen personajes de una novela, cada uno de los 12 capítulos está dedicado a un árbol, cada uno con sus propios sonidos e historias que contar. La primera de estas paradas lleva al lector a la selva amazónica de Ecuador y, en concreto, al ceibo gigante. Para la gente de allí, del pueblo de los huaroani, la idea de la comunicación entre seres vivos, sean plantas o no, parece obvia. Ellos conocen al ceibo como el árbol de la vida y hablan de él como si se tratase de una persona que piensa y respira, y tiene un pasado (recuerdos), un presente y un futuro.

Sin duda, esta manera de abordar la naturaleza ha abierto los ojos de Haskell, cuyas investigaciones se sustentan también en el trabajo anterior del alemán Peter Wohlleben, que el año pasado publicó 'La vida secreta de los árboles' sobre las relaciones de cooperación y convivencia de los organismos vegetales. "Lo que más me ha sorprendido es su sociabilidad. Un día dí con un tronco viejo de 400 o 500 años que, aunque sin hojas verdes, seguía vivo. La única explicación era que estaba siendo apoyado por los árboles vecinos. Como ingeniero forestal, aprendí que son competidores y que luchan entre sí por la luz y el espacio. Allí ví todo lo contrario: están muy interesados en mantener vivos a los miembros de la comunidad", confesó en una entrevista a 'The Guardian'.

Este y otros muchos descubrimientos invitan a escuchar, asistir y reflexionar sobre todo lo que nos rodea. En palabras del biólogo Haskell: “Sal fuera. No vayas a un lugar especial, vale con que salgas tu barrio. Abre tus oídos y percibe los sonidos de tu alrededor”.

David George Haskell es un observador paciente. En el transcurso de un año estuvo examinando un único metro cuadrado de un bosque de Sewanee, en Tennessee, donde enseña Biología y Estudios Ambientales. Aquellas observaciones, a medio camino entre el diario íntimo y la divulgación científica, fueron el germen de su primer libro, 'En un metro de bosque', que fue finalista del premio Pulitzer de 2013. Ahora Haskell utiliza sus dotes de análisis y percepción para describir en su nueva obra 'Las canciones de los árboles' (Ed. Turner) no solo a los árboles como individuos, sino también sus conexiones con las redes biológicas que los rodean y los sonidos que surgen de estas interacciones.

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