Es noticia
Puigdemont libera a la bandera española de los prejuicios
  1. Alma, Corazón, Vida
cambio de mentalidad

Puigdemont libera a la bandera española de los prejuicios

La reacción al desafío independentista del Govern de la generalitat da carta de naturaleza a un símbolo que siempre se ha asociado a la derecha y que casi nadie mostraba con orgullo

Foto: Una bandera española en un modesto barrio madrileño. (D. B)
Una bandera española en un modesto barrio madrileño. (D. B)

¿Hay banderas españolas en los balcones de los barrios menos favorecidos de España? ¿De aquellos que no votan mayoritariamente a la derecha? ¿La izquierda sume como propios los símbolos nacionales?¿Se ha roto el tabú que asociaba estos signos con la derecha menos democrática? Pues sí, las hay y sus bazares chinos las exhiben con mucha preponderancia sobre los adornos de la inminente fiesta de Halloween: "Se venden mucho, por eso las ponemos por fuera, para que la gente sepa", dicen con su habitual parquedad los asiáticos que los regentan.

Las hay, en efecto, pero menos que en otras zonas de Madrid, que es donde este diario se ha movido para verlo de primera mano. “Aquí hay poquísimas”, se queja Carmen, una mujer de cierta edad que regenta un negocio en Nuestra Señora de Valvanera, distrito de Carabanchel. “Son unos flojos, cuatro banderas y poca cosa”, dice airada a pocos centímetros de la bandera de despacho que tiene sobre el mostrador. No quiere que figuren sus apellidos porque depende de una franquicia "y quizá luego ellos se enfaden".

Muchas personas, incluidos muchos en Cataluña, han incorporado a su discurso un cierto arraigo al país que antes sonaba a cosa “de ultras”

Pero hay muchas. Y en el bar Los Pinchos, a pocos metros del negocio de Doña Carmen, todos coinciden: “Puigdemont se ha vuelto loco”, dicen mientras aguardan a que comparezca desde Bruselas el depuesto presidente de la Generalitat. La idea de que el desafío separatista ha despertado un difuso y, en ocasiones, no tan difuso sentimiento de pertenencia a España no es en absoluto descabellada. Muchas personas, incluidos muchos ciudadanos de Cataluña, han incorporado a su discurso un cierto arraigo al país que antes sonaba a cosa “de ultras”, como explicó a este periódico la profesora de derecho Teresa Freixes. "La bandera debería significar tolerancia frente a otros símbolos que son cerrazón", resume sin mostrarse del todo convencida la abogada de Lleida Montserrat Joan.

“Ha sido un movimiento espontáneo que ha afectado a todas las capas sociales y a casi todo el espectro político”, subraya Martín Carlos Ortega, profesor de Derecho de la Universidad Complutense de Madrid y autor del libro ‘Ser español en el siglo XXI’. “Yo no iría con banderas por ahí, ni las cuelgo en mi balcón, pero está claro que esto nos ha hecho replantearnos la importancia de lo que tenemos en común”, coincide Javier López, profesor de secundaria y votante tradicional de la izquierda.

Estado de derecho y conviviencia

La teoría que señala que los símbolos como la bandera española “están marcados por el franquismo, se asocian al nacional-catolicismo y no son asumidos por la izquierda”, como recuerda el profesor Manuel Tomás González, parece bastante obvia. De ahí lo extraordinario de los dos momentos en la historia reciente en los que la bandera ha ocupado mucho más espacio del que le es habitual:El campeonato del mundo de 2010 y este momento”. "En una ocasión fue positivo sin más, en esta es más reactivo, pero quizá por eso también más profundo", concluye Ortega. Y suena muy razonable si atendemos al concepto de "deseabilidad social", por el que mostrar esta simbología nunca ha sido del agrado de buena parte de la ciudadanía.

“Mucha gente que antes estaba en un espectro templado político y que no mostraba símbolos, ahora los enseña en las redes sociales o en los grupos de conversación sin ningún reparo”, comenta otro profesor de Derecho en referencia a sus propias amistades. “La pregunta es si se va a asumir la rojigualda como metáfora de la Constitución, el estado de derecho, la convivencia y la paz”, expresa Ortega, que cree que ese cambio es el fundamental. “Por primera vez, con la excepción del deporte, puede asumir un rol positivo, en cierto modo, progresista”, insiste. Una teoría que duda mucho González: "Para una parte muy importante de la gente hacer eso sería como dar un salto en el hiperespacio".

"Las banderitas siempre han sido cosa de la gente del PP, pero a mí no me molestan ahora", dice un vecino del barrio del Lucero

En el muy modesto barrio del Lucero, en Madrid, las banderas se van salpicando de bloque en bloque de ladrillo. En los bazares ocupan un lugar predominante, hasta el punto de que en uno de ellos, en el camino de los Olivos, ocupa casi una fachada entera. “No somos muy de banderas en estos sitios, menos las cuatro familias de militares, pero ya nadie lo mira mal aunque no la ponga”, comenta Carlos, uno de los vecinos que lleva dos perros pegados a los talones y tampoco es que parezca muy preocupado por el asunto. "Las banderitas siempre han sido cosa de la gente del PP, pero a mí no me molestan ahora", abunda.

“No hay ninguna evidencia de que la gente de izquierdas haya asumido como algo positivo los símbolos españoles, no sabemos si alguno se habrá caído del caballo como San Pablo de Tarso, pero yo apostaría por que no es así y si es así, peor para los progresistas”, comenta González, que hace unos años hizo un exhaustivo estudio sobre las personas que se situaban a sí mismas en la izquierda y “en casi toda medida abominaban de la bandera y ese tipo de parafernalia, no se sentían identificados con ella para nada”. Según otro estudio, este del Instituto Elcano, en 2015 había disminuido muy significativamente el sentimiento nacional entre los españoles, que se veían como “más individualistas y más cosmopolitas”. "Nosotros no hacemos hipótesis ni opiniones", dicen ahora sin querer elucubrar sobre un renacimiento de ese sentimiento español.

Todos los perfiles y edades

Así que vistos los balcones con sus banderas, en ocasiones con otra ropa tendida a secar, un repunte de ese sentimiento sí parece que ha surgido con los acontecimientos de los últimos dos meses. También lo corrobora Pedro José del Rey, propietario de La tienda de España, que dice siguen subiendo los pedidos de banderas “en todos los perfiles de gente y de todas las edades” en los últimos dos meses. “Donde más ha aumentado en esta última semana es en Cataluña, que se ha multiplicado por cuatro el número de pedidos”, dice el dueño de este negocio con sede en Arganda del Rey (Madrid). “De no tener mucha viabilidad ha pasado a ser todo un símbolo”, subraya este hombre, que lamenta el motivo, pero se congratula bastante de su enorme volumen de negocio en estas últimas semanas.

“Lo más relevante y a destacar es que todo esto ha sido espontáneo”, comenta Ortega, que cree que se trata de “un momento nuevo y transversal que puede ayudar a ser el fenómeno definitivo para que la simbología que representa al Estado rompa con el pasado franquista y los prejuicios, aunque para saberlo hay que esperar”. “No creo que nadie que se sitúa a sí mismo en la izquierda acabe sintiéndose cómodo con todo esto”, replica González, que cree que todo eso “son ropajes prestados que no le sientan bien a ese espectro del panorama político y harían mal en asumir”. Pero en los distritos en los que aún gana la izquierda en Madrid, como Usera, Villaverde, Aluche o Carabanchel, las banderas ya salpican los bloques de ladrillo visto.

¿Hay banderas españolas en los balcones de los barrios menos favorecidos de España? ¿De aquellos que no votan mayoritariamente a la derecha? ¿La izquierda sume como propios los símbolos nacionales?¿Se ha roto el tabú que asociaba estos signos con la derecha menos democrática? Pues sí, las hay y sus bazares chinos las exhiben con mucha preponderancia sobre los adornos de la inminente fiesta de Halloween: "Se venden mucho, por eso las ponemos por fuera, para que la gente sepa", dicen con su habitual parquedad los asiáticos que los regentan.

Cataluña Constitución
El redactor recomienda