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El 'final feliz' para mujeres: por qué el 'Doctor M' está de moda
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El 'final feliz' para mujeres: por qué el 'Doctor M' está de moda

Desde hace unos años, un particular terapeuta se ha convertido en el doctor que todo el mundo quiere ver: da un poco de placer sexual a cambio de un simple cheque

Foto: El mejor camino hacia el relax pleno. (iStock)
El mejor camino hacia el relax pleno. (iStock)

“Señoras, este sí que sabe… ¡Tiene dedos centelleantes! No voy a mentiros, al principio estaba nerviosa, pero una vez que el doctor te ha dado un masaje normal, sigue sin pensárselo a tus partes prohibidas… La sensación es como si fuese algo completamente normal, al fin y al cabo, ¡es una parte del cuerpo que arrastra tanta tensión como otros músculos! Se preocupa por tu clímax. ¿Podríais pedir más?”.

Este es tan solo el primer mensaje de los 109 que se acumulan en la última entrada del blog del Doctor M, 'Her Private Pleasures', que ha montado un fructífero negocio en Nueva York a base de masajes, como se suele decir coloquialmente, con final feliz. Su trabajo consiste básicamente en dar un masaje tradicional en un ambiente convencional, eso sí, con un extra sexual. Una aparente prostitución que en realidad se parece más al trabajo de los “sustitutos”, que ayudan a alcanzar el placer sexual a aquellos que no pueden conseguirlo por sus propios medios.

Es unilateral: sin esperar algo recíproco o la presión de preguntarse si su pareja está pasándolo bien, las mujeres son libres para centrarse en su placer

O, como ocurre en este caso, a través de sus relaciones sexuales convencionales. Como recordaba el propio Doctor M en 'Refinery 29', “la mayoría están solteras, pero las clientas abarcan toda la gama desde las que están en relaciones establecidas hasta las mujeres casadas, prometidas o las madres”. Todas las confesiones tienen cabida: “Han venido algunas judías ortodoxas, incluyendo a una de mis habituales, una madre de cinco hijos”. Todas ellas, vecinas de Nueva York o turistas sexuales que quizá hayan visto aquel capítulo de 'Sexo en Nueva York' en el que se hablaba por primera vez del tema.

Foto: Aunque la mayor parte de "sustitutas" son mujeres, algunos hombres también desempeñan el trabajo de ayudar a superar los problemas sexuales. (iStock)

“La terapia sensual de toque es una experiencia muy diferente del sexo en pareja dentro de una relación”, ha explicado el propio terapeuta a 'Alternet', el último de los medios que ha contactado con él para hablar de estos “masajes sexuales”. Debe de haber copado el mercado, porque siempre que se habla de este negocio, sale el doctor M. “La principal diferencia es que está diseñada para ser unilateral”, explica. “Sin esperar algo recíproco o la presión de preguntarse si su pareja está pasándolo bien, las mujeres finalmente son libres para centrarse únicamente en su propio placer”.

Cubriendo un vacío

Los datos hablan. Lo hemos repetido una y otra vez, pero nunca está de más volver a hacerlo: como recordaba una investigación publicada recientemente en el 'Journal of Sexual Medicine', mientras que los hombres manifiestan llegar al orgasmo en el 85,1% de sus encuentros sexuales, el porcentaje entre las mujeres heterosexuales desciende sensiblemente, hasta el 61,6%. Una brecha de género que, se entiende, el doctor M se dedica a llenar.

La mayoría de las clientas tienen 30 y poco. Es la edad en la que las mujeres se sienten más a gusto con sus cuerpos


“Durante los últimos ocho años y medio, he visto a mujeres de entre 19 años y 61”, ha explicado. La cifra rondaba en el año 2014 las 300 (en unos siete años de carrera), así que el número debe de haberse multiplicado, especialmente teniendo en cuenta que los últimos años han sido los de mayor fama del doctor M. “La mayoría, sin embargo, tienden a tener 30 y pocos. Mi teoría es que es la edad en la que las mujeres se sienten más a gusto con sus cuerpos. Las que me visitan no son adictas ni nada de eso. Suelen ser duras trabajadoras, como abogadas, jefas de proyecto, empresarias, artistas gráficas y otras profesiones, y están estresadas”. Muchas de ellas manifiestan sus dudas en un primer momento, pero al final acaban convencidas de las destrezas del doctor M.

Eso es, al menos, lo que se desprende de los comentarios de las clientas. “Este fue el mejor examen físico que jamás tuve, me levanté el siguiente día llena de energía y con una gran sonrisa en mi cara”, explica una. “Me alegra decir que no hay nada raro ni sorpresas desagradables aquí; el doctor es muy profesional y te hace sentir cómoda desde el principio”, añade otra. La mayoría de comentarios son anónimos, por lo que es fácil desconfiar en ellos. Sin embargo, hay quien firma con su nombre y apellidos, como Katherine Meringoff: “Fue respetuoso y completamente cortés. Es muy bueno en lo que hace y estoy pensando en convertirme en una clienta habitual”.

placeholder Así empieza todo. (iStock)
Así empieza todo. (iStock)

“La actitud de las clientas, en lo que respecta a los finales felices es la de ¿por qué deberían los hombres llevarse toda la diversión?”, desvela el doctor que solo da buenas noticias. “Soy el primero en admitir que siempre habrá una parte de la población femenina a la que le repugne esta idea. Definitivamente, no es para todo el mundo. Pero también hay un montón de mujeres que han estado buscando durante mucho tiempo un servicio como este sin saber dónde dirigirse”. Como recuerda Carrie Weisman en 'Alternet', la búsqueda “massage porn” en las páginas porno es mucho más popular entre mujeres que entre hombres. Así que esta clase de servicios pueden ser una manera de satisfacer dicha fantasía.

¿Quién lo hace?

La gran pregunta no es tan solo si te atreves a dar el paso, sino saber con quién se da. También, las condiciones del acuerdo. El masajista sexual recuerda que ni espera ni solicita una respuesta sexual de las clientas, pero matiza que “para algunas mujeres, saber que yo también estoy excitado mejora su experiencia”. Como ocurre en todos los contextos, para algunas de sus clientas es tan excitante proporcionar placer como recibirlo, así que el doctor M no se lo niega. Eso sí, a pesar de su predisposición positiva, debe ser algo solicitado de manera explícita y debe analizar cada caso por separado.

“Las mujeres no necesitan ser supermodelos para visitar la consulta”, desvela. “Pero insisto en que sean proporcionadas de altura y peso”


Cuidado, 'spoilers'. El proceso comienza con unos leves toques pensados para “excitar los sentidos”. A continuación, es el turno de los aceites, esos ingredientes esenciales en todo buen masaje que se precie. Primero, el aceite de coco en la espalda, el cuello, los hombros, los brazos y las piernas. En el segundo acto, es el momento de las zonas más erógenas, como los pechos, el trasero y, ejem, ya se imaginan. Es casi como la aplicación perfecta de una de esas guías de preliminares cada vez más populares ante el déficit de orgasmo femenino producto de la desidia del hombre, y el superávit de clímax masculino.

Ahora bien, el doctor Amor también tiene sus claroscuros. Entre ellos, quizá el más obvio sea el criterio de selección de sus clientas, y que puede resultar un tanto discutible. “Las mujeres no necesitan ser supermodelos para visitar la consulta”, desvela. “Pero insisto en que sean proporcionadas de altura y peso. Sé que puede parecer insensible, pero no me citaré con nadie que tenga un sobrepeso brutal”. ¿Algún otro requisito para poder disfrutar de estos masajes 'deluxe'? Sí: nada de no currárselo en las peticiones o pretender que tu pareja observe el encuentro. ¡No 'voyeurs'! En ese sentido, el trabajo del doctor M se parece más al de una escort de lujo que de una prostituta callejera, en la medida en que gracias a la alta demanda, tiene la sartén cogida por el mango.

“Señoras, este sí que sabe… ¡Tiene dedos centelleantes! No voy a mentiros, al principio estaba nerviosa, pero una vez que el doctor te ha dado un masaje normal, sigue sin pensárselo a tus partes prohibidas… La sensación es como si fuese algo completamente normal, al fin y al cabo, ¡es una parte del cuerpo que arrastra tanta tensión como otros músculos! Se preocupa por tu clímax. ¿Podríais pedir más?”.

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