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“Hay que transformar la educación en 'Juego de Tronos' y utilizar sus valores en las clases"
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contra la pedagogía tradicional

“Hay que transformar la educación en 'Juego de Tronos' y utilizar sus valores en las clases"

Las profesoras universitarias María Acaso y Clara Megías proponen una nueva metodología docente, el 'Art Thinking', como respuesta a la crisis del sistema educativo

Foto: Las autoras Clara Megías (izq) y María Acaso (dcha). (Paidós Educación)
Las autoras Clara Megías (izq) y María Acaso (dcha). (Paidós Educación)

La profesora María Acaso llegó un día a clase de la Facultad de Bellas Artes de la Complutense con una sandía. La puso encima de la mesa y ya ninguno de los estudiantes pudo despegar su mirada del fruto. El estupor aumentó cuando sacó un cuchillo, con el que la cortó y creó un cuadrado. Nada tenía que ver con sus clases anteriores. Tampoco lo explicaba. Los alumnos, desconcertados como el público de TVE viendo a Tony Leblanc comiendo una manzana, empezaron a hacer preguntas. Poco a poco se creó un clima diferente al habitual, en el que el silencio propio de la clase magistral, en la que el profesor habla y el estudiante escucha, dio paso a un debate sobre el significado de aquel 'show' inesperado. Lo que nadie parecía darse cuenta es de que estaban siendo parte de un experimento educativo.

Aquel día fue una sandía, pero podría haber cualquier otro elemento extraño, con tal de que estimulase a los alumnos. Sus emociones son la mejor base para el aprendizaje, o eso está demostrando ahora la neurociencia. Bajo esta premisa, Acaso, miembro del colectivo Pedagogías Invisibles, acaba de editar 'Art Thinking: cómo el arte puede transformar la educación', en colaboración con la también profesora Clara Megías. La metodología que proponen o, como prefieren llamarla, marco de acción se puede resumir como la aplicación del arte, con sus dinámicas, imágenes, objetos y performances, en el aprendizaje. De esta manera, no solo la escuela se adapta a la mentalidad de los más jóvenes, sino que ellos, lejos del malestar y la ansiedad de la educación tradicional, consiguen que el esfuerzo surja por sí solo a través del placer.

Cómo puede ser que nuestra sociedad sea tan audiovisual mientras que en las aulas seguimos con la oralidad y el texto

Para presentar su libro las autoras escogieron la Institución Libre de Enseñanza de Madrid. La elección del lugar no fue causal, pues a comienzos del siglo pasado el pedagogo Francisco Giner de los Ríos llevó allí a cabo una pequeña revolución que mucho tiene que ver con el 'art thinking'. Precisamente, su espíritu está hoy más vivo que nunca gracias al movimiento de renovación educativa que abanderan profesores como Acaso y Megías: "Estamos hartas de protestar, de criticar la realidad. Hay que atreverse a transformarla". Y este es el mejor ejemplo.

PREGUNTA. ¿Por qué es importante cambiar la educación actual? ¿Qué necesidad hay?

'Art Thinking. Cómo el arte puede transformar la educación'. (Paidós)MARÍA ACASO: Porque no se ajusta a la realidad social. Hay muchas razones, pero si tuviese que elegir una sería la necesidad de un cambio político. Solamente las personas que tengan una visión crítica del mundo en el que vivimos son capaces de desarticular el mito del sistema, la promesa imposible del paraíso. Necesitamos personas críticas, creadoras y que sean capaces de ser autónomas, y la educación actual fomenta justo lo contrario: masas pasivas y compradoras. Por otro lado, como dicen los americanos, 'robots are coming', por lo que la escuela debería formar a los futuros profesionales en esas competencias en la que las máquinas no pueden competir: la capacidades crítica, emocional y creativa.

P. En el libro hacéis mucho hincapié en la brecha metodológica entre la escuelas y las nuevas generaciones. En la era de los wasaps, los memes y los vídeos virales, los alumnos quizá hayan avanzado más rápido que la educación.

CLARA MEGÍAS: El uso secundario del poder de la imagen demuestra que la escuela está desconectada del presente. Como mucho se habla de un personaje histórico y se pone su foto, ya está. Es un papel totalmente desfasado si lo comparamos con lo que los alumnos hacen fuera del colegio: producir y consumir imágenes. Cómo puede ser que nuestra sociedad sea tan audiovisual mientras que en las aulas seguimos con la oralidad y el texto. Eso hay que romperlo. No solo construye esa masa crítica, sino que además les motiva muchísimo. De repente, sienten que tienen capacidad para defenderse, se sienten poderosos, se empoderan.

P. Lo que planteáis es que el aprendizaje compita en el mismo terreno que el entretenimiento. Y no solo eso, sino que además el joven lo escoja por voluntad propia.

MA: Hay que transformar la educación en Juego de Tronos o, más bien, coger de la serie los valores que la hacen tan potente. Si es tan interesante y tiene tantos seguidores, ¿por qué no usar sus mecanismos en las clases? Son, en definitiva, los mismos que en el 'art thinking'. El primero, el pensamiento divergente, que guste porque atienda a la subjetividad de cada uno. También que dé placer a través de lo audiovisual, el extrañamiento, la narrativa, la sorpresa, lo inesperado… todo lo que ya ha desaparecido de la escuela.

Giner de los Ríos ya estaba haciendo 'art thinking' en los 40. España era la vanguardia pedagógica de Europa, casi del mundo

Es importante que se convierta en una producción cultural, pues los profesores no solo somos transmisores, sino generadores. Así lo entendemos nosotros. Un profesor que guioniza su aula y es capaz de darle ese valor de entretenimiento, de expectativa, de placer… cambia radicalmente el proceso de aprendizaje. Y, por último, que sea un proyecto colaborativo.

P. Seguro que os enfrentáis a las críticas de los que abogan por la educación tradicional, aquellos que piensan que ha de basarse en el esfuerzo y no en el placer.

CM: Hay gente que piensa que hacemos al alumno vago. Que le montamos un 'show' y que así no se esfuerza, que no hay disciplina. Lo que no entienden es que si trabajas de manera colaborativa con tus estudiantes, de manera crítica y subversiva, haces que el chaval trabaje el sentido de la responsabilidad mucho más que si le haces memorizar un texto. Yo lo veo cristalino. Si, por seguir con el mismo ejemplo, analizamos Juego de Tronos en clase y los alumnos se dan cuenta de su machismo, racismo o lo que sea, se empoderarán contra ello. Eso es fundamental para crear una ciudadanía responsable.

P. ¿Por qué creéis que la innovación en las aulas está mal vista?

MA: Giner de los Ríos, en cuyo edificio hoy nos encontramos, ya estaba haciendo 'art thinking' en los años 40. España era la vanguardia pedagógica de Europa, casi del mundo. Es impresionante ver el legado de Giner y comprender lo cerca que está de lo que decimos. Con el franquismo eso se paró en seco. Esa herencia todavía influye. Y ahora tenemos un gobierno de derechas… Sin embargo, no creo que esté mal vista. Frente a los que hacen ruido y dicen titulares como “desconfío del maestro que quiera hacer felices a sus alumnos”, hemos recibido miles de solicitudes de profesores muy motivados que tienen muchísimas ganas de hacer este cambio.

placeholder La hora del recreo en la Institución Libre de Enseñanza. (Wikimedia Commons)
La hora del recreo en la Institución Libre de Enseñanza. (Wikimedia Commons)

P. ¿Hasta qué punto puede un profesor llevar a cabo esta transformación en sus clases? ¿No se encontrará con obstáculos?

MA: Un profesor tiene que ser honesto consigo mismo. Y si lo es no puede seguir trabajando como se está haciendo hasta ahora. Se tiene que atrever a hacer estas microrrevoluciones en clase.

Foto: Habitar el aula de una manera distinta puede ser un primer paso para cambiar la educación. (Efe)

CM: Nos quejamos mucho de la ley. Parece que nos la ponemos como un obstáculo imposible de salvar, pero al final es muy ambigua y laxa. Deja espacio. Lo que dice la ley lo puedes hacer de mil maneras distintas, depende de tus ganas de transformar y de ser creativo. Al final, por miedo a los padres o a que los alumnos no lo vayan a entender, por el qué dirán, nos ponemos obstáculos a nosotros mismos. Un buen lema es: mejor pedir perdón que pedir permiso. Muchas veces si hubiera pedido permiso para hacer cosas que he hecho en clase, no las hubiera podido hacer. Después ven que tiene repercusión, que la gente en las redes sociales está comentando y al final les merece la pena.

P. En esta cultura del esfuerzo quizá los deberes en casa son el aspecto más criticado. Donde, de primeras, más os podrían dar la razón.

MA: Si conviertes los deberes en un placer, dejan de ser deberes. Si las clases son un rollo, trabajar en casa va a ser el mismo rollo. El esfuerzo solo lleva al fracaso. Puedes esforzarte en un momento dado, pero si no lo haces tuyo, si no lo incorporas a tu ser, dejará de funcionar. El ejemplo típico de esto son las dietas.

Tenemos la vista puesta en la educación del norte de Europa, pero a donde de verdad tenemos que mirar es a Latinoamérica

CM: Lo voy a explicar con un ejemplo. Yo toco la viola. Y llegar a hacerlo me ha costado miles de horas desde los ocho años. ¿Por qué lo he hecho? Porque para mí era una experiencia increíble. Me da mucha pena que la gente nos critique esto. Es como si un tipo de educación hubiese robado el concepto de esfuerzo para sí mismo. La educación de siempre funciona como si tuviésemos clase de montar un mueble y el alumnos se tuviese que memorizar las instrucciones, pero sin mueble ni nada. Si lo llevas, si introduces esa conexión con la realidad, se optimiza tiempo y esfuerzo. Si, en cambio, haces que la gente se aprenda listas, el sacrificio será estéril. Y te pongo otro: no hay cosa que cueste más esfuerzo que pasarse un videojuego. Son muchas horas, te matan, te matan y te vuelen a matar. Y, sin embargo, ¿por qué hay tanta gente que juega?

P. ¿Está este marco que vosotras proporcionáis inspirado en algún sistema educativo ya implantado? ¿Quizá en los países nórdicos?

CM: Lo que planteamos podría estar en cualquier institución: desde los colegios, la universidad o incluso en los padres. En cualquier caso, tendemos a tener la vista fija en el norte de Europa, pero a donde tenemos que mirar es a Latinoamérica. He estado en Colombia y he conocido espacios artísticos de todo tipo y allí hasta el sitio más punk, autogestionado y alternativo se entiende como un espacio educativo y de transformación, algo de lo que sus homólogos en Madrid carecen.

P. ¿Y qué le decís a los padres? Sobre todo ahora que es un lugar común quejarse por lo mucho que se tienen que implicar en la educación de sus hijos, más allá del colegio.

MA: Un día, yendo al colegio en coche, mis hijas cogieron unas ceras y se pusieron a pintar el techo. La primera reacción fue prohibírselo, pero entonces me dije para mí misma 'no, que lo pinten'. Ahora mi coche es una especie de galería de arte portátil donde mis hijas pueden crear. No se trata de dejarles hacer lo que les dé la gana, sino desbaratar los imaginarios que tenemos impuestos. Todos tenemos una idea preconcebida de cómo tiene que ser un coche. ¿Y por qué no de otra manera? Con esto yo les digo a los padres: si no tienes tiempo para el 'art thinking' con tus hijos, hazlo en el coche, transforma ese espacio.

P. Vosotras, que formáis parte de esa avanzadilla de la innovación en las aulas, ¿cómo veis el futuro de la educación en España?

MA: 'The future is now'. Está sucediendo ya. El profesor clandestino, el que quería innovar pero nadie le entendía, está dejando de existir. Estos maestros son ahora la mayor fuerza de los colegios. Es un proceso imparable, y ya no es casual.

La profesora María Acaso llegó un día a clase de la Facultad de Bellas Artes de la Complutense con una sandía. La puso encima de la mesa y ya ninguno de los estudiantes pudo despegar su mirada del fruto. El estupor aumentó cuando sacó un cuchillo, con el que la cortó y creó un cuadrado. Nada tenía que ver con sus clases anteriores. Tampoco lo explicaba. Los alumnos, desconcertados como el público de TVE viendo a Tony Leblanc comiendo una manzana, empezaron a hacer preguntas. Poco a poco se creó un clima diferente al habitual, en el que el silencio propio de la clase magistral, en la que el profesor habla y el estudiante escucha, dio paso a un debate sobre el significado de aquel 'show' inesperado. Lo que nadie parecía darse cuenta es de que estaban siendo parte de un experimento educativo.

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