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Las peores experiencias que las azafatas han sufrido en su trabajo
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Las peores experiencias que las azafatas han sufrido en su trabajo

Viajan a países exóticos, visten uniformes elegantes y sirven champán, pero el de asistente de vuelo no es un trabajo tan glamuroso como te imaginas

Foto: Las asistentes de vuelo también se frustran. (iStock)
Las asistentes de vuelo también se frustran. (iStock)

Una vez se cierran las puertas del avión, puede pasar de todo. Durante una, dos o hasta las 18 horas que dura el vuelo más largo compartirás viaje con completos desconocidos. Hasta el momento de sentarse todo es una incógnita: quién será tu compañero de fila, si te tocará o no un niño chillón en tu periferia o si el olor de aquellos que te rodean será soportable. Es una lotería, y sobre esta las azafatas saben más que nadie.

Si pensabas que el trabajo de asistente de vuelo era glamuroso, ya puedes replanteártelo. En efecto, viajan a países exóticos, visten uniformes elegantes y sirven champán, pero lo suyo también es una cuestión de azar. Tienen que lidiar con una amplia gama de comportamientos humanos, desde el lord educado hasta el más desalmado. Y a veces ocurren situaciones comprometidas. Al parecer, según ha revelado un hilo de Reddit, con mayor frecuencia que en otros empleos. Una vez más, la comunidad online se ha convertido en una terapia psicológica para desahogarse, en la que las azafatas de todo el mundo pueden decirse unas a otras: no estáis solas.

La tele mostraba a un avión en llamas. Yo sabía que aquello no estaba pasando en el aeropuerto, pero todo el pasaje empezó a gritar sin control

En 2015 un vuelo de British Airways de Londres a Dubái tuvo que dar la vuelta por una cuestión algo escatológica: olía a heces. En este caso fue un problema de los baños, pero a veces todos los indicios señalan al pasajero: “Un excremento. Sí. Uno enorme. Envuelto en pañuelos de papel y escondido en una esquina, cerca de una de las puertas del avión. Lo encontré tan solo 20 minutos después de haber despegado”, asegura una azafata.

Un insoportable olor se apoderó del vuelo

Otro comentario, este desde la perspectiva del viajero, relata una experiencia igual de desagradable: “Yo no soy asistente de vuelo, pero una vez un tipo defecó en su asiento y luego trató de disimularlo. Alguien se quejó tanto por la desnudez del hombre como por el terrible olor. Él respondía que no quería ir al baño, que no soportaba cómo olían. Así que se puso a la defensiva y terminó arrojando las deposiciones a la azafata. Tuvimos que parar en el aeropuerto más cercano y lo sacaron del vuelo arrestado”.

placeholder No todo son sonrisas agradables. (iStock)
No todo son sonrisas agradables. (iStock)

Y, ya que estamos con historias de baños: "Le pregunté a una amiga azafata y ella me contó esta historia: un señor mayor va al lavabo. El pobre hombre cerró mal la puerta y esta se abrió de par en par. Las dos primeras filas le vieron haciendo sus necesidades. Los pasajeros, conteniendo la risa, decidieron al unísono apartar la mirada, por lo que al instante los de la tercera fila, entusiasmados, preguntaron que qué pasaba, si había un eclipse o algo".

Hay gente que se suena y luego entrega el pañuelo a las afazatas cuando no tienen ni guantes ni una bolsa de basura a mano

Seguro que has sufrido a algún brasas en tu vida. Pues bien, ahora imagínate tenerlo en un avión, sin escapatoria: “Una vez tuve un pasajero que iba y venía constantemente al cuartillo de las azafatas para charlar. Nada nuevo, por supuesto, la gente quiere estirar las piernas y evitar a toda costa el aburrimiento. El problema era el tipo de cosas sobre las que hablaba: que si fue el encargado de los códigos nucleares de Estados Unidos, que si su familia era propietaria de Wyoming y lo vendió al gobierno, que si llevaba fuera del país 16 años porque la CIA lo perseguía… Así, con todo. No anoté lo que decía, pero era muy desconcertante. Y extraño: lo decía tan serio...”

Pánico en el avión

“Durante una escala corta en el aeropuerto de Singapur, encendimos el canal de noticias en las pantallas del aparato. De repente, interrumpen la programación para contar un suceso de última hora. Las imágenes mostraban a un avión en llamas en una pista de aterrizaje, gente deslizándose por los toboganes de emergencia… os hacéis una idea. Miré a mi compañera y nos empezamos a reír, sabíamos que aquello no estaba pasando ahí. Sin embargo, todo el avión empezó a preocuparse y a gritar sin control...”, recuerda otra azafata.

placeholder El miedo se enciende fácil. (iStock)
El miedo se enciende fácil. (iStock)

Esta es digna de película de terror: “Lo más inquietante me pasó durante un vuelo en el que murió una mujer. No solo por eso, ya de por sí preocupante, sino porque su hija aparentaba no estar afectada. Tenía la cabeza de su madre en el regazo y le acariciaba el pelo. Le preguntamos si su madre estaba bien y respondió con frialdad: 'Oh, no, tan solo le ha llegado su hora'”.

No obstante, no todo es una circunstancia puntual, hay veces que eso que tanto incomoda se repite en cada vuelo: “Mi mujer es azafata. Ella me suele contar que lo que más le molesta suele pasar con frecuencia. Hay gente que se suena y luego les entrega el pañuelo cuando no tienen ni guantes ni bolsa de basura a mano. La verdad, me sorprende que tantos crean que este es un comportamiento aceptable”.

Una vez se cierran las puertas del avión, puede pasar de todo. Durante una, dos o hasta las 18 horas que dura el vuelo más largo compartirás viaje con completos desconocidos. Hasta el momento de sentarse todo es una incógnita: quién será tu compañero de fila, si te tocará o no un niño chillón en tu periferia o si el olor de aquellos que te rodean será soportable. Es una lotería, y sobre esta las azafatas saben más que nadie.

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