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Todo lo que aprendí tras pasar mi infancia en el club Playboy
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"yo también Quiero ser una conejita"

Todo lo que aprendí tras pasar mi infancia en el club Playboy

Mary Beth Evens, cuyo padre trabajaba para el imperio de Hugh Hefner como director de publicidad de la revista, utilizó los locales como su patio de recreo particular

Foto: Este año los clubs volverán a abrir sus puertas en Nueva York. (Reuters)
Este año los clubs volverán a abrir sus puertas en Nueva York. (Reuters)

Cuando Playboy fue publicada por primera vez en 1953, con Marilyn Monroe en la portada, nadie podría haber predicho que aquella revista, que costaba 50 centavos, se convertiría en un imperio más allá de los desnudos de las páginas de papel. De hecho, aquel número apareció sin número, ya que ni siquiera el propio Hugh Hefner confiaba en su continuidad. Seis años más tarde, cuando la publicación ya era todo un éxito, se abrieron sus primeros y exclusivos clubs.

De la noche a la mañana, el puesto de camarera, uniformadas con orejas de conejo y rabos de algodón, se convirtió en uno de los trabajos más deseados entre las chicas jóvenes. Tuvieron que pasar cuatro años más para que la periodista Gloria Steinem se infiltrarse en uno de estos clubs y revelase qué ocurría de verdad entre las paredes de aquellos locales. Dicho artículo, que ahora se estudia en las facultades de Periodismo, dio a conocer las nefastas condiciones y las muchas demandas sexuales a las que tenían que hacer frente las llamadas 'conejitas' Playboy. Y Steinem comenzó así a forjar su carrera como activista por los derechos de la mujer.

Era demasiado joven para darme cuenta de que mi padre había conseguido el trabajo que representaba la fantasía masculina definitiva

Sin embargo, no encontró o quizá no consideró relevante escribir sobre los niños que usaban los clubs como su patio de recreo. Es el caso de Mary Beth Evens, cuyo padre trabajaba para el imperio de Hefner como director de publicidad de la revista. Aprovechando que un nuevo club abre sus puertas este año en Times Square, tras más de treinta años de exilio de la ciudad, la exproductora de televisión y hoy estudiante de escritura creativa en NYU, relata en 'Salon' su inusual infancia, entre las botas de tacón alto y escotes de las conejitas.

Un símbolo de estatus

A su padre no solo le convenció el buen salario del trabajo, sino las muchas ventajas que llevaba incorporado: un Porsche 911, la membresía de un club de campo y varias suscripciones de por vida a los productos de la empresa. “Pero estos extras eran un juego de niños comparado con el Santo Grial de los regalos: una llave personalizada que le otorgaba acceso VIP a todos los clubs”, relata Evens. Aquel obsequio no solo le abría todas las puertas de aquellos palacios del hedonismo (y, por consiguiente, también a su familia), sino que era todo un símbolo de estatus. Tanto era así que en 1961 la revista 'Time' lo llamó "lo más parecido a ser de la fraternidad Phi Beta Kappa de Yale".

placeholder Las camareras enfundadas en su uniforme de 'conejitas'. (Reuters)
Las camareras enfundadas en su uniforme de 'conejitas'. (Reuters)

En efecto, su padre era de esos, de esos que llevaban a su hija de nueve años al club Playboy de Nueva York, de esos que no paraban de señalar a los famosos (como Ray Charles o Liza Minnelli) y preguntarse a sí mismo: “¿No es esto genial?”. “Buenas noches, soy su 'Bunny'. ¿Puedo ver su llave Playboy, por favor?”, la recibían. “Era demasiado joven para darme cuenta de que [mi padre] acababa de conseguir el trabajo que representaba la fantasía masculina definitiva. A mis ojos, todos los conejitos, los de Playboy, el de las pilas o el propio Bugs Bunny, eran intercambiables”, señala Evens.

Me imaginaba con esas medias negras, esos tacones de aguja e intentando no tirar la bandeja de cigarrillos, aperitivos y licores

Pese a su ignorancia sobre lo que ahí acontecía, aquel espectáculo la fascinaba: “Mientras mi familia subía por la escalera de caracol hasta el restaurante de lujo, yo me quedé rezagada, hipnotizada por el champán, el tintineo de los hielos y los tipos estilo Don Draper fumando sus Lucky Strikes”. Y, por supuesto, las conejitas: “Me imaginaba con esas medias negras, usando esos tacones de aguja, intentando no tirar la bandeja de cigarrillos, aperitivos y licores”.

"¿No es esto genial?"

De vuelta a casa, su padre les contaba versiones censuradas de los fines de semana que pasaba en la mansión de Hefner, de la que siempre volvía con toneladas de 'merchandising', desde tazas hasta camisetas y gorras con el famoso logo del conejo y la pajarita. “Coge todo lo que quieras. Es gratis. Y puedo conseguirte más”, le decía su padre. Y ella, entusiasmada, le preguntaba si podía llevárselos al colegio al día siguiente: “A diferencia de mi hermana, yo anhelaba ser la chica de los cigarrillos o la de los cócteles”.

placeholder El fundador de la revista, Hugh Hefner, bien acompañado. (Reuters)
El fundador de la revista, Hugh Hefner, bien acompañado. (Reuters)

Su hermana mayor ya había leído 'A Bunny's Tale' de Steinem y se olía que aquello no podía terminar bien. “Cuando entré en el aula al día siguiente, algunos niños se miraron los unos a los otros y comenzaron a cuchichear. Así que le pregunté a mis amigos por qué actuaban de forma tan extraña. Algunos incluso fingieron no haberme escuchado. Otros actuaron como si no hubiesen escuchado al chico que me señaló: '¡Es el conejito de Playboy!'”.

Ahora sé que la visión de Hef era una fantasía rota, incluso para aquellos que la compramos cuando éramos jóvenes

“Mi sudadera tiene un conejito. ¿Y qué? Es un logo. Mi padre trabaja ahí. Es bonito”. Ahí empezó una rápida e inocente transformación. Al ver que el resto se sorprendía, dejaba caer en conversaciones la profesión de su progenitor. Palabras como 'Hef' o 'frontal' entraron a formar parte de su vocabulario. Llenaba la clase de pegatinas de Playboy. Se convirtió en la “tía guay”, hasta que, con 14, su padre dejó el trabajo: “En un instante, me volví aburrida. Otro producto más de una pareja judía con dos hijos y dos automóviles que vivían en el condado de Fairfield, que se casó demasiado joven y que no tenía nada en común”.

placeholder El club de Macao es el más grande de la compañía. (Reuters)
El club de Macao es el más grande de la compañía. (Reuters)

Sin embargo, el poso de aquellos años en los clubs se mantuvo latente en los años posteriores: “Creía que la belleza física estaba determinada por lo que veía en las revistas. Me convencí a mí misma de que solo podría llegar a casarme si vestía con ropa de diseño y hacía ejercicio como un Navy SEAL. Y pensaba que tenía todo lo necesario para mantener una relación con un hombre: había estudiado las técnicas de las conejitas, sus posturas y modales, y las hacía mías”. No fue hasta años más tarde, con 40, cuando los psicólogos la adviertieron acerca de la relación entre el fracaso de sus relaciones y su infancia. “Ahora sé que la visión de Hef era una fantasía quebrada, incluso, o quizás especialmente, para aquellos de nosotros que la compramos cuando éramos jóvenes”.

Cuando Playboy fue publicada por primera vez en 1953, con Marilyn Monroe en la portada, nadie podría haber predicho que aquella revista, que costaba 50 centavos, se convertiría en un imperio más allá de los desnudos de las páginas de papel. De hecho, aquel número apareció sin número, ya que ni siquiera el propio Hugh Hefner confiaba en su continuidad. Seis años más tarde, cuando la publicación ya era todo un éxito, se abrieron sus primeros y exclusivos clubs.

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