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"Uy, estás blanca": he vuelto de vacaciones y solo me preguntan por qué no estoy morena
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“¿NO TE GUSTA LA PLAYA?”

"Uy, estás blanca": he vuelto de vacaciones y solo me preguntan por qué no estoy morena

Las personas pálidas por naturaleza no tenemos tan fácil coger color en verano y cada año tenemos que responder a las mismas preguntas

Foto: "¿Y no has pensado en darte rayos UVA?".
"¿Y no has pensado en darte rayos UVA?".

Estoy morena aunque no lo parezca. Al menos de eso intento convencer a mis compañeros de trabajo cuando vuelvo después de dos semanas de vacaciones y retroceden cegados por el resplandor de mi pálida piel. “¿No te has ido de vacaciones?”, preguntan muchos asombrados, casi con pena. Y yo, que bajo la ropa escondo una casi inexistente marca del bikini, digo que sí y procuro no volver a sacar el tema. Porque en realidad estoy blanca. Blanca color documento de Word, blanca color pared de hospital, blanca color dentadura de Bertín Osborne.

Lo malo de volver al trabajo después de las vacaciones y tener la piel blanca es que nadie te pregunta por tus vacaciones porque asumen que aún no te has ido. Y la luz fluorescente de la oficina que intensifica mi blancura no ayuda a que nadie se crea mi historia. No estar bronceada en periodo estival es sinónimo de haber pasado los días encerrada en casa (como todo el mundo sabe, las casas de la gente pálida son castillos envueltos en nubes y penumbra y con algún cuervo sobrevolando). Pero no, desde aquí me gustaría aclarar que los que seguimos blancos en verano no odiamos el sol ni nos derretimos al exponernos a él. De hecho, a algunos hasta nos gusta, igual que mantener este bonito color de sepia.

“¿Es que no vas a la playa?”, me preguntan cuando ya pensaba que mi piel había dejado de ser el centro de atención. Algunos se asombran de que tenga el mismo color que tengo el resto del año. El de recursos humanos, con un moreno tono cáncer que le llega tristemente hasta donde empiezan las mangas de la camiseta, intenta aconsejarme de forma paternal: “Deberías tomar un poco más el sol y coger un poco de colorcito”. “He cogido color”, le digo completamente en serio antes de que me mire con incredulidad. A lo lejos, alguien me confunde con una pantalla de ordenador encendida.

El primer día de trabajo después de dos semanas no es el único momento en el que la gente se empeña en que me dé cuenta de que, efectivamente, no estoy morena. El reencuentro con los amigos es otra de esas situaciones. “¡Qué blanca estás!”, recibo como saludo. Menos mal, sin nadie que me lo recuerde seguiría pensando que estoy verde. Al grupo se van uniendo otros amigos a los que, como yo, también se les han terminado las vacaciones. La diferencia es que ellos han aumentado notablemente el tono de su pigmentación mientras que yo estoy igual de morena que un albino a la sombra. Por suerte, no tardan en percatarse y avisarme con un preocupado “¿no te ha dado el sol?”.

placeholder Viñeta de @artbymoga.
Viñeta de @artbymoga.

Pero los pálidos en verano no estamos a salvo en ningún sitio. Además del trabajo y la vida social, el ámbito familiar también entra en escena en forma de madre que te observa de arriba abajo para recalcar lo delgada que estás, enumerar todas las verduras que deberías estar comiendo y, claro, lo blanca que sigues. “Pareces un vampiro”. “Vale, pero me llevo ese 'tupper”.

Volver de las vacaciones con el mismo color de piel con el que las empecé es todo un reto. No solo tengo que afrontar otra vez el despertador, sino también a gente a la que no le parece bien mi color lechoso. “¿No te has planteado darte rayos UVA?”, me sugieren algunos, seguros de haberme hecho un favor con esta idea innovadora. Supongo que cuando llegue diciembre volveré a ser aceptada por la sociedad.

Estoy morena aunque no lo parezca. Al menos de eso intento convencer a mis compañeros de trabajo cuando vuelvo después de dos semanas de vacaciones y retroceden cegados por el resplandor de mi pálida piel. “¿No te has ido de vacaciones?”, preguntan muchos asombrados, casi con pena. Y yo, que bajo la ropa escondo una casi inexistente marca del bikini, digo que sí y procuro no volver a sacar el tema. Porque en realidad estoy blanca. Blanca color documento de Word, blanca color pared de hospital, blanca color dentadura de Bertín Osborne.

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