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La estúpida razón por la que siempre fracasas al hacer dieta, y cómo evitarlo
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PEQUEÑOS TRUCOS PSICOLÓGICOS

La estúpida razón por la que siempre fracasas al hacer dieta, y cómo evitarlo

¿Por qué te cuesta tanto alcanzar ese El Dorado dietético y perder los kilos que te sobran? Quizá el problema no sea tuyo, sino de que las dietas, en general, no se pueden seguir

Foto: ¿Es este el fin? (iStock)
¿Es este el fin? (iStock)

A estas alturas de año, es muy probable que sea demasiado tarde para explicar por qué no ha sido capaz de seguir ese régimen que hace tan solo unos meses le prometía que llegaría al verano delgado y fibrado, listo para lucir palmito. Esas ambiciones ya se habrán quedado por el camino, piensa mientras observa en la playa sus michelines, y probablemente el problema se encuentre en lo mismo que le llevó a seguir esa dieta milagrosa: hacerla es una maratón con un objetivo claro, pero muy pocos alicientes por el camino.

Se ha escrito mucho sobre las complicaciones psicológicas de someterse a un régimen, pero pocas personas lo han resumido mejor que la nutricionista Whitney Stuart en 'Business Insider'. Sobre todo porque da con la palabra clave, privación. En resumidas cuentas, las dietas se basan ante todo en la idea de recortar, ya sea en cantidades o en grupos de alimentos contemplando “reglas estrictas y específicas”. Algo que, como señala la experta en nutrición, resulta “insostenible por largos períodos de tiempo”.

Nuestra capacidad para el autocontrol es limitada, por lo que cuando este se desvanece, es muy fácil que volvamos a la casilla inicial

Es común que muchas personas que sufren una enfermedad tengan que someterse a una dieta estricta –por ejemplo, con mucha menos sal– por mera cuestión de salud; algo que tradicionalmente ha sido visto como una especie de maldición. Sin embargo, es cada vez más habitual que estas restricciones sean aplicadas a los hábitos alimenticios de personas completamente sanas que quieran perder peso. De ahí que las dietas suelan fracasar: porque consideramos que estamos realizando una excepción en nuestra forma de alimentación de la que pronto nos podremos olvidar, y no que estamos cambiando nuestras costumbres a la larga.

Hay una lógica palmaria dentro de que las dietas se basen en la privación, y es que en principio esto nos hace sentir psicológicamente bien, puesto que proporciona recompensas y refuerzos positivos si lo estamos haciendo según lo planeado, mientras que cambiar por completo nuestra alimentación a largo plazo no lo hace. Por ejemplo, si hemos sido capaces de no tomar ni una hamburguesa, cerveza o pizza en toda la semana, pensaremos que hemos cumplido nuestro objetivo. Nos otorga control, explica Stuart, puesto que nos hace sentir que hemos acatado las reglas y, por lo tanto, que si seguimos así alcanzaremos nuestro objetivo.

Foto: Las dietas demasiado restrictivas pueden ser contraproducentes y desequilibradas. (Corbis)

Esa misma es, no obstante, la razón por la que fracasamos: porque lo que es simplemente un cambio de costumbres no se transforma un hábito, la única manera que tenemos de conseguir que un nuevo régimen sea verdaderamente efectivo. “La dieta en el corto plazo no se convierte en un hábito”, señala la autora. “Y diez días, o dos semanas más tarde, somos víctimas del rebote cuando el autocontrol finalmente se desvanece”. ¿El principal problema? Que el autocontrol, que se manifiesta en forma de restricciones autoimpuestas, es limitado. Y una vez desaparece, llega el momento del atracón y la pérdida de toda motivación por haber pecado.

¿Qué podemos hacer?

La salida es, por lo tanto, olvidarse de objetivos a corto plazo y pensar en un cambio de hábitos más general que no se base tanto en la privación como en la reducción paulatina de alimentos que nos pueden perjudicar, como el alcohol, las grasas o los carbohidratos. La clave se encuentra en “los cambios pequeños pero sostenibles, que te ayuden a mantenerte lejos de los extremos, y que supongan una diferencia en el largo plazo”.

Los cambios repentinos en nuestra alimentación nos hacen más irritables, lo que aumenta las posibilidades de que caigamos en la tentación

Son tres los trucos que propone la nutricionista, según nuestro objetivo: en lugar de hacernos vegetarianos de la noche a la mañana, por ejemplo, podemos probar a introducir dos puñados de verduras en cada comida, tres días a la semana; en lugar de llevar a cabo una dieta detox, reducir la cantidad de azúcar que consumimos ya sea en forma de azúcar o dulce; y, por último, en lugar de decantarte por cualquier peligrosa moda, como la dieta paleo, simplemente piénsatelo dos o tres veces antes de comer un snack.

Para ello es importante tener presente cuáles son los condicionantes psicológicos que nos llevan a comer lo que no debemos. La nutricionista Cynthia Sass, autor de 'SASS Yourself Slim', localizaba varios obstáculos que se interponen entre nosotros y nuestros objetivos, y tenerlos presente nos puede ayudar a no caer en sus redes:

  • Cambios en el estado anímico. Es un círculo vicioso. Los cambios repentinos en nuestra alimentación nos hacen más irritables y sensibles, lo que aumenta las posibilidades de que caigamos en la tentación de tomar comida basura para aliviar dicha ansiedad.
  • Hambre crónica. Las dietas altamente restrictivas manifiestan rápidamente sus efectos en forma de hambre, lo que, una vez más, dispara la posibilidad de comer lo que no deberíamos… Algo que no ocurre si mantenemos una alimentación equilibrada.
  • Antojos. Uno de los problemas de los regímenes es la mentalidad de “todo o nada”, o el hecho de que si hemos pecado una vez, debemos tirar la toalla, darlo todo por perdido y dejarlo. Es algo que emerge de la peligrosa noción de que estos regímenes son tan sagrados que no admiten ninguna excepción.
  • Presión social. Estás intentando perder peso y no oyes más que “qué poco has comido, ¿te pasa algo?”, “toma un poco más, que no te va a pasar nada” o “mmm, qué buena esta hamburguesa grasienta”. No es que nos ayude precisamente a librarnos del mal, amén.

A estas alturas de año, es muy probable que sea demasiado tarde para explicar por qué no ha sido capaz de seguir ese régimen que hace tan solo unos meses le prometía que llegaría al verano delgado y fibrado, listo para lucir palmito. Esas ambiciones ya se habrán quedado por el camino, piensa mientras observa en la playa sus michelines, y probablemente el problema se encuentre en lo mismo que le llevó a seguir esa dieta milagrosa: hacerla es una maratón con un objetivo claro, pero muy pocos alicientes por el camino.

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