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El misterioso secuestro del Brillante y el complot de la mafia de los seguros
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¿QUÉ PASÓ EL 6 DE JULIO DE 2011?

El misterioso secuestro del Brillante y el complot de la mafia de los seguros

Más de seis años después, aún no sabemos quién mandó hacer explotar el interior del voluminoso barquero, pero los indicios señalan en la dirección de un complot internacional

Foto: El Brillante Virtuoso, ardiendo al amanecer del 6 de julio de 2011.
El Brillante Virtuoso, ardiendo al amanecer del 6 de julio de 2011.

En el verano de 2011, algunos lectores de medios internacionales quizá se toparon con una noticia que señalaba lo cerca que habíamos estado de que se produjese un desastre petrolero que haría que el caso del Exxon Valdez quedase como un juego de niños. El caso del secuestro del Brillante Virtuoso, no obstante, iba mucho más allá. Mucho más lejos de la costa de Yemen, donde el 5 de julio de 2017 se produjo el secuestro, hasta los últimos pisos de los rascacielos de la City londinense o los astilleros griegos.

Han sido Kit Chellel y Matthew Campbell quienes han publicado en 'Bloomberg' el reportaje definitivo sobre lo ocurrido con el Brillante Virtuoso. O, al menos, hasta que en los sucesivos años –pues el caso dista mucho de estar cerrado– se obtenga más información. Empecemos por lo que ocurrió en el mar, y cuyo relato se ha establecido a partir de los documentos judiciales y las entrevistas con más de 60 personas implicadas: la noche del 5 de julio, el Brillante, propiedad de Suez Fortune Investment, se internó en el golfo de Adén, que separa Somalia y Yemen, con un cargamento de un valor de 100 millones de dólares.

Los secuestradores le habían pedido 100.000 dólares y habían huido a Somalia después de disparar a la caja fuerte

Allí paró los motores para esperar a un pequeño grupo de seguridad, que les acompañaría durante la etapa más peligrosa de la travesía en “el corredor marítimo más peligroso del mundo”. Antes de media noche, un marinero de origen filipino (como el resto de la tripulación) llamado Allan Márquez avistó un bote con siete hombres a bordo, armados con Kalashnikovs. Se identificaron como el equipo de rescate y pidieron embarcar. Cuando consultó a sus superiores, el capitán Noe Gonzaga, y el ingeniero jefe Néstor Tabares, estos le ordenaron que los dejasen entrar.

Allí, los hombres reunieron a toda la tripulación en la sala de la televisión, con la excepción de Gonzaga y Tabares, a los que se llevaron. Pasado un tiempo, escucharon disparos de fusil. El motor del barco se puseo en marcha y una explosión resonó desde algún lugar del barco. Cuando el humo comenzó a llenar la estancia, la tripulación salió corriendo y descubrió que los secuestradores habían huido. También hallaron a Gonzaga, amordazado y atado a la silla, que ordenó abandonar la embarcación. No conseguían encontrar al ingeniero Tabares, así que finalmente tuvieron que dejar el barco sin él, rescatados por un helicóptero de la marina americana, cuyo portaviones Mar Filipino rondaba las inmediaciones.

A última hora de la madrugada, a las cinco, finalmente apareció Tabares. Ya que el helicóptero no podía acercarse, saltó al agua y fue rescatado por un bote. El ingeniero le contó todo a los americanos: los secuestradores le habían pedido 100.000 dólares y habían huido a Somalia después de disparar a la caja fuerte, pero desconocía cómo había comenzado el incendio. El Mar Filipino fue incapaz de encontrar ningún rastro de los secuestradores. En cuestión de horas se puso en marcha un complejo engranaje de investigadores, militares y, sobre todo, aseguradoras, para saber qué había ocurrido. En concreto, si de verdad había sido un acto de piratería o un montaje.

Algo no encaja

Lo que quedó meridianamente claro durante el primer mes de investigación es que algo no encajaba. O, mejor dicho, desde las primeras horas, cuando Suez Fortune contrató a una compañía de salvamento, Poseidon Salvage International, para que se personase en la escena del crimen. Al mismo tiempo, el dueño de Suez, un griego llamado Marios Iliopoulos, volaba a Adén, donde preparó una compensación a la aseguradora por el carguero. Esta fichío al supervisor del puerto de Adén David Mockett, que pronto se encontró con dificultades, como la imposibilidad de acceder a los restos de la embarcación. Al inglés le pareció un caso extraño, porque el comportamiento de los piratas no era muy frecuente: no solían abandonar barcos ni dañarlos después de conseguir su control, sino que secuestraban su cargamento y a la tripulación para pedir un cuantioso rescate.

En apenas unos días, recibió una llamada de la embajada inglesa avisándole de que su vida también corría peligro, y fue evacuado del país

Tampoco sabía muy bien qué podía haber causado la explosión que terminaría arruinando el interior de la gigantesca embarcación, ni cómo era posible que un capitán con experiencia hubiese dejado subir al barco a hombres armados. Así que en apenas dos semanas, el 19 el julio, envió un informe en el que sospechaba que no había tales piratas somalíes, sino que se trataba de grupo corrupto de la guarda costera yemení que probablemente formaba parte del complot. La respuesta fue rápida: a la una del mediodía de la jornada siguiente, voló por los aires en su coche debido a una bomba lapa que le mató casi instantáneamente.

Para averiguar qué había pasado con Mockett, el ministro del Interior yemení contactó con uno de sus mejores amigos, Roy Facey, quien había oído por su boca sus dudas sobre la identidad de los secuestradores. En apenas unos días, recibió una llamada de la embajada inglesa avisándole de que su vida también corría peligro, y finalmente fue evacuado del país por un grupo de soldados americanos. El tercer inglés en juego fue Jonathan Tottman, que se topó con que apenas había rastro de los asesinos de Mockett. Una caso que, años después, sigue sin solución.

Juego de barcos

Al otro lado del mundo, mientras tanto, Lloyd's seguía moviendo miles de milllones de euros al día. Como recuerda el reportaje, aunque popularmente considerada una aseguradora, se trata más bien de “un mercado de valores del riesgo”, donde se compra y vende todo aquello que puede “perderse o causar pérdidas”. Especialmente, grandes embarcaciones, la principal base de su negocio. Por lo general, dañar un barco suele ser “un crimen perfecto”, porque no hay “testigos, evidencias o fuerzas de la ley”. El caso del Brillante era especial, porque de haber sido un montaje, habría sido el más grande de la historia.

placeholder ¿Piratería o montaje? (iStock)
¿Piratería o montaje? (iStock)

En los siguientes años, abogados y empresarios comenzaron a presionar para recuperar su dinero de la embarcación, hasta que el sindicato de aseguradoras Talbot demandó a Suez cuando estos solicitaron 100 millones de dólares en compensación. Otra investigación se puso en marcha, en la que comenzaron a salir a la luz datos curiosos. Como que el Brillante no era el único barco de Iliopoulos en arder, sino que esto también había ocurrido con el Elli en 2009, cuyo ingeniero jefe era Tabares, y con el Iron Antonis en 1994, en el que murieron 24 de sus tripulantes.

Finalmente, en 2015, el sindicato Talbot acusó a Ilipoulos de haber preparado el asalto al Brillante: “No hubo ningún ataque de piratas somalíes”, denunciaba en sus documentos. “Cualquier ataque fue preparado con la implicación y connivencia del propietario”. Gonzaga y Tabares eran sus hombres de confianza, alegaban, y la bomba había sido detonada con el objetivo de dejar el barco inservible. En abril de 2016, el griego fue llamado ante el jurado británico. A la salida, fue detenido por “conspiración y fraude”, aunque tras el interrogatorio fue liberado sin cargos.

El Brillante Virtuoso es un nombre que entre los veteranos revela la capacidad de la industria para la ilegalidad, la complejidad financiera y la violencia

Iliopoulos, que espetó en el juzgado a los demandantes que sus acusaciones tendrían “consecuencias”, nunca recuperó su dinero. El juez Flaux recordó que “había perdido sus nervios y amenazado a las aseguradoras y a los representantes legales desde la tribuna de testigos de forma inapropiada”, lo que le había hecho perder toda la credibilidad. La investigación, no obstante, sigue adelante, e Iliopoulos aún está en activo en Grecia. Como recuerdan los autores, “el Brillante Virtuoso es un nombre que entre los veteranos revela la capacidad de la industria para la ilegalidad, la complejidad financiera y la violencia”.

El reportaje se cierra con una última revelación, recabada el 19 de julio de este año. Se trata, por fin, de la declaración de Allan Marquez, el hombre que vio a los asaltantes por primera vez. Este afirma que Iliopoulos le había amenazado después del ataque, así como el propio Tabares semanas después, en Manila. Querían que “alterasen u omitiese parte de su declaración a los investigadores”. El marinero reconocía que solo tenía miedo de Dios: “Espero que la justicia prevalezca”, concluía.

En el verano de 2011, algunos lectores de medios internacionales quizá se toparon con una noticia que señalaba lo cerca que habíamos estado de que se produjese un desastre petrolero que haría que el caso del Exxon Valdez quedase como un juego de niños. El caso del secuestro del Brillante Virtuoso, no obstante, iba mucho más allá. Mucho más lejos de la costa de Yemen, donde el 5 de julio de 2017 se produjo el secuestro, hasta los últimos pisos de los rascacielos de la City londinense o los astilleros griegos.

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