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Por qué el hambre desaparece si lo ignoras durante un tiempo
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el poder de la distracción

Por qué el hambre desaparece si lo ignoras durante un tiempo

A veces, incluso con el estómago vacío, eres capaz de olvidarte de esa sensación que te pide más y más comida. Te explicamos por qué

Foto: Quizá sea la solución que necesitas para no picar entre horas. (iStock)
Quizá sea la solución que necesitas para no picar entre horas. (iStock)

Es la hora de comer y, sin embargo, nadie acude a la llamada que surge desde la cocina. Donde se deberían escuchar el rugir de tripas, carreras por los pasillos y súplicas por comida, hay silencio. Un silencio más propio de la siesta que del almuerzo. Los padres no se explican qué está pasando. Quiénes sois y qué habéis hecho con nuestros hijos, se preguntan. Y ellos, despreocupados, continúan inmersos entre las páginas de un libro, una partida de videojuego o alguna película cautivadora. Hay hambre, pero sus cerebros tienen cosas mejores que hacer.

Foto: "Mmm... verduras... ¿dónde está el chocolate?" (iStock)

El hambre es una sensación subjetiva y objetiva a la vez y, por lo tanto, difícil de comprender. La verdad es que no solo puede desaparecer con la comida. A veces, incluso con el estómago vacío, eres capaz de olvidarte de esa sensación. Quizás estés inmerso en una actividad intrigante, echando una partida en tu videojuego preferido o alguna tarea exigente. En definitiva, es como si fueras capaz de ignorar los retortijones del hambriento hasta que tu mente dé la tarea como terminada. Entonces, y solo entonces, el apetito voraz entrará en escena.

Si estás distraído, olvidarás con facilidad esa sensación de hambre. Dicha percepción disminuye porque estás enfocado en otra cosa

La realidad que subyace detrás de este fenómeno es, en el fondo, compleja. Cuando una persona tiene hambre, un torrente de sustancias notifica al cerebro de que el cuerpo necesita alimentos. Una de estas, y la más importante, es la ghrelina, conocida popularmente como la “hormona del hambre”. Se trata de la única sustancia que se ha demostrado que aumenta el apetito y la posterior ingesta de alimentos cuando se administra a seres humanos, según argumenta un artículo publicado en la revista 'Physiology and Behavior'.

placeholder Cuando se junta el hambre con las ganas de comer. (iStock)
Cuando se junta el hambre con las ganas de comer. (iStock)

La mayor parte del suministro de ghrelina se produce cuando tenemos ganas de comer, principalmente en el estómago y en el duodeno. No obstante, nuestro cuerpo tiene niveles constantes de esta hormona, solo que se reducen considerablemente cuando no tenemos sensación de hambre o, al menos, eso se pensaba hasta ahora.

Cuando cuerpo y mente no coinciden

En un estudio de 2016, publicado ahora por la revista 'Clinical Nutrition', 59 adultos obesos participaron en un programa de ocho semanas en los alternaban sus comidas entre dos dietas muy distintas: o comían sin restricciones o prácticamente ayunaban. Los investigadores intentaban descubrir cómo reacciona nuestro cuerpo y mente frente a la falta de comida y demostrar la relación entre la sensación objetiva y subjetiva del hambre.

placeholder Cuando estás de partidas con tus amigos se te puede ir el santo al cielo. (iStock)
Cuando estás de partidas con tus amigos se te puede ir el santo al cielo. (iStock)

No obstante, el estudio reveló que la sensación de hambre (subjetiva) no tenía por qué cuadrar con las necesidades del cuerpo (objetiva). En otras palabras, había veces que aunque ayunaran, aunque su cuerpo pediese comida (los niveles de ghrelina aumentaban), los sujetos de la investigación aseguraban no sentirse más hambrientos que de costumbre. “Es interesante, pues la pregunta subjetiva “cuánta hambre tienes” no coincide realmente con lo que se mide clínicamente”, comenta sobre los resultados del estudio Collen Tweksbury, de la Penn Medicine, en 'Live Science'.

La ghrelina es la única sustancia que aumenta el apetito y la posterior ingesta de alimentos cuando se administra a seres humanos

De la investigación se deduce que debe haber algo que explique este desfase entre mente y cuerpo. Al respecto, Leah Groppo, nutricionista del Standford Health Care, tiene una teoría que podría resolver la cuestión: “Si se está distraído, puedes mitigar con facilidad esa sensación de hambre. Entonces, con el tiempo, esta percepción disminuirá porque estás enfocado en otra cosa”.

Dicha teoría explica por qué a veces nuestros hijos, o nosotros mismos, nos olvidamos de comer cuando estamos ocupados. Simplemente nuestra mente va por otros lares. Eso sí, si utilizas este truco mental para no caer en tentaciones ni picar entre horas, no te pongas a leer un libro de recetas de cocina, que nuestro cerebro es una herramienta potente, pero no infalible.

Es la hora de comer y, sin embargo, nadie acude a la llamada que surge desde la cocina. Donde se deberían escuchar el rugir de tripas, carreras por los pasillos y súplicas por comida, hay silencio. Un silencio más propio de la siesta que del almuerzo. Los padres no se explican qué está pasando. Quiénes sois y qué habéis hecho con nuestros hijos, se preguntan. Y ellos, despreocupados, continúan inmersos entre las páginas de un libro, una partida de videojuego o alguna película cautivadora. Hay hambre, pero sus cerebros tienen cosas mejores que hacer.

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