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El CIO de un hedge fund cuenta la verdad sobre Amazon, Uber y la economía digital
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El CIO de un hedge fund cuenta la verdad sobre Amazon, Uber y la economía digital

La visión sobre las tecnológicas de Eric Peters, fundador, CEO y jefe de inversiones de un importante fondo, no va a gustar en el sector. Es otra manera de ver el 'Prime Day'...

Foto: El fundador de Amazon, Jeff Bezos. (Isaiah J. Downing / Reuters)
El fundador de Amazon, Jeff Bezos. (Isaiah J. Downing / Reuters)

Eric Peters es fundador, CEO y CIO (Chief Investment Officer, jefe de inversiones) del hedge fund One River. En el boletín semanal que dirige a sus clientes, les ha sugerido puntos de vista inusuales en el sector a la hora de analizar la economía digital. En él ha incluido una anécdota de su vida personal que relata la conversación que mantuvo con un conductor de Uber que le llevó a su destino. El apptaxista estaba trabajando para la compañía “tecnológica” con el objetivo de pagar la deuda en la que había incurrido para poder licenciarse en la universidad. Vivía con su novia, que corría con la mayor parte de los gastos de la pareja, y él intentaba conseguir un extra con el que reducir el importe de lo adeudado .

Esta viñeta cotidiana sirve a Peters como introducción al tema de fondo, el de una economía digital y tecnológica que ha tomado un lugar fundamental en nuestras vidas, cuyas empresas son las más capitalizadas, de las que se dice que señalan el presente y el futuro económicos, y que son el modelo a imitar para sobrevivir en un mundo que será completamente distinto del actual dentro de muy poco tiempo.

Quizá las empresas tecnológicas disruptivas no sean más que mecanismos de reducción de los salarios a niveles de subsistencia

Sin embargo, las conclusiones de Peters distan mucho de las alabanzas que suelen escribirse sobre Amazon o Uber. Según el fundador de One River "deberíamos tener cuidado y no pasar por alto la posibilidad de que las empresas tecnológicas disruptivas no sean más que mecanismos de reducción de los salarios a meros niveles de subsistencia”. Estas firmas “dependen menos de la innovación tecnológica per se que de los cambios en la forma de empleo y en la reducción de los salarios, así como de la imposición de condiciones de trabajo más duras”. En palabras de Peters, “la naturaleza de la tecnología depende en gran medida de lo que el público pueda ser persuadido de aguantar”.

'El ejército japonés'

Peters cita como ejemplo a Uber, y en especial a Amazon. La firma está poniendo un marcha un ejército de 10.000 mensajeros en Tokio, de cara a 2020, de forma que pueda disminuir su dependencia de las empresas que distribuyen sus paquetes. Esta nueva fuerza laboral estaría compuesta por “trabajadores independientes”, es decir, pequeños autónomos que ejercerían su trabajo en condiciones que no podrían negociar. Algo similar a lo que hace con sus “asociados” Uber o Deliveroo con los suyos.

Las empresas tecnológicas están presionando a la sociedad occidental para que adapte sus leyes a las necesidades de las firmas digitales

Esta forma de acción es típica de las empresas digitales y forma una peculiar economía del contenedor en la que una empresa, de dimensiones globales, cobra un papel principal en su sector, lo cual le permite gozar de ventajas especiales por su mero papel de intermediaria.

La sociedad de la excepción

Es la nuestra una sociedad de la excepción, en la medida en que las normas rigen para una gran mayoría de ciudadanos y de empresas, pero hay una serie de ellas que son capaces, por su tamaño o su poder, de evadir la acción de las leyes comunes. Las compañías tecnológicas como Amazon, Uber, Facebook o Google forman parte de estas excepciones porque no solo pueden funcionar de modo distinto (por ejemplo en lo fiscal o en las condiciones de trabajo) sino que además están presionando a la sociedad occidental para que adapte sus leyes a las necesidades de estas firmas.

Los instrumentos para abaratar los costes son la gran baza de estas firmas; son sus proveedores y asalariados los que pierden

Esta economía del contenedor se organiza alrededor de una firma de dimensiones globales y con gran presencia en su sector que, por ese mismo motivo, puede reorganizarlo. El modelo de estas compañías es el mismo, la intermediación digital. Los contenidos no los producen Google ni Facebook, ni tampoco los reciben: los distribuyen. Uber media entre teóricos autónomos, los taxistas, y los clientes, y se lleva una comisión a cambio de la utilización de su app. Y Amazon intermedia entre el cliente final y los productores, gracias a un servicio de distribución que tampoco es suyo, sino que subcontrata a empresas de mensajería.

Una vieja estrategia

Pero una vez que la empresa intermediaria no productiva ha cobrado el tamaño suficiente, puede imponer condiciones al resto de la cadena. Este es el ejemplo que utiliza Peters: al tener que entregar los paquetes de forma rápida y a un precio asequible, si los mensajeros presionasen, Amazon podría perder parte del margen ganado. Es, por tanto, mucho más rentable contar con un ejército de trabajadores autónomos que, como en Uber o en Deliveroo, estén dispuestos a realizar el servicio por menos dinero, de forma que los beneficios aumenten. Esa es la razón del ejército de Tokio. O dicho de otro modo, cuanto menos cobren sus empleados o sus “asociados”, más ganará la empresa que intermedia. Esa es la tesis de Peters: los instrumentos para abaratar el coste de los salarios, tanto de producción como de servicios, es la gran baza de estas firmas para triunfar. Por más que se revistan de tecnológicas, su estrategia es muy vieja y sus consecuencias ya las hemos conocido en periodos no tan lejanos de nuestra historia.

Eric Peters es fundador, CEO y CIO (Chief Investment Officer, jefe de inversiones) del hedge fund One River. En el boletín semanal que dirige a sus clientes, les ha sugerido puntos de vista inusuales en el sector a la hora de analizar la economía digital. En él ha incluido una anécdota de su vida personal que relata la conversación que mantuvo con un conductor de Uber que le llevó a su destino. El apptaxista estaba trabajando para la compañía “tecnológica” con el objetivo de pagar la deuda en la que había incurrido para poder licenciarse en la universidad. Vivía con su novia, que corría con la mayor parte de los gastos de la pareja, y él intentaba conseguir un extra con el que reducir el importe de lo adeudado .

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