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El doble mercado: por qué los turistas deberían pagar más
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El doble mercado: por qué los turistas deberían pagar más

Ahora que los viajeros se han masificado y globalizado, el problema no es atraer a estos a las grandes ciudades, sino conseguir que dejen más dinero por cabeza en sus destinos

Foto: Una turista arrastra una maleta en la Barceloneta, delante de un cartel que protesta contra la presencia masiva de pisos alquilados. (Reuters/Albert Gea)
Una turista arrastra una maleta en la Barceloneta, delante de un cartel que protesta contra la presencia masiva de pisos alquilados. (Reuters/Albert Gea)

La del turismo es una de las industrias que más dinero mueven a nivel global, y es la base de la economía de muchos países, tanto desarrollados como en vías de desarrollo. Según los cálculos del World Travel & Tourism Council, cada año los viajeros mueven 6,6 billones de euros por todo el mundo. España, por ejemplo, recibió el año pasado 75,5 millones de turistas. Tradicionalmente se había considerado como una industria que beneficiaba enormemente a los países que más turistas recibían, pero en los últimos años cada vez son más los que plantean sus dudas acerca de su impacto en las comunidades locales.

El caso de ciudades como Magaluf, convertidas en paraísos para el turismo de borrachera, o las burbujas de precios de vivienda en ciudades como Madrid o Barcelona han provocado que se busquen soluciones para aliviar este impacto en los habitantes autóctonos. Una de ellas es cobrar a los turistas más que a los locales por los mismos productos. Es una prolongación de la tasa turística que ya existe en muchas ciudades, como en la capital catalana, donde se cobra a los viajeros una tasa por pernoctación.

“Cada año vienen seis millones de turistas”, recuerda el alcalde de Brujas. “Eso encarece la ciudad, y gestos como estos están bien”

Una de las ciudades pioneras es Brujas, ese pueblo de cuento que cada año alberga millones de turistas en sus pequeñas calles. En la localidad belga, algunos establecimientos han decidido cobrar hasta un 10% más a los turistas por sus famosas patatas fritas… o, como ellos afirman, un 10% menos a los lugareños (de hecho, 'The Guardian' ha titulado sus artículos incidiendo en ambas vertientes, tanto en la subida para el viajero como en la bajada para el local). La lógica aplicada es la siguiente: ya que los belgas son grandes aficionados a las patatas, que comen a lo largo del año, y que el turismo ha provocado que el precio de estas se dispare, ¿por qué no premiar la fidelidad y cobrarles un poco menos?

Foto: Un grupo de turistas en Benidorm.

Ese es, al menos, el discurso oficial. Sea como fuere, se trata de una práctica legal en Bélgica. El propio alcalde de la localidad, Renaat Landuyt, ha reconocido este cambio de precios como una buena iniciativa: “Cada año vienen seis millones de turistas”, recordaba. “Eso encarece Brujas, y gestos como estos están bien”. El responsable de uno de los locales que ha adoptado la medida, Gauthier Gevaert de Brugsch Friesthuys, explicaba a 'De Standaard' que no se trataba más que un descuento para los habitantes locales, que pueden llegar a ahorrarse hasta un euro por cucurucho.

Una decisión moral

El doble mercado para los turistas es relativamente habitual, y no estamos hablando de los timos tristemente habituales. Hace dos años, un turista belga-italiano denunció el doble sistema de pagos de Venecia en aspectos como el transporte, los museos o incluso los servicios públicos, por tratarse de un trato discriminatorio. También llamativo resulta el caso de Tailandia, donde los 31 parques nacionales han aumentado sus precios para los visitantes. Como explicaban las autoridades, se supone que los ciudadanos locales ya están pagando a través de sus impuestos por dichos servicios.

Muchos de los lugareños tendrían que abandonar sus hogares. Sus sueldos raramente están al nivel de los de los turistas

Hay quien defiende este doble criterio como una decisión moral. Es el caso de la vicedecana de la Escuela de Negocios de la Universidad Anglia Ruskin Sally Everett, que en 'The Conversation' defiende esta medida como una forma de garantizar la sostenibilidad del turismo global, especialmente en lo que concierne al impacto en el nivel de vida de la comunidad local. “Estos precios diferentes pueden parecer injustos”, escribe. “Pero si los lugareños tuviesen que pagar los mismos precios que los turistas, es probable que muchos de ellos no pudiesen disfrutar del patrimonio local de sus propias comunidades”.

No se trata únicamente de los lugares turísticos, sino del precio del alquiler, como estamos aprendiendo los españoles. “Muchos serían echados de sus propios hogares por los precios”, señala Everett. “Sus sueldos raramente están cerca de los niveles de los viajeros”. Una forma de compensar este desequilibrio es haciendo que los locales tengan descuentos (o que los viajeros se dejen más dinero en los comercios), de forma que no se vean tan perjudicados por la subida de precios a su alrededor. Por ejemplo, en los bares y restaurantes de la zona.

placeholder La playa de Aro en la Costa Brava, una de las más transitadas de España. (Reuters/Albert Gea)
La playa de Aro en la Costa Brava, una de las más transitadas de España. (Reuters/Albert Gea)

“Un sistema de pagos de dos niveles, en el que los lugareños poguen menos por el mismo producto, puede ser una manera de implementar prácticas de turismo sostenible y de proteger los recursos valiosos”, señala la autora de 'Food and Drink Tourism' (SAGE Publications). “Los visitantes extranjeros a menudo ejercen una presión significativa sobre los recursos escasos en ciertas épocas del año”. Una pequeña subida en los precios no impactaría sensiblemente en el número de turistas pero sí podría permitir que, especialmente en las regiones más desfavorecidas, todos los habitantes locales pudiesen beneficiarse.

Oferta, demanda y contraoferta

Esta propuesta parece contradecir la lógica que solía latir bajo gran parte del mercado turístico: es decir, que para conseguir que más y más turistas acudan a tu ciudad o país, es recomendable bajar los precios, puesto que esto te hace más competitivo respecto a otros destinos vacacionales. No obstante, una vez el turismo se ha masificado –se espera que en el año 2030 haya 1.800 millones de viajeros en todo el mundo–, la clave no se encuentra en el número total de visitantes, sino en el dinero que cada uno de ellos gasta. Siguiendo la ley de la oferta y la demanda, debido al aumento de esta última, se podrían aumentar los precios para los turistas beneficiando a las industrias locales, lo que acabaría con el turismo 'low cost'.

En países como India, los turistas están dispuestos a pagar un poco más por visitar los monumentos. ¿Por qué no también en los desarrollados?

Como recuerda Everett, eso no tiene nada que ver con los timos a los que los viajeros están tristemente expuestos. La profesora recuerda abusos como el de la familia a la que cobraron alrededor de 60 euros por cuatro helados, una práctica que no tiene cabida en su propuesta. Según esta, los precios adicionales deben ser reflejados desde el principio y encontrarse a la vista del consumidor. Por lo tanto, no deben aplicarse de manera subrepticia, sino que el viajero debes ser consciente que está pagando un poco más por los mismos productos como una manera de ayudar a la economía local.

Uno de los países donde más habitual es este sistema es la India, una de las naciones más pobres del mundo que cada año recibe casi ocho millones de turistas al año. Debido a ello, como pone de manifiesto 'The Hindu', la mayoría de visitantes están dispuestos a pagar un poco más por visitar los monumentos puesto que tienen la conciencia de que su nivel de vida es muy superior. Otra cuestión es en países desarrollados donde no existe el conocido como “turismo en favor de los pobres” que, como recuerdan dos investigadores mexicanos en 'Pasos', tiene como objetivo “maximizar su contribución a las poblaciones, fomentar el desarrollo sustentable y de esta manera erradicar la pobreza”. Quizá no se trate de pobreza como tal, pero esta clase de medidas tienen como objetivo reducir los posibles impactos negativos del turismo masivo.

La del turismo es una de las industrias que más dinero mueven a nivel global, y es la base de la economía de muchos países, tanto desarrollados como en vías de desarrollo. Según los cálculos del World Travel & Tourism Council, cada año los viajeros mueven 6,6 billones de euros por todo el mundo. España, por ejemplo, recibió el año pasado 75,5 millones de turistas. Tradicionalmente se había considerado como una industria que beneficiaba enormemente a los países que más turistas recibían, pero en los últimos años cada vez son más los que plantean sus dudas acerca de su impacto en las comunidades locales.

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