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Los camareros revelan las historias más curiosas que les han escuchado a sus clientes
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NO PASAN DESAPERCIBIDAS

Los camareros revelan las historias más curiosas que les han escuchado a sus clientes

Hay trabajos en los que aunque no pongas la oreja terminas enterándote de los secretos más embarazosos e inconfesables de la vida de otros

Foto: Se enteran de todo. (iStock)
Se enteran de todo. (iStock)

El de camarero debería ser catalogado como un trabajo de alto riesgo. Al menos por las conversaciones que tienen que escuchar. Y no nos referimos a tener que lidiar con gente hambrienta o grosera, sino a esas charlas entre comensales que es imposible no escuchar, por los decibelios con los que se expresan, por sus temáticas descaradas y, en definitiva, porque la curiosidad mató al gato.

Estas conversaciones no pueden pasar desapercibidas y ahí estan ellos, los empleados, para difundir la palabra. Como no todos tenemos amigos camareros con gusto y oído para los chascarrillos, personas que trabajan en restaurantes de todos los confines del planeta han relatado en un hilo de comunidad online 'Reddit' las historias más extrañas que han tenido el placer (o la desgracia) de escuchar. Relaciones de pareja, hábitos sexuales, proposiciones indecentes... allá van.

Una proposición embarazosa

“Una pareja se sentó a comer. Pidieron el menú del día, unos 25 euros en total. A la media hora, el hombre se puso de rodillas y le propuso matrimonio a la mujer. Ella se cubrió la cara, sin responder, y él estuvo como 25 minutos intentado que dijera que sí. Fue lo más incómodo que he visto nunca. Tuve que ir a dejar la cuenta a la mesa, mientras el tipo seguía de rodillas, porque ella me lo estaba pidiendo desde lejos. Qué vergüenza. De todos modos, a los dos meses volvieron, comprometidos. ¡Así que debió funcionar!”.

El aprovechado

“Escuché a un tipo decirle a mi jefe que su tarjeta había sido rechazada porque estaba involucrado en una demanda de 50 mil euros. Se lo repitió unas cuantas veces, haciéndose la víctima. Un buen hombre sentado en el otro extremo del bar se ofreció a pagar sus bebidas para hacerle callar y va el otro y suelta: '¡Pero yo también quiero comer!'. Así que el hombre le respondió: 'Una pena, amigo, porque estás jodido, y sin un céntimo'. Un golpe duro".

Una mujer le contó a sus amigas que a su esposo le habían recetado viagra y que se las tomaba como si fuesen vitaminas, una cada mañana

Los maduritos atrevidos

“Ayer era la noche de los juegos de mesa en mi restaurante. Ayudé a una pareja de alrededor de 50 años a responder algunas preguntas. Nos reímos y pasamos un buen rato. Sin embargo, en un momento dado la señora se inclinó a su esposo y le susurró: 'Ella es muy guapa. ¿Puedo pedirle que venga a casa con nosotros?'. Me quedo de piedra y hago como si no hubiese escuchado nada, simplemente me reí. Al final me dieron una buena propina y… ¡su número de teléfono!”.

Montó una escena

“Una vez un tipo confesó que se estaba tirando a otra en el momento exacto en el que les ponía las bebidas. Creo que estaban celebrando su aniversario. Supongo que lo hizo porque creería que sería menos probable que ella montase una escena. Pues bien, la montó”.

Sin escrúpulos

“El director general de una empresa bastante conocida estaba diciendo con orgullo que había despedido a un hombre al que le quedaban uno o dos años para jubilarse y así poder contratar a su hija recién graduada. Y encima no dio propina el muy...”.

El chalado

“Soy un camarero en un restaurante de una pequeña comunidad rural. Un noche, después de que casi todos los jefes se hubiesen ido, un hombre mayor entró por la puerta, miró a izquierda y derecha, se inclinó y soltó: 'Todos los ancianos tienen sida'. Luego hizo una pausa y dijo: 'Audífonos, tiritas y sillas de ruedas'. Se ríe y se marcha”.

Indecisos hay en cualquier lado

“Pareja de mediana edad, parecía una de las primeras citas en la relación. Ella agarró el datáfono. Entonces, la máquina le da la opción de insertar su tarjeta o solo hacer contacto. Después, entró en colapso: 'Me está preguntando si quiero insertarla. ¿Debería?'. Él sonríe, y yo estoy ahí parado, esperando. Ni siquiera puedo fingir que no estoy prestando atención. '¿Insertar o solo hacer contacto? Sí, creo que voy a hacer eso, pero realmente prefiero insertarla'. Finalmente, me devuelve la máquina, el recibo tardó una eternidad en imprimirse y salí corriendo”.

Se puso de rodillas y le propuso matrimonio. Estuvo como media hora intentado que dijera que sí. Fue lo más incómodo que he visto nunca

Unas risas a costa del marido

“Cuando era camarero la gente a menudo fingía que ni siquiera estaba allí. Las cosas que allí escuché eran personales, y bien locas. Una mujer contó a sus seis amigas la historia de cómo a su esposo le recetaron viagra y que las tomaba como si fuesen vitaminas, una píldora cada mañana. Siguió teniendo erecciones en el trabajo y decía que no entendía por qué”.

La frase oportuna

“Trabajé como camarero durante unos meses. Recuerdo dos mujeres de mediana edad enfrascadas en una conversación silenciosa y, de repente, una de ellas alzó la voz y dijo: 'Espera, ¿de verdad nunca has usado la puerta de atrás?'”.

Un silencio incómodo

“En el bullicio típico de un bar, de repente se hizo una pausa y el ruido cesó, y se pudo escuchar claramente: 'Bueno, técnicamente no es mi hermano, así que puedo tener sexo con él'. A lo que la amiga respondió: 'Pero tenéis al mismo padre'. El silencio duró unos minutos más".

Mejor prevenir que curar

“Mi novia trabaja en un bar. Una vez un hombre de aspecto espeluznante le dijo: 'Cuando tengo relaciones sexuales con mi esposa, pienso en usted'. A su esposa, que estaba ahí sentada junto a él, no pareció importarle mucho. Cuando me lo contó, le compré un spray de pimienta a mi novia”.

El de camarero debería ser catalogado como un trabajo de alto riesgo. Al menos por las conversaciones que tienen que escuchar. Y no nos referimos a tener que lidiar con gente hambrienta o grosera, sino a esas charlas entre comensales que es imposible no escuchar, por los decibelios con los que se expresan, por sus temáticas descaradas y, en definitiva, porque la curiosidad mató al gato.

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