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El adicto que salva a los alcohólicos: cinco décadas en rehabilitación
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El adicto que salva a los alcohólicos: cinco décadas en rehabilitación

Rafael Luis Osete abandona a sus 89 años y tras cinco décadas la que fuera la primera asociación para alcohólicos gestionada por antiguos adictos de España

Foto: Rafael Luis Osete. (D. B)
Rafael Luis Osete. (D. B)

Mientras se mueve por las dependencias de la Asociación de Exalcohólicos Españoles, que ha presidido durante cincuenta años, nadie diría que Rafael Luis Osete tiene 89 años y tres cánceres “malos”. Es un hombre alto, con un fino bigote cano sobre el labio superior, que camina erguido y se expresa con mucha claridad: “Tomaba 30 copas de coñac diarias y ahora llevo 50 años sin probar una gota de alcohol”. Su organización fue la primera en España constituida por adictos para ayudar a otros adictos: sin pasos, sin religiones, sin mentiras piadosas. Antes, había “dispensarios para alcoholicos”, rememora Osete sentado en una silla de fieltro rojo que ya empieza a notar el paso del tiempo.

Por estos pasillos, en pleno corazón del popular barrio de la Guindalera, en el 19 de la calle Alonso Heredia, han pasado miles de personas. Y casi todas se han rehabilitado, “aunque también ha habido fracasos, y otros que dejaron de venir y no sabemos si es porque reincidieron o porque se murieron”, comenta el antiguo presidente, que hoy recibe un homenaje en la asociación por su dedicación de cinco décadas. Una de esas personas recuerda que lo que tiene más presente de aquellos "tres años durísimos" fue el grupo de personas con las que coincidió, y que junto al médico y el propio Osete le "salvaron la vida".

"Esto no es como la cocaína, es una tentación que está por todas partes, es legal y es muy barato"

Antiguo oficial administrativo, su vida cambió cuando accedió a ir a ver a un doctor para curar su desmedida adicción. “El primer día llegué borracho a la consulta y el doctor nada más verme me dijo que me fuera y volviese al día siguiente, pero sin copas”, recuerda. “Desde entonces no he bebido. Un alcohólico tiene que saber que no puede volver a beber en su vida… salvo que quiera volver a las andadas y, generalmente, de manera aún más virulenta que la primera vez que lo intentó dejar”. “Esto no es como la cocaína, es una tentación permanente, está por todas partes, es legal y muy barato”, resume.

“Osete, tome este sobre y léalo”, cuenta que le dijeron en la antigua Dirección General de Salud. Al abrirlo vio que eran los estatutos de la hoy veterana asociación y que tenía una misión que cumplir: “Ponga esto en marcha”. Comenzaron con 70 asociados y la fuerza de trabajo de “todos los que sabían escribir entre los que se apuntaron”. Al frente del equipo médico un antiguo cirujano que perdió varios dedos al congelársele tras una enorme borrachera. "Un hombre muy sabio y un gran sanitario", recuerda una de sus pacientes.

El familiar es un coadicto

Hoy en día hay sesiones todos los días. En la sala de terapia, dirigidos por dos psicólogos, se reúnen cerca de una veintena de alcohólicos. Otro de los días son los familiares los que acuden. “Se llena mucho más. Esta es una enfermedad que afecta mucho a las familias”, revela el antiguo presidente. Las horas no son inocentes. Se hace a partir de las ocho de la noche porque es cuando la gente sale del trabajo y le apetece más tomarse una copa, explica una veterana de la asociación. Una de las aportaciones más relevantes de la asociación son las reuniones para las familias, que son mucho más multitudinarias que las de los enfermos en sí. "El familiar es un coadicto, comparte tus miedos y la desgracia".

Un miércoles a la noche quien abre la puerta del piso es José. También luce un fino bigote cano. Ya está jubilado y ejerce de recepcionista y de administrativo. Entró por esta misma puerta hace 15 años decidido a enderezar su vida y lo consiguió. Estaba prácticamente en la calle. Desde entonces colabora en todo lo que puede y habla de Osete, “Rafa”, casi con reverencia. En la sala se escucha un murmullo de voces, pero la intimidad de las personas allí reunidas desaconseja interrumpir. José se ríe cuando se le pregunta por su antigua adicción: "Bebía… demasiado".

Después de acabar en Urgencias fue a su casa junto a sus hermanas. A las cuatro horas, ya estaba acodada en un bar bebiendo

En todos estos años, casi sin subvenciones, esta asociación ha sido un madero en medio del mar al que se han sujetado muchos náufragos víctimas del alcohol. Por ejemplo, Espe, que después de varios ingresos hospitalarios decidió “remontar tras tocar fondo” y ponerse en manos de Osete y su asociación. Después de acabar en urgencias, relata esta mujer, fue a su casa junto a sus hermanas. A las cuatro horas, ya estaba acodada en un bar de nuevo bebiendo. "¿Quién me iba a creer si decía que no volvería a caer?". Lo consiguió. "Los alcohólicos somos enfermos del alma", puntualiza otra antigua asistente a las charlas. "De quienes realmente aprendías era de los compañeros. Los había muy cultos, pero también todo tipo de gente, hasta curas que se bebían el vino de misa", rememora.

“En todo este tiempo han pasado todo tipo de personas, pero fíjese, nunca hemos tenido un problema de borrachos o de escándalos”, revela el antiguo presidente, que subraya que más bien la gente que llega por primera vez lo hace “acojonada porque no sabe si lo podrá dejar”. Aunque sí concede que en tanto tiempo "ha pasado de todo, pero nada verdaderamente negativo que sea muy significativo".

Emotivo adiós

Hoy hablarán los médicos y la nueva presidenta. Le darán las gracias por su colosal tarea, que ha incluido el sostener toda la estructura con unas cuotas de 15 euros que siempre se niega a subir a pesar de las dificultades de financiación permanenentes. Una de las cosas más sorprendentes del proyecto es que siempre ha conseguido mantenerse a flote a pesar de una economía muy precaria y casi sostenida en exclusiva por los propios alcohólicos.

Osete dará su discurso y escuchará los merecidos aplausos. Después, dice, se irá a su casa a luchar contra sus enfermedades. Pero conociéndolo resulta extraño pensar que no seguirá dando sus elásticos pasos, a pesar de la edad, por el parqué de la asociación que convirtió en una casa de acogida. Para brindar no habrá una gota de alcohol, ni siquiera de cerveza "sin", que "no vale más que para que al tercer día te apetezca tomar una con".

Mientras se mueve por las dependencias de la Asociación de Exalcohólicos Españoles, que ha presidido durante cincuenta años, nadie diría que Rafael Luis Osete tiene 89 años y tres cánceres “malos”. Es un hombre alto, con un fino bigote cano sobre el labio superior, que camina erguido y se expresa con mucha claridad: “Tomaba 30 copas de coñac diarias y ahora llevo 50 años sin probar una gota de alcohol”. Su organización fue la primera en España constituida por adictos para ayudar a otros adictos: sin pasos, sin religiones, sin mentiras piadosas. Antes, había “dispensarios para alcoholicos”, rememora Osete sentado en una silla de fieltro rojo que ya empieza a notar el paso del tiempo.

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