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¿Por qué ya no se dan propinas?: "Nadie me dice 'quédate la vuelta"
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¿Por qué ya no se dan propinas?: "Nadie me dice 'quédate la vuelta"

El hábito de las propinas en los bares o taxis casi ha desaparecido por el uso de las tarjetas, que en 2016 superó el montante del efectivo que se saca de los cajeros

Foto: Un tradicional bar de Sevilla. (iStock)
Un tradicional bar de Sevilla. (iStock)

Las propinas, prácticamente, se han acabado. El tradicional bote que, efectivamente, solía ser un bote metálico con algún chascarrillo pegado, ya no tintinea con la misma frecuencia. La culpa la tienen los hábitos de los españoles, pero, sobre todo, las tarjetas de crédito. “La gente se ha acostumbrado a pagar hasta el café y los churros sin efectivo”, describe Fernando, propietario de un céntrico bar madrileño. No es una impresión subjetiva. En 2016, los españoles, por primera vez, gastaron directamente con sus rectangulitos de plástico más de lo que sacaron de los cajeros para tener efectivo. En concreto, 27.816 millones de euros frente a 26.603.

“Las propinas llevan bajando muchos años, pero el remate definitivo se lo están dando las tarjetas”, concede José María Rubio, presidente de la Federación Española de Hosteleros, la más numerosa e importante del sector. “Son costumbres que se van perdiendo, y está muy vinculado a que la gente cada vez paga menos en efectivo”, reflexiona Rubio.

Salvo en los lugares muy turísticos, la propina hace ya más una década que no es una parte importante de la retribución de los camareros

“Los clientes antes pagaban los menús con un billete y te dejaban la vuelta, eso se ha acabado”, cuenta Fernando, que bromea con que no recuerda la última vez que le dijeron aquello de “¡quédate la vuelta!”. Sin embargo, salvo en los lugares muy turísticos, la propina hace ya más de una década que no supone una parte muy importante de la retribución de los camareros. “Casi no dejan, pero tampoco nos importa mucho”, confiesa Gonzalo encogiéndose de hombros, mientras cobra un café y un agua mineral con una tarjeta de débito.

“Hace unos años, el bote sí era una parte importante del sueldo de los trabajadores de hostelería y se negociaba en los contratos, pero eso desapareció hace bastante tiempo”, explica Rubio, que anuncia que, después de tres años de mejora en las cifras del sector, a la hora de negociar su “nuevo convenio va a haber un alza del 1,5% en los salarios”. También se resintieron las propinas durante la crisis y, cuando supuestamente podían remontar, han quedado rematadas por el cambio de costumbres.

Un premio

Sin embargo, hay lugares donde sí tiene mucho peso: en la costa y en el centro de ciudades como Barcelona. Allí, a pesar de que el cliente nacional se haya aficionado a la tarjeta y haya olvidado llevar unas monedas para dejar en el bote, cuentan con la baza segura de los anglosajones y los rusos: “Tienen muy interiorizado lo de la propina por las costumbres de sus propios países, y cuando vienen a España siguen dejando más del 10% de la cuenta”.

“Aquí viene gente de poder adquisitivo alto y muchos se acuerdan de decir que aunque les cobres con tarjeta, sumes dos o tres euros en concepto de propina”, explica la gerente búlgara de uno de los restaurantes franquiciados Tagliatella. “Yo no participo del bote de las propinas, pero sí sé que mis compañeros ahora reciben mucho menos, pero es que es un premio por el buen servicio, no una parte del sueldo, y no debes contar con ello”, prosigue, al tiempo que recuerda la argumentación de su pareja contra esta costumbre: "Él también cobra poco y dice que no les pide propina a sus clientes del banco por atenderles bien". Sin embargo, ella, "por ser del gremio", siempre se acuerda de dejar algo de calderilla.

Aquellos clásicos carteles de 'consumición mínima' para poder pagar con tarjeta se han ido reduciendo hasta ser casi residuales

Hay dos factores fundamentales que explican el creciente uso del dinero plastificado para pagos menores del día a día: uno, que las comisiones en los cajeros subieron durante la crisis y la gente empezó a evitarlas; y el otro, justo el inverso: las comisiones que cobraban las empresas a los bares o pequeños comercios fueron disminuyendo en la última década hasta convertirse en casi insignificantes. De ese modo, aquellos clásicos carteles de 'consumición mínima' para poder pagar con tarjeta se han ido reduciendo hasta ser casi residuales. Esa imposición de un gasto mínimo es legal, pero siempre y cuando se anuncie en sitio visible para que el consumidor lo pueda ver con anterioridad a hacer su pedido.

Los expertos vaticinan que el siguiente campo de batalla en el mundo de las aplicaciones tecnológicas va a estar, precisamente, en los modos de pago en los comercios. Especialmente por la irrupción del móvil como sistema y garantía de pago. “Las comisiones aún van a bajar más por la competencia”, augura Rubio, que describe ese nicho como “un mercado en ebullición”.

Taxis con datáfono

“Da un poco de miedo, porque al final el control va a ser total de todo lo que uno gasta, incluido un paquete de chicles”, reflexiona Fernando, que ha saltado de las propinas, cuyo descenso calibra a ojo en casi el 50%, a la creciente desaparición del papel moneda en la cotidianidad. El paradigma de esa drástica disminución del efectivo son los países nórdicos, donde incluso para los donativos y las limosnas callejeras se ha buscado un sistema para poder hacerlo de manera electrónica: les dan a los indigentes una especie de teléfono móvil donde consta la limosma y luego ellos pueden canjearlo por otros productos.

En España, otro sector en el que se ha notado mucho la desaparición del efectivo como medio de pago es el del taxi. La obligatoriedad de llevar un datáfono que se ha implantado en casi todas las ciudades españolas (las ordenanzas sobre este medio de transporte son municipales) también ha tenido el efecto colateral del fin de las propinas por el sistema de "quédese la vuelta".

Las propinas, prácticamente, se han acabado. El tradicional bote que, efectivamente, solía ser un bote metálico con algún chascarrillo pegado, ya no tintinea con la misma frecuencia. La culpa la tienen los hábitos de los españoles, pero, sobre todo, las tarjetas de crédito. “La gente se ha acostumbrado a pagar hasta el café y los churros sin efectivo”, describe Fernando, propietario de un céntrico bar madrileño. No es una impresión subjetiva. En 2016, los españoles, por primera vez, gastaron directamente con sus rectangulitos de plástico más de lo que sacaron de los cajeros para tener efectivo. En concreto, 27.816 millones de euros frente a 26.603.

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