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Reparto comida y esto me ocurrió de verdad, aunque no te lo creas
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LA 'GIG ECONOMY' TAMBIÉN TIENE SU PUNTO CACHONDO

Reparto comida y esto me ocurrió de verdad, aunque no te lo creas

A menudo escuchamos casos de pedidos erróneos, pero las historias de repartidores no suelen ser frecuentes. Y lo que nos estábamos perdiendo: estos son sus encuentros más divertidos

Foto: No saben lo que les espera al otro lado de la puerta. (iStock)
No saben lo que les espera al otro lado de la puerta. (iStock)

Las empresas de comida a domicilio, estilo Deliveroo o Just Eat, han entrado tan fuerte en el mercado que ya no se nos hace raro el trajeteo de bicis de aquí para allá con mochilas inmensas a sus espaldas. Visto desde fuera, no parece un trabajo fácil. Para empezar, lo que ganan en flexibilidad lo pierden en estabilidad laboral. Es un ejemplo más del fin de las profesiones y del auge de la 'Gig economy', para muchos el futuro del mercado de trabajo.

Foto: De proyecto en proyecto, labrando tu peculiar carrera. (iStock)

Predicciones aparte, ir en bici con prisas por el tráfico de una gran ciudad es algo parecido a una misión suicida. Imagínate si se trata, como es el caso, de una contrarreloj. Asimismo, han de lidiar con las conocidas (y temidas) némesis del ciclista urbano: los taxistas irascibles, la lluvia, los tubos de escape de los autobuses y, sobre todo, las cuestas.

placeholder Esquivando el tráfico. (iStock)
Esquivando el tráfico. (iStock)

No obstante, nadie puede negar que sea un trabajo interesante. A veces, tantos obstáculos merecen la pena por las historias que, sin quererlo ni forzarlo, se van encontrando en su día a día. Es, sin duda, más excitante que pasar de nueve a seis en una oficina. A menudo escuchamos casos de pedidos erróneos, terribles en ocasiones, pero las historias contadas por aquellos que reparten la comida no suelen ser tan frecuentes. Y lo que nos estábamos perdiendo. Para paliar este cachito de ignorancia, los empleados de Deliveroo han compartido en 'The Daily Mail' algunos de sus encuentros más divertidos y extraños. Que aproveche.

El cliente desnudo

Ponte en situación. Has llegado a tiempo, estás exhausto y llamas a la puerta de tu cliente para entregarle el pedido. Pero la puerta no se abre y, en cambio, una mano sale por la ventana de la casa. Cuando te acercas, descubres que el hombre hambriento que espera su comida está completamente desnudo y está haciendo contorsionismo para que no se le vean las partes íntimas. Sal, cobra y no hagas preguntas.

¿Cómo llego hasta ahí?

placeholder ¡Queremos comer! (iStock)
¡Queremos comer! (iStock)

Cuando una pareja pidió comida en un parque, el repartidor se imaginaba a dos personas esperando recostadas sobre el césped. Sin embargo, cuando llegó allí se dio cuenta de que había pecado de optimista. Los clientes estabas en una de esas barcas a pedales de los parques, en medio del lago. Y, como no se pensaban mover, habían pagado con antelación otro hidropedal para que el pedido llegase a sus manos. El repartidor, diligente, lo entregó por tierra y mar (le faltó aire).

El cliente le pidió que le entregara la comida a su “amiga”. Cuál sería su cara de sorpresa cuando descubrió que se trataba de una marioneta...

No tengo suelto

A un cliente se le ocurrió una solución ingeniosa cuando se dio cuenta de que no tenía dinero suelto suficiente como para darle propina. Es opcional, pero ya que cobran poco, siempre es un buen detalle. Pues bien, a falta de dinero a mano le ofreció una botella de champán. Nada menos que Möet & Chandon. El repartidor se volvería contento a casa.

Un cliente inusual

Uno de los repartidores tenía que entregar un pedido en uno de los hoteles más icónicos de Londres. Sin embargo, en un extraño giro de los acontecimientos, el cliente le pidió que le entregara la comida a su “amiga”. Cuál sería la cara de sorpresa cuando descubrió que la “amiga” era una marioneta llamada Gretchen. Hay gente que solo quiere ver el mundo arder...

¿Le pillo en mal momento?

placeholder Puede que no se gane mucho, pero al menos luego tienes historias que contar.
Puede que no se gane mucho, pero al menos luego tienes historias que contar.

Otro de los empleados de Deliveroo tenía que entregar una buena botella de vino tinto a una cena romántica para dos. Hasta ahí, un plan encantador. Sin embargo, cuando llegó a la dirección se dio cuenta de que precisamente no se respiraba amor en el ambiente. Se encontró a una mujer pasando uno de los peores ratos de su vida, discutiendo con su novio y dándose cuenta de que pasaría su cumpleaños sola. ¿Se quedaría para acompañarla?

El niño le extendió al repartidor un billete de 500 euros del Monopoli y le dijo: "Gracias, señor. Se lo ha ganado"

Será por recursos...

¿Hay algo mejor que estar de vacaciones con tus amigos y beber unas cervezas en la piscina? Probablemente no. Así lo pensaron unos seis amigos que pidieron unas cuantas botellas para pasar el día. Sin duda, la imagen que se encontró el repartidor hizo que aquel viaje mereciese la pena: seis hombres apretujados en una piscina de plástico para niños… Fíngelo hasta que lo consigas, dicen.

Bebé jefazo

placeholder Toc, toc. (iStock)
Toc, toc. (iStock)

Nada parecía fuera de lo común cuando el repartidor tocó el timbre de la casa, hasta que un niño de unos tres años abrió la puerta. El jovencito envió al trabajador a su casa del jardín (las típicas de plástico) y le pidió que llamase a la puerta. Así lo hizo y, para su asombro y el de la madre que ya estaba echando un ojo, le dio un billete del Monopoli de 500 euros: “Gracias, señor. Se lo ha ganado”. Este promete.

¿Cómplice?

Uno de estos repartidores se encontró sin quererlo en medio de una propuesta de matrimonio. El cliente en cuestión salió a su encuentro con rapidez y metió en el foundant de chocolate el anillo de compromiso. Habían pedido el mismo postre en su primera cita, según le dijo. Esperamos que la afortunada dijese 'sí', porque el repartidor no se quedó el tiempo suficiente como para averiguarlo.

Foto: La frase que ha protagonizado tantas escenas dramáticas tiene su origen en el siglo XVI. (iStock)

El buen samaritano

No todas las historias tienen que ser extrañas. Hay otras que, más bien, podría decirse que son reconfortantes con el género humano. Un repartidor asegura haber entregado comida en un hospital a una mujer mayor que se había cansado de la menú de allí. Puede que no sea recomendable, pero a todos nos ha pasado. Como la mujer no quería ofender a las enfermeras ni a los cocineros del hospital, decidió trasladar la comida a la bandeja sin que se diesen cuenta y le pidió al joven que se quedase con ella mientras comía. Y el repartidor, con todo su buen corazón, lo hizo.

Las empresas de comida a domicilio, estilo Deliveroo o Just Eat, han entrado tan fuerte en el mercado que ya no se nos hace raro el trajeteo de bicis de aquí para allá con mochilas inmensas a sus espaldas. Visto desde fuera, no parece un trabajo fácil. Para empezar, lo que ganan en flexibilidad lo pierden en estabilidad laboral. Es un ejemplo más del fin de las profesiones y del auge de la 'Gig economy', para muchos el futuro del mercado de trabajo.

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