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Le dieron dos años de vida. Lo primero que hizo fue separarse
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"El amor era completo, pero yo no era feliz"

Le dieron dos años de vida. Lo primero que hizo fue separarse

Ante un anuncio tan terrible, todos desearíamos tener cerca a los seres más queridos. Tras ser diagnosticada con una enfermedad terminal, esta mujer pensó que ese no era su camino

Foto:  Annabel Nnochiri. (Instagram)
Annabel Nnochiri. (Instagram)

A pesar de haber trabajado como profesora de arte toda su vida, hasta hace muy poco Annabel Nnochiri no había usado un pincel: “No es necesario ser un artista para enseñar arte,” cuenta esta sonriente mujer al borde de los sesenta. “Sin embargo, quería pintar, utilizando además muchos colores, y no paisajes invernales con árboles desnudos. Deseaba también aprender a bailar salsa, participar en un coro, llevarme a mis hijos a Barbados sin preaviso… Pero la primera cosa que quería hacer era dejar a mi marido. No hubiera hecho nada de eso sin la fuerza que necesitaba”.

Nnochiri es uno de los protagonistas del documental emitido recientemente en la 'BBC' ‘A Time to Live’ en el que se reflejaban doce casos de personas diagnosticadas con una enfermedad terminal.

Por el cáncer me he vuelto una mujer mucho más interesante, extravagante y mala

De todos los personajes allí retratados, la historia de Nnochiri es la que más impacto ha causado. Ante la certeza de nuestro final, todos pensaríamos que lo que más necesitamos es tener cerca a nuestros seres más allegados. ¿Por qué, entonces, ella decidió tomar el camino opuesto e ir a contracorriente?

Cuando sabes que todo acaba

“Hice una lista completa con las cosas por hacer antes de morir y la primera era dejar a mi marido”. La profesora de arte reconoce haber tenido una vida muy digna, pero ello no evitaba que se sintiera atrapada dentro de un matrimonio que no le permitía ser completamente libre: “Saber que me quedaba poco tiempo me hizo entender que no podía pasar el resto de mis días como ama de casa”.

En 2010 Nnochiri había sido diagnosticada con un cáncer de pecho. Tras el consiguiente tratamiento, parecía que el tumor había remitido durante el primer año. En 2012 “empecé a sentir dolores en una de mis piernas en marzo y para el mes de junio aquello era tan intenso que no lo podía soportar. Me hicieron una biopsia y me encontraron un tumor en la cadera. El cáncer de pecho se había transmitido por metástasis a mis huesos”.

Solía ser una persona siempre preocupada por lo que los demás pudieran pensar de mí. Ahora, gracias al cáncer, no me importa nada

Los médicos le dieron apenas dos años y medio de vida. Tras elaborar la citada lista tomó la determinación de sentarse con sus hijos de 19 y 16 años para comunicarles su contundente decisión: “Si no hubieran estado de acuerdo lo habría hecho de todas formas, pero ambos entendieron que iba a ser más feliz si dejaba mi matrimonio”.

Durante seis meses comenzó a planear su nueva vida comprando un piso, a espaldas, incluso, de su propio esposo. Finalmente, “cuando se lo comuniqué pensó que aquello iba a ser una fase y que poco después volveríamos. No me fui para estar con otro. Habíamos tenido un amor muy completo hasta entonces. Ahora él ha encontrado a otra persona y también es feliz”.

A pesar de sus declaraciones, resulta difícil entrar en la mente de Nnochiri para encontrar la causa de fondo que explique su determinación. Por sus palabras, la verdad que Nnochiri siente haber alcanzado no parece hallarse ni siquiera en el terreno de lo transcendente: “Era católica, pero cuando me diagnosticaron mi enfermedad terminal estaba tan enfadada con Dios que dejé de ir a la iglesia. Basta aceptar la ira y la pena. Lo que vino con el tiempo fue calma, sabiduría y espiritualidad. Si muestras tu bondad siempre volverá hacia ti”. ¿Existe en esta historia un toque perverso? Confiesa esta mujer: “Si no hubiera tenido cáncer hubiera sido una persona más apagada. Por él, sin embargo me he vuelto una mujer mucho más interesante, extravagante y mala”.

La conciencia sobre su mortalidad le ha llevado a Nnochiri encontrar partes de sí misma que permanecían ocultas. Su nuevo yo es un ser más complejo que, a pesar de las apariencias, va mucho más allá del mero egocentrismo: “Solía ser una persona muy ansiosa, siempre preocupada por lo que los demás pudieran pensar de mí. Ahora, gracias al cáncer, no me importa nada. Mis hijos son más felices y todos nos sentimos más próximos. Mi hija dice que soy su modelo. He aprendido a ser más egoísta, pero también a ayudar a los demás a tener que lidiar con la enfermedad. Cuando voy al hospital, siempre intento dar seguridad a las personas que se sienten inquietas. Algunas están bloqueadas”.

Han pasado ya más de cinco años desde su diagnóstico, doblando así la esperanza de vida que en un principio tenía como sentencia: “Todavía quiero vivir, por mis hijos y para ver a mis nietos. No me gusta que se refieran a mí como una superviviente del cáncer. Estoy, simplemente, viviendo con él. Es un largo viaje”.

A pesar de haber trabajado como profesora de arte toda su vida, hasta hace muy poco Annabel Nnochiri no había usado un pincel: “No es necesario ser un artista para enseñar arte,” cuenta esta sonriente mujer al borde de los sesenta. “Sin embargo, quería pintar, utilizando además muchos colores, y no paisajes invernales con árboles desnudos. Deseaba también aprender a bailar salsa, participar en un coro, llevarme a mis hijos a Barbados sin preaviso… Pero la primera cosa que quería hacer era dejar a mi marido. No hubiera hecho nada de eso sin la fuerza que necesitaba”.

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